Colaboración: Fresa, chocolate y terroristas

por © NOTICINE.com
"Fresa y chocolate"
Por Sergio Berrocal   

Podría haber sido la Julieta de cualquier Romeo gitano. "Por favor, deme un helado fresa-chocolate". Me mira como asustada con unos inmensos ojos azules aunque tal vez sean verdes. "¿El chocolate lo quiere líquido o de helado? ¿Y la fresa, natural o en mermelada?". Dejo que me ponga una cosa chorreante en la que sólo predomina un manchón de líquido que más que chocolate parece grasa sucia. Sigue mirando expectante, con sus hermosos ojos grandes que tan pocas cosas han visto todavía.

Me dan tremendas ganas de explicarle que esa combinación de helado se empleó en 1993 en La Habana cuando triunfaba la película "Fresa y chocolate", un himno de amor contra el odio que se les tenía o se les había tenido entonces en Cuba a los homosexuales.

Esto ocurre en Málaga, España, en esta noche del 14 de Julio de 2016, cuando imagino que toda Francia está celebrando el día más sagrado del calendario republicano, la toma de la cárcel de la Bastilla, colofón de la Revolución Francesa.

Pero al llegar al hotel, un canal francés me demuestra que no todo el mundo ama el 14 de Julio.

Un camión despendolado ha enfilado el célebre paseo de los Ingleses de Niza donde se celebraba, se verbeneaba, se jaleaba el 14 de julio, en su mayoría gente joven, y la matanza es aterradora. 84 muertos a las 11.30 del 15 de julio. Y un montón de heridos.

Los atacantes son esa gentuza convertida a no se sabe qué islamismo y que se masturban con sangre, ajena por supuesto, como en los ritos paganos más retrógrados. Unos compinches suyos mataron el 13 de Noviembre de 2015 -¡maldito día, entre todos maldito!- a 137 personas y dejaron más de cuatrocientos heridos. Fue en París, recuerden.

Gloria al Islam, gloria a los imanes fracasados sociales que llamaron de sus rezos y gloria a los que cometieron atrocidades, algunos directamente amamantados hasta entonces por la República Francesa, que además de permitirles nacer en un país libres, les dio una lengua gloriosa, les ofreció trabajo, que no siempre quisieron, pero muchos de ellos que no tomaron el sendero fácil de las matanzas llegaron a ocupar puestos más que importantes.

Malditos, mil veces malditos, os enseñaron a hablar, a leer y a escribir en las escuelas francesas, Os formasteis en los liceos y algunos en las universidades francesas, Malditos aquellos que "tuvisteis" revelaciones divinas para disparar contra los pechos que os dieron de mamar. Mil veces malditos, hijos de satanás, deformados en algunas siniestras mezquitas donde se enseña un odio que no predica el Corán. Pero como sois analfabetos no sabéis lo que es el Corán. Solo conocéis lo que vuestros curas rabiosos os quieren enseñar.

Cuando la próxima vez, porque es de temer que habrá próxima, porque vuestros amos os lo mandan, vayáis a apretar el gatillo acordaos que habláis francés tan bien como vuestras víctimas.

Es una mierda escribir sobre estas guerrillas sucias, llevadas a cabo por un comando atajo de cobardes del que quizá formaba parte aquel vendedor de un supermercado al que le compraste tu primer ordenador en las afueras de París.

Es una mierda porque en lugar de un teclado de ordenador querrías tener un Uzi como el que utilizan los israelíes, expertos en la liquidación de terroristas, para responder a la afrenta que esos malnacidos hicieron el 14 de julio a toda Francia, esa Francia que es la mezcolanza mayor de razas del mundo, más que la tan cacareada norteamericana.

En Francia, he andado mis primeros años mozos, he hecho mis pinitos profesionales con gente de mil países. Yo tenía entonces pasaporte español. El mentor de mi hijo en el fotoperiodismo, Georges Bendriem, había nacido muy lejos de Francia. Se mató en Argelia, al regreso de un viaje con Jacques Chirac. Porque era el fotógrafo personal del Presidente de la República Francesa, nada menos. Nadie le echó en cara sus orígenes para impedirle que accediese a ese puesto tan envidiado.

Años estuve enamorado de Aicha, una argelina que en aquellos tiempos de los sesenta de guerra en Argelia tenía que ganarse la vida con su cuerpo en la Place Pigalle. Nunca fue una prostituta y quizá por ello otros yihadistas liberadores de la moral le pegaron un tiro una noche de luna llena. Eran otros terroristas que se reclamaban de otra república que hoy es poco menos que un nido de víboras.

Malditos bastardos, ¿no os dais cuenta que los que matáis son realmente vuestros hermanos, gente incluso que tal vez fue con vosotros a la misma escuela, con los que podíais haber hecho proyectos. Los proyectos de una vida larga, alegre y feliz. Y que no tuviese el fin de un tiro en la cabeza.

Anoche me había acostado dichoso soñando con mi Julieta pese a que no comprendió mi mensaje de la fresa y el chocolate. Pero eso tal vez hubiese podido arreglarse. Le habría propuesto llevarla al Copelia y allí en La Habana, sentados en una mesita de hierro fundido habría entendido el mensaje de paz que le quise dar aquella noche en Málaga cuando le pedí un helado de fresa y chocolate.

Ni ella, mi amor, ni yo, siempre inocente pese a las canas del idealismo, pensamos que unos desaprensivos criminales nazis acababan de abrir otro frente de horror a apenas 1.600 kilómetros hacia el noreste.

Esta mañana del viernes quince de julio me niego a escuchar la radio ni a ver la televisión. Con el tiempo me he vuelto cobarde. La valentía es mala para la paz.

Un nieto mío, ya sé, pueden echar al vuelo los violines, me importa un carajo, pudo estar entre los ochenta y pico de muertos de Niza. No salió al Paseo de los Ingleses (la tan querida Promenade des Anglais) porque estaba casando. Nunca he bendecido tanto el cansancio. Pero solo, como un jabato, desde su casa, cerca de allí, oyó los tiros, que es como ver la matanza de los inocentes.

Nous t’aimons tous beaucoup, Martin. I Love You, camarada Martin.

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