Juan Antonio Bayona escribe sobre "Un monstruo viene a verme / A Monster Calls"
- por © Universal-NOTICINE.com
Por Juan Antonio Bayona
Todos tenemos historias. Historias que descubrimos de niños. Historias que relatamos de mayores. Algunas nos ayudan a explicarnos y otras, a entendernos. Pero, ¿qué hace de un relato una buena historia? ¿Qué hace que algunas historias queden grabadas en nuestra mente para siempre?
Le estaba dando vueltas a esas preguntas cuando descubrí “Un monstruo viene a verme”, el libro de Patrick Ness. La novela me impactó, me arrastró de inmediato por su profundidad emocional y psicológica. En ella coincidían algunos temas que ya aparecían en mis anteriores películas, y encontré una profunda reflexión sobre el poder de las historias. Decidí que sería mi siguiente filme. Además de invitarme a contar una historia preciosa, me iba a permitir sumergirme en un trabajo que arrojara luz sobre el sentido último de mi profesión.
Adaptar un libro no es fácil. Tanto los actores como el resto del equipo teníamos que levantar un mundo a la altura del creado por Patrick y del imaginado por los lectores de la novela. Había también un compromiso extra: debíamos pasarle el testigo a los espectadores con la misma responsabilidad con la que Patrick sacó adelante el relato que Siobhan Dowd no pudo finalizar.
La adaptación de "Un monstruo viene a verme / A Monster Calls" planteaba múltiples retos. El relato de Conor reúne varias tramas que parecen avanzar en distintas direcciones. Pero al final vemos que, en realidad, todas viajan al mismo lugar. El cáncer y el abuso escolar eran dos temas tan grandes que podían apoderarse de la película, por eso teníamos que conseguir que convivieran en un término discreto, sin llevarse por delante el verdadero asunto de la historia.
Patrick Ness, como buen narrador, sabe que no hay nada más poderoso que la verdad, y en esa dirección confluyen todas las aristas del relato. De eso va esta historia. De tener el coraje suficiente para contar la verdad. Conor, el joven protagonista de “Un monstruo viene a verme”, vive atormentado por la suya y sólo podrá aliviar su tormento expresándola.
Otro reto era el contar esta historia desde la mirada de Conor, un niño con una visión sesgada de lo que acontece a su alrededor. “Un monstruo viene a verme” es un relato contado desde las ranuras de una puerta, espiando conversaciones desde la distancia. Patrick hace que parezca sencillo, pero piensen bien en la pirueta que supone escenificar una historia desde ese punto de vista.
Por si fuera poco el desafío, “Un monstruo viene a verme” se mueve entre la realidad y la fantasía. En la película debían convivir cuentos de hadas épicos y trepidantes con las escenas íntimas y dramáticas del mundo de Conor. El trabajo más difícil tuvo lugar en la sala de montaje. Hasta el detalle más insignificante debía encontrar su espacio en la compleja arquitectura de esta historia. Había que conseguir un delicado equilibrio porque el menor error de cálculo podía hacer caer la película como un castillo de naipes.
Mi primer objetivo al afrontar la adaptación de “Un monstruo viene a verme” fue encontrar algo personal que me identificara con Conor. Necesitaba hacer mía la historia. Igual que Conor, debía encontrar mi verdad y desde ahí hacer la película. La clave me la dio el amor que siente Conor por el dibujo, un sentimiento heredado de su madre. Tengo que dar las gracias a Ness por permitirme incorporar en el filme esa dimensión artística, por entender y apoyar lo que intentaba contar con esa decisión.
El dibujo también era una obsesión para mí cuando tenía la edad de Conor. Como él, dibujaba sin parar. Al invocar al monstruo y visualizar los cuentos a través de sus dibujos, el relato cobraba una dimensión aún más profunda. El choque entre el universo artístico de Conor, profundamente libre, y la dura realidad que le rodea remite de alguna manera a la eterna lucha entre la emoción y la razón. Cada personaje ganaba en hondura y trascendencia al introducir el elemento artístico. Pero sobre todo, esa variable me ayudaba a articular el tema del legado, una idea que arroja luz al final de la historia. El amor por el dibujo que Lizzie transmite a su hijo hace que una parte de ella siga viva al final del relato.
Conor es un niño que busca su espacio en un mundo de adultos y, al encontrarlo, se encuentra también con su madre, con el origen de los cuentos y con el monstruo… Eso es lo que somos todos: un compendio de nuestros padres, nuestras historias y nuestros monstruos.
Como se dice en un momento de la película, “las historias son criaturas salvajes”. El mundo en el que vivimos está tocado. Cada vez importa menos la verdad y más las apariencias. Las historias deberían comunicar esa verdad, y esta película es mi homenaje a los narradores, a los creadores, a los artistas en general, porque lo que hacen es importante: nos recuerdan continuamente que el arte puede ayudar a curar e incluso, a veces, a vencer a la muerte.
(*): J. A Bayona, nacido en Barcelona en 1975 y formado como cineasta en la Escuela de Cine de Cataluña (ESCAC), estrena este semana en su país la coproducción internacional "Un monstruo viene a verme / A Monster Calls", presentada en Toronto el pasado septiembre, y con lanzamiento norteamericano para el próximo 23 de diciembre. Antes dirigió, también en inglés, "Lo imposible", después de su opera prima, "El orfanato". Tras varios proyectos en Hollywood que se frustraron, tiene pendiente la secuela de "Jurassic World".
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Todos tenemos historias. Historias que descubrimos de niños. Historias que relatamos de mayores. Algunas nos ayudan a explicarnos y otras, a entendernos. Pero, ¿qué hace de un relato una buena historia? ¿Qué hace que algunas historias queden grabadas en nuestra mente para siempre?
Le estaba dando vueltas a esas preguntas cuando descubrí “Un monstruo viene a verme”, el libro de Patrick Ness. La novela me impactó, me arrastró de inmediato por su profundidad emocional y psicológica. En ella coincidían algunos temas que ya aparecían en mis anteriores películas, y encontré una profunda reflexión sobre el poder de las historias. Decidí que sería mi siguiente filme. Además de invitarme a contar una historia preciosa, me iba a permitir sumergirme en un trabajo que arrojara luz sobre el sentido último de mi profesión.
Adaptar un libro no es fácil. Tanto los actores como el resto del equipo teníamos que levantar un mundo a la altura del creado por Patrick y del imaginado por los lectores de la novela. Había también un compromiso extra: debíamos pasarle el testigo a los espectadores con la misma responsabilidad con la que Patrick sacó adelante el relato que Siobhan Dowd no pudo finalizar.
La adaptación de "Un monstruo viene a verme / A Monster Calls" planteaba múltiples retos. El relato de Conor reúne varias tramas que parecen avanzar en distintas direcciones. Pero al final vemos que, en realidad, todas viajan al mismo lugar. El cáncer y el abuso escolar eran dos temas tan grandes que podían apoderarse de la película, por eso teníamos que conseguir que convivieran en un término discreto, sin llevarse por delante el verdadero asunto de la historia.
Patrick Ness, como buen narrador, sabe que no hay nada más poderoso que la verdad, y en esa dirección confluyen todas las aristas del relato. De eso va esta historia. De tener el coraje suficiente para contar la verdad. Conor, el joven protagonista de “Un monstruo viene a verme”, vive atormentado por la suya y sólo podrá aliviar su tormento expresándola.
Otro reto era el contar esta historia desde la mirada de Conor, un niño con una visión sesgada de lo que acontece a su alrededor. “Un monstruo viene a verme” es un relato contado desde las ranuras de una puerta, espiando conversaciones desde la distancia. Patrick hace que parezca sencillo, pero piensen bien en la pirueta que supone escenificar una historia desde ese punto de vista.
Por si fuera poco el desafío, “Un monstruo viene a verme” se mueve entre la realidad y la fantasía. En la película debían convivir cuentos de hadas épicos y trepidantes con las escenas íntimas y dramáticas del mundo de Conor. El trabajo más difícil tuvo lugar en la sala de montaje. Hasta el detalle más insignificante debía encontrar su espacio en la compleja arquitectura de esta historia. Había que conseguir un delicado equilibrio porque el menor error de cálculo podía hacer caer la película como un castillo de naipes.
Mi primer objetivo al afrontar la adaptación de “Un monstruo viene a verme” fue encontrar algo personal que me identificara con Conor. Necesitaba hacer mía la historia. Igual que Conor, debía encontrar mi verdad y desde ahí hacer la película. La clave me la dio el amor que siente Conor por el dibujo, un sentimiento heredado de su madre. Tengo que dar las gracias a Ness por permitirme incorporar en el filme esa dimensión artística, por entender y apoyar lo que intentaba contar con esa decisión.
El dibujo también era una obsesión para mí cuando tenía la edad de Conor. Como él, dibujaba sin parar. Al invocar al monstruo y visualizar los cuentos a través de sus dibujos, el relato cobraba una dimensión aún más profunda. El choque entre el universo artístico de Conor, profundamente libre, y la dura realidad que le rodea remite de alguna manera a la eterna lucha entre la emoción y la razón. Cada personaje ganaba en hondura y trascendencia al introducir el elemento artístico. Pero sobre todo, esa variable me ayudaba a articular el tema del legado, una idea que arroja luz al final de la historia. El amor por el dibujo que Lizzie transmite a su hijo hace que una parte de ella siga viva al final del relato.
Conor es un niño que busca su espacio en un mundo de adultos y, al encontrarlo, se encuentra también con su madre, con el origen de los cuentos y con el monstruo… Eso es lo que somos todos: un compendio de nuestros padres, nuestras historias y nuestros monstruos.
Como se dice en un momento de la película, “las historias son criaturas salvajes”. El mundo en el que vivimos está tocado. Cada vez importa menos la verdad y más las apariencias. Las historias deberían comunicar esa verdad, y esta película es mi homenaje a los narradores, a los creadores, a los artistas en general, porque lo que hacen es importante: nos recuerdan continuamente que el arte puede ayudar a curar e incluso, a veces, a vencer a la muerte.
(*): J. A Bayona, nacido en Barcelona en 1975 y formado como cineasta en la Escuela de Cine de Cataluña (ESCAC), estrena este semana en su país la coproducción internacional "Un monstruo viene a verme / A Monster Calls", presentada en Toronto el pasado septiembre, y con lanzamiento norteamericano para el próximo 23 de diciembre. Antes dirigió, también en inglés, "Lo imposible", después de su opera prima, "El orfanato". Tras varios proyectos en Hollywood que se frustraron, tiene pendiente la secuela de "Jurassic World".
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