Colaboración: Como el Uruguay no hay, un cine abriéndose paso
- por Super User
Por Frank Padrón (*)
El cine de largo, medio y corto metraje, ficción y documental, en el Uruguay, ha sido algo irregular y zigzagueante, pero lo más importante es que ha sido y es. Así ha ocurrido desde 1923 (“Almas de la costa”, de Juan Antonio Borges), cuando comenzó esa aventura, hasta comienzos de la década del noventa, en que reapareciera la fiebre por el cine nacional, lo cual se extiende a estos inicios de nuevo siglo.
En rigor, hay cine nacional desde 1898, con “Carrera de bicicletas en el velódromo de Arroyo Seco”, de Félix Oliver. Pero la presentación de historias narradas en imágenes, capaces de reflejar el imaginario propio, con capacidad de inventar y crear, cuestionando o afirmando una manera propia de ser, se considera normalmente "cine". Por eso Borges, en 1923, hizo poner en los afiches de su película que era la primera producción nacional. Después hubo varias "primeras películas": en 1938, “Vocación” (Rina Massardi) fue la primera película lírica sudamericana; en 1979, “El lugar del humo” (Eva Landeck) fue otra vez la "primera película uruguaya"; en 1994, “El dirigible” (Pablo Dotta) se presentó en Cannes como “la primera película en la historia del cine uruguayo", en Buenos Aires, como la primera película sonora uruguaya", y en Montevideo se informó que era la primera producción nacional sonora en 35 mm. Es curioso, pero en 1936 nadie proclamó que “Dos destinos” (Juan Etchebehere) fuera la primera película sonora nacional. Lo era. Previsiblemente, en el año 2014 se estrenará nuevamente "la primera película uruguaya".
Un informe de la Cinemateca Uruguaya de mediados de los años 90 confirma este aserto. Se lee allí “Si se cree en los publicistas, pocas cinematografías en el mundo han nacido tantas veces. Quizás porque a la uruguaya hay que completarla cada vez, debido a la mala memoria que impide aprender de experiencias anteriores o a causa de la inexistencia de bases materiales, de mercado y de industria. En cambio casi han sido más los proyectos de ley a partir de 1950 que el número de largometrajes. Entre 1959 (año de “Un vintén p'al Judas”, que, por otra parte, duraba algo menos de una hora) y 1979, no se filmó ningún largo argumental propio, y tampoco entre 1983 y 1993. Lo mismo había ocurrido entre 1929 y 1936. Así, se tiende a olvidar el cine nacional y cada vez que alguien inicia un nuevo largometraje éste pasa a ser "el primero" de la historia. No hay memoria de una treintena de experiencias, algunas realmente inspiradas y creativas. Y cada vez todo parece empezar de nuevo.”
En la década del 30 y comienzos de los años 40, llegan a coexistir en Montevideo tres laboratorios para procesar películas sonoras y dos estudios para rodaje. Antes, en los años del cine mudo, hubo dos, y ocasionalmente tres, laboratorios cinematográficos. Durante esa etapa, tres películas argumentales fueron financiadas por la Bonne Garde, una sociedad de beneficencia para recaudar fondos con el producto de la exhibición. Así se filmaron “Pervanche” o “Aventuras de una niña parisién en Montevideo” . A fines del silente se realizó “El pequeño héroe del Arroyo del Oro”, que siguió exhibiéndose por veinte años, estimándose que fue vista por unos 150.000 espectadores. En los años siguientes obtuvieron mucho apoyo público “Radio Candelario”, por la presencia de Eduardo Depauli (El Candelario Paparulo de la radio), y “Detective a contramano”, primera película de Juan Carlos Mareco, "Pinocho". Según información de Adolfo Fabregat, “Uruguayos campeones” (que contenía escenas representadas para el rodaje) llegó a 90.000 espectadores en 1950. De “El lugar del humo” se divulgaron cifras falsas, pero se estima que tuvo 45.000 espectadores a fines de los 70; “Mataron a Venancio Flores” no llegó a los 20.000, y tampoco el más reciente “El dirigible”, pero ahora, como se sabe, va mucha menos gente al cine y no hay estadísticas de circulación de películas en vídeo doméstico.
Al promediar la década del 80, sin embargo, se establecen en Montevideo organismos de producción independientes, sin aspiraciones industriales y con objetivos culturales. Primero CEMA (Centro de Medios Audiovisuales), luego Imágenes y Encuadre, que han mantenido continuidad de producción, sobre todo en video. Las acciones de CEMA han sido más concretas en la producción de largometrajes de ficción, y su participación fue fundamental para “Pepita la pistolera” y “Patrón”, esta última mayoritariamente con productores argentinos.
Varias películas uruguayas deben ser recordadas. En 1923, “Almas de la costa” instala una anécdota más bien melodramática sobre enfermedad y romance, en ambientes auténticos, y utiliza actores improvisados (incluidos pescadores), con un aire de autenticidad infrecuente en la época. En 1928, las improvisaciones de “Del pingo al volante” rescatan con humor comportamientos reales de montevideanos distinguidos en contraposición con las costumbres camperas. En 1929, “El pequeño héroe del Arroyo del Oro” posee una fuerza dramática y una secuencia central de un realismo primitivo admirablemente resuelta en términos cinematográficos, que obliga a pensar en el instinto de su director Carlos Alonso y en un antecedente del posterior neorrealismo. En 1949, “Detective a contramano” era capaz de parecerse quizás más de lo debido a las comedias populares porteñas, pero narrativamente era un buen producto comercial.
En 1959, “Un vintén p'al Judas” mostraría a Ugo Ulive en la que sigue siendo la mejor muestra de la cultura del boliche y de la calle. En 1982, “Mataron a Venancio Flores” trata de descubrir en un pasado histórico resonancias presentes en tiempos de dictadura, con esmerada reconstrucción de época y admirable narrativa por Juan Carlos Rodríguez Castro. En 1993, “Pepita la pistolera” dice con humor más que gran parte del cine nacional previo, mientras en 1994, “El dirigible” (Pablo Dotta) subjetiviza un Montevideo sin memorias mientras Beatriz Flores Silva (“En la puta calle”) lo exhibe descarnado y problemático. En 1997, otro joven, Alvaro Buela, salta de la crítica y el ensayo a un primer largometraje personal, revelador, muy bien planificado desde el guión como para que la falta de oficio no se note, y alcanza un fuerte éxito de público, jóvenes que sintonizan con el autor y se sienten representados en “Una forma de bailar”, quizás lo más estimable de la década junto con “Pepita la pistolera”.
Desde fines de los 60 hasta el golpe del 73, Mario Handler, que regresó de Praga, donde estudió cine, y Ugo Ulive encabezaron un movimiento de cine comprometido y testimonial que forma parte sustancial de esos años y que permanece como un momento de creatividad, desde “Carlos” de Handler (1965), o quizás a partir de “Como el Uruguay no hay” de Ulive, en 1960. “Elecciones” (Handler y Ulive, 1967), “Me gustan los estudiantes” (Handler, 1968), “Liber Arce liberarse” (Handler, Mario Jacob, Banchero, 1969), “El problema de la Carne” (Handler, 1969), “En la selva hay mucho por hacer” (animación por Walter Tournier, 1973), “La bandera que levantamos” (Jacob y Terra, dos años antes) son otros filmes estimables. De otro modo, también estas películas, que respiraban el aire de cambio y utopía de esos años, son directo testimonio de su época y su país en tiempos complejos. El cine, nuevamente, sigue siendo documento intransferible de la historia nacional o de alguna de sus instancias.
El más reciente, ese que se produce en este minuto del nuevo siglo y nuevo milenio, se inserta dignamente en la tradición a la vez que aporta un aire renovador. Sin grandes alharacas, se deja sentir en importantes festivales de todo el mundo, donde títulos como “La perrera”, “Matar a todos”, “Fan”; “La cáscara” o “El baño del papa” entusiasman a crítica y públicos. Así mismo, un grupo de cortos de ficción y documentales de cualquier duración, continúan indagando en la cultura, la realidad y la historia del pequeño país que sin embargo, sigue haciendo, a contrapelo de todas las dificultades que atraviesa el imaginario latinoamericano, un cine que habla bien alto del talento y la voluntad de hacer de sus cineastas.
Esta segunda muestra en Cuba será una oportunidad excelente para confirmarlo.
(*): Palabras leídas por el corresponsal de NOTICINE.com en Cuba en la inauguración de la Segunda Muestra de cine uruguayo que se efectúa en la sala Chaplin de la Cinemateca de Cuba del 15 al 25 de septiembre.
El cine de largo, medio y corto metraje, ficción y documental, en el Uruguay, ha sido algo irregular y zigzagueante, pero lo más importante es que ha sido y es. Así ha ocurrido desde 1923 (“Almas de la costa”, de Juan Antonio Borges), cuando comenzó esa aventura, hasta comienzos de la década del noventa, en que reapareciera la fiebre por el cine nacional, lo cual se extiende a estos inicios de nuevo siglo.
En rigor, hay cine nacional desde 1898, con “Carrera de bicicletas en el velódromo de Arroyo Seco”, de Félix Oliver. Pero la presentación de historias narradas en imágenes, capaces de reflejar el imaginario propio, con capacidad de inventar y crear, cuestionando o afirmando una manera propia de ser, se considera normalmente "cine". Por eso Borges, en 1923, hizo poner en los afiches de su película que era la primera producción nacional. Después hubo varias "primeras películas": en 1938, “Vocación” (Rina Massardi) fue la primera película lírica sudamericana; en 1979, “El lugar del humo” (Eva Landeck) fue otra vez la "primera película uruguaya"; en 1994, “El dirigible” (Pablo Dotta) se presentó en Cannes como “la primera película en la historia del cine uruguayo", en Buenos Aires, como la primera película sonora uruguaya", y en Montevideo se informó que era la primera producción nacional sonora en 35 mm. Es curioso, pero en 1936 nadie proclamó que “Dos destinos” (Juan Etchebehere) fuera la primera película sonora nacional. Lo era. Previsiblemente, en el año 2014 se estrenará nuevamente "la primera película uruguaya".
Un informe de la Cinemateca Uruguaya de mediados de los años 90 confirma este aserto. Se lee allí “Si se cree en los publicistas, pocas cinematografías en el mundo han nacido tantas veces. Quizás porque a la uruguaya hay que completarla cada vez, debido a la mala memoria que impide aprender de experiencias anteriores o a causa de la inexistencia de bases materiales, de mercado y de industria. En cambio casi han sido más los proyectos de ley a partir de 1950 que el número de largometrajes. Entre 1959 (año de “Un vintén p'al Judas”, que, por otra parte, duraba algo menos de una hora) y 1979, no se filmó ningún largo argumental propio, y tampoco entre 1983 y 1993. Lo mismo había ocurrido entre 1929 y 1936. Así, se tiende a olvidar el cine nacional y cada vez que alguien inicia un nuevo largometraje éste pasa a ser "el primero" de la historia. No hay memoria de una treintena de experiencias, algunas realmente inspiradas y creativas. Y cada vez todo parece empezar de nuevo.”
En la década del 30 y comienzos de los años 40, llegan a coexistir en Montevideo tres laboratorios para procesar películas sonoras y dos estudios para rodaje. Antes, en los años del cine mudo, hubo dos, y ocasionalmente tres, laboratorios cinematográficos. Durante esa etapa, tres películas argumentales fueron financiadas por la Bonne Garde, una sociedad de beneficencia para recaudar fondos con el producto de la exhibición. Así se filmaron “Pervanche” o “Aventuras de una niña parisién en Montevideo” . A fines del silente se realizó “El pequeño héroe del Arroyo del Oro”, que siguió exhibiéndose por veinte años, estimándose que fue vista por unos 150.000 espectadores. En los años siguientes obtuvieron mucho apoyo público “Radio Candelario”, por la presencia de Eduardo Depauli (El Candelario Paparulo de la radio), y “Detective a contramano”, primera película de Juan Carlos Mareco, "Pinocho". Según información de Adolfo Fabregat, “Uruguayos campeones” (que contenía escenas representadas para el rodaje) llegó a 90.000 espectadores en 1950. De “El lugar del humo” se divulgaron cifras falsas, pero se estima que tuvo 45.000 espectadores a fines de los 70; “Mataron a Venancio Flores” no llegó a los 20.000, y tampoco el más reciente “El dirigible”, pero ahora, como se sabe, va mucha menos gente al cine y no hay estadísticas de circulación de películas en vídeo doméstico.
Al promediar la década del 80, sin embargo, se establecen en Montevideo organismos de producción independientes, sin aspiraciones industriales y con objetivos culturales. Primero CEMA (Centro de Medios Audiovisuales), luego Imágenes y Encuadre, que han mantenido continuidad de producción, sobre todo en video. Las acciones de CEMA han sido más concretas en la producción de largometrajes de ficción, y su participación fue fundamental para “Pepita la pistolera” y “Patrón”, esta última mayoritariamente con productores argentinos.
Varias películas uruguayas deben ser recordadas. En 1923, “Almas de la costa” instala una anécdota más bien melodramática sobre enfermedad y romance, en ambientes auténticos, y utiliza actores improvisados (incluidos pescadores), con un aire de autenticidad infrecuente en la época. En 1928, las improvisaciones de “Del pingo al volante” rescatan con humor comportamientos reales de montevideanos distinguidos en contraposición con las costumbres camperas. En 1929, “El pequeño héroe del Arroyo del Oro” posee una fuerza dramática y una secuencia central de un realismo primitivo admirablemente resuelta en términos cinematográficos, que obliga a pensar en el instinto de su director Carlos Alonso y en un antecedente del posterior neorrealismo. En 1949, “Detective a contramano” era capaz de parecerse quizás más de lo debido a las comedias populares porteñas, pero narrativamente era un buen producto comercial.
En 1959, “Un vintén p'al Judas” mostraría a Ugo Ulive en la que sigue siendo la mejor muestra de la cultura del boliche y de la calle. En 1982, “Mataron a Venancio Flores” trata de descubrir en un pasado histórico resonancias presentes en tiempos de dictadura, con esmerada reconstrucción de época y admirable narrativa por Juan Carlos Rodríguez Castro. En 1993, “Pepita la pistolera” dice con humor más que gran parte del cine nacional previo, mientras en 1994, “El dirigible” (Pablo Dotta) subjetiviza un Montevideo sin memorias mientras Beatriz Flores Silva (“En la puta calle”) lo exhibe descarnado y problemático. En 1997, otro joven, Alvaro Buela, salta de la crítica y el ensayo a un primer largometraje personal, revelador, muy bien planificado desde el guión como para que la falta de oficio no se note, y alcanza un fuerte éxito de público, jóvenes que sintonizan con el autor y se sienten representados en “Una forma de bailar”, quizás lo más estimable de la década junto con “Pepita la pistolera”.
Desde fines de los 60 hasta el golpe del 73, Mario Handler, que regresó de Praga, donde estudió cine, y Ugo Ulive encabezaron un movimiento de cine comprometido y testimonial que forma parte sustancial de esos años y que permanece como un momento de creatividad, desde “Carlos” de Handler (1965), o quizás a partir de “Como el Uruguay no hay” de Ulive, en 1960. “Elecciones” (Handler y Ulive, 1967), “Me gustan los estudiantes” (Handler, 1968), “Liber Arce liberarse” (Handler, Mario Jacob, Banchero, 1969), “El problema de la Carne” (Handler, 1969), “En la selva hay mucho por hacer” (animación por Walter Tournier, 1973), “La bandera que levantamos” (Jacob y Terra, dos años antes) son otros filmes estimables. De otro modo, también estas películas, que respiraban el aire de cambio y utopía de esos años, son directo testimonio de su época y su país en tiempos complejos. El cine, nuevamente, sigue siendo documento intransferible de la historia nacional o de alguna de sus instancias.
El más reciente, ese que se produce en este minuto del nuevo siglo y nuevo milenio, se inserta dignamente en la tradición a la vez que aporta un aire renovador. Sin grandes alharacas, se deja sentir en importantes festivales de todo el mundo, donde títulos como “La perrera”, “Matar a todos”, “Fan”; “La cáscara” o “El baño del papa” entusiasman a crítica y públicos. Así mismo, un grupo de cortos de ficción y documentales de cualquier duración, continúan indagando en la cultura, la realidad y la historia del pequeño país que sin embargo, sigue haciendo, a contrapelo de todas las dificultades que atraviesa el imaginario latinoamericano, un cine que habla bien alto del talento y la voluntad de hacer de sus cineastas.
Esta segunda muestra en Cuba será una oportunidad excelente para confirmarlo.
(*): Palabras leídas por el corresponsal de NOTICINE.com en Cuba en la inauguración de la Segunda Muestra de cine uruguayo que se efectúa en la sala Chaplin de la Cinemateca de Cuba del 15 al 25 de septiembre.