Manuel Morón habla sobre "7 años", la primera película de Netflix en España
- por © Ingrid Ortiz-NOTICINE.com
Comenzó como una start-up con ambiciones de controlar el mercado del videoclub por correspondencia, y ahora están instalados en los hogares de 190 países poniendo nerviosos al cine y a la televisión. Netflix no sólo se ha convertido en el mayor referente del home entertainment sino en un sello de calidad en lo relativo a sus propias producciones. Después de que aterrizase en España hace justo un año, la compañía de Reed Hastings está a punto de estrenar su primera película nacional, "7 años", el 28 de octubre. Paco León, junto a Alex Brendemühl, Juana Acosta, Juan Pablo Raba y Manuel Morón son los protagonistas de la cinta, dirigida por el galardonado con un Goya Roger Gual. Morón resume la emoción y la incertidumbre de esta primera vez afirmando que "es toda una aventura".
- ¿Qué papel juega usted en el dilema de esta película?
Mi personaje es José, un mediador en conflictos laborales, que es requerido por una empresa para solucionar el problema de una empresa. No se habla mucho de ella, pero se sabe que hay cuatro socios, ya en la cuarentena, que han tenido mucho éxito y ahora se enfrentan a Hacienda. La cuestión es que uno tiene que ir a la cárcel y deben decidir cuál, así que acuden a este mediador. De hecho, es una profesión relativamente nueva en España.
- ¿Cómo ha sido trabajar con el reparto?
El rodaje fue una delicia. Ha sido muy placentero y muy rico artísticamente, porque el reparto solo contaba con cinco actores. La película no tiene ningún plano visualmente efectivo, en el sentido de grandes persecuciones o efectos especiales; todo va en la interpretación, lo que es un gran riesgo.
- ¿Qué fue lo más difícil de afrontar?
Difícil no hubo nada. Lo más duro, en mi caso, fue lo relativo a la concentración, porque la cámara te podía pillar desprevenido en cualquier momento. Se rodó mucho en steady (sin trípode N. del E), pero aunque por momentos la cámara estuviese fija, al girarte te podía pillar en una réplica. Tenías que estar constantemente alerta y concentrado todo el tiempo. Además, cada día eran muchas horas de rodaje. Uno está acostumbrado a pausas entre una escena y otra mientras preparan todo o en momentos en los que no sales a cámara y descansas. En este caso la escena transcurre en el mismo sitio todo el tiempo, por lo que no tenías esos tiempos.
- ¿Cómo se toma uno que una película española penetre de repente en el mercado de 190 países?
Pues ahora mismo, para mí es un misterio. Al ser la primera película es como un conejillo de indias, una experiencia nueva. No estoy acostumbrado a que no se estrene en cines, no tener que estar pendiente de la cartelera, de los críticos que han ido a verla, de los comentarios del público… Es una aventura, no tengo ni idea de qué esperar.
- ¿Han sentido la presión de tener que dejar alto el listón para abrir el camino a nuevas producciones?
No, todo lo contrario. Sentimos mucha seguridad y protección. No era algo tangible, pero se sentía en el ambiente, y tampoco había esa presión a contrarreloj en la parte artística. Fuera de ahí se me escapa lo que pueden tener en mente los directivos de Netflix, pero tengo la expectativa de que les va a resultar muy positivo. Son expertos en este tipo de cosas y si se metieron en este proyecto es porque vieron algo que creían bueno y rentable. No creo que invirtieran en esto para probar.
- De hecho, se está empezando a observar un crecimiento de este tipo de cine también es España…
Sí, de hecho Netflix está apostando también por series españolas, al igual que otras plataformas como Movistar Plus. Eso es un indicio de que el desarrollo va a venir por ahí.
- ¿Ha notado diferencias a la hora de trabajar para un producto digital que para uno hecho para las salas de cine?
No, ninguna en lo referente a cómo se rueda normalmente una película y a cómo se ha rodado "7 años". Lo que pasa es que en estos últimos años, a consecuencia de la crisis y la precariedad laboral, he notado cambios. Últimamente, los rodajes han adoptado una atmósfera casi como de supervivencia diaria, con poco presupuesto, incertidumbre… Antes no: estaba la productora, por muy pequeña que fuera, que te apoyaba en todo momento.
- ¿Cree que las plataformas por internet van a acabar con las salas de cine?
Yo creo que no, en parte porque me gusta el hecho de ir al cine como acto social, pero sí van a haber cambios sobre cómo afrontar ciertas cosas en la sala. Pero espero que no sea tan drástico. En mi opinión va a haber una apuesta por la calidad, por proyectos que tengan unos cánones que garanticen que el producto tenga un acabado muy bueno, guste o no al público. Eso será un cambio en España, donde aún tenemos las rémoras de la televisión desde hace 40 años.
- Entonces, ¿son compatibles?
Absolutamente. Hay gente para todo, el asunto está en saber cómo van a convivir los productos en el cine y las películas en Internet.
- Parece que el aspecto conciliador de su personaje traspasa la pantalla. Pero volviendo a la película, ¿qué haría falta para que usted se sacrificara siete años en la cárcel?
Primero haría falta un vínculo familiar. Aunque ya que me he metido en la piel del mediador en la película, te diría que los asuntos se pueden evitar antes de ir a la cárcel, seguro. Pero si me viera en esa situación determinada creo que sí llegaría a sacrificarme por esa persona… esperemos que no tenga que hacerlo nunca (ríe).
- ¿Qué papel juega usted en el dilema de esta película?
Mi personaje es José, un mediador en conflictos laborales, que es requerido por una empresa para solucionar el problema de una empresa. No se habla mucho de ella, pero se sabe que hay cuatro socios, ya en la cuarentena, que han tenido mucho éxito y ahora se enfrentan a Hacienda. La cuestión es que uno tiene que ir a la cárcel y deben decidir cuál, así que acuden a este mediador. De hecho, es una profesión relativamente nueva en España.
- ¿Cómo ha sido trabajar con el reparto?
El rodaje fue una delicia. Ha sido muy placentero y muy rico artísticamente, porque el reparto solo contaba con cinco actores. La película no tiene ningún plano visualmente efectivo, en el sentido de grandes persecuciones o efectos especiales; todo va en la interpretación, lo que es un gran riesgo.
- ¿Qué fue lo más difícil de afrontar?
Difícil no hubo nada. Lo más duro, en mi caso, fue lo relativo a la concentración, porque la cámara te podía pillar desprevenido en cualquier momento. Se rodó mucho en steady (sin trípode N. del E), pero aunque por momentos la cámara estuviese fija, al girarte te podía pillar en una réplica. Tenías que estar constantemente alerta y concentrado todo el tiempo. Además, cada día eran muchas horas de rodaje. Uno está acostumbrado a pausas entre una escena y otra mientras preparan todo o en momentos en los que no sales a cámara y descansas. En este caso la escena transcurre en el mismo sitio todo el tiempo, por lo que no tenías esos tiempos.
- ¿Cómo se toma uno que una película española penetre de repente en el mercado de 190 países?
Pues ahora mismo, para mí es un misterio. Al ser la primera película es como un conejillo de indias, una experiencia nueva. No estoy acostumbrado a que no se estrene en cines, no tener que estar pendiente de la cartelera, de los críticos que han ido a verla, de los comentarios del público… Es una aventura, no tengo ni idea de qué esperar.
- ¿Han sentido la presión de tener que dejar alto el listón para abrir el camino a nuevas producciones?
No, todo lo contrario. Sentimos mucha seguridad y protección. No era algo tangible, pero se sentía en el ambiente, y tampoco había esa presión a contrarreloj en la parte artística. Fuera de ahí se me escapa lo que pueden tener en mente los directivos de Netflix, pero tengo la expectativa de que les va a resultar muy positivo. Son expertos en este tipo de cosas y si se metieron en este proyecto es porque vieron algo que creían bueno y rentable. No creo que invirtieran en esto para probar.
- De hecho, se está empezando a observar un crecimiento de este tipo de cine también es España…
Sí, de hecho Netflix está apostando también por series españolas, al igual que otras plataformas como Movistar Plus. Eso es un indicio de que el desarrollo va a venir por ahí.
- ¿Ha notado diferencias a la hora de trabajar para un producto digital que para uno hecho para las salas de cine?
No, ninguna en lo referente a cómo se rueda normalmente una película y a cómo se ha rodado "7 años". Lo que pasa es que en estos últimos años, a consecuencia de la crisis y la precariedad laboral, he notado cambios. Últimamente, los rodajes han adoptado una atmósfera casi como de supervivencia diaria, con poco presupuesto, incertidumbre… Antes no: estaba la productora, por muy pequeña que fuera, que te apoyaba en todo momento.
- ¿Cree que las plataformas por internet van a acabar con las salas de cine?
Yo creo que no, en parte porque me gusta el hecho de ir al cine como acto social, pero sí van a haber cambios sobre cómo afrontar ciertas cosas en la sala. Pero espero que no sea tan drástico. En mi opinión va a haber una apuesta por la calidad, por proyectos que tengan unos cánones que garanticen que el producto tenga un acabado muy bueno, guste o no al público. Eso será un cambio en España, donde aún tenemos las rémoras de la televisión desde hace 40 años.
- Entonces, ¿son compatibles?
Absolutamente. Hay gente para todo, el asunto está en saber cómo van a convivir los productos en el cine y las películas en Internet.
- Parece que el aspecto conciliador de su personaje traspasa la pantalla. Pero volviendo a la película, ¿qué haría falta para que usted se sacrificara siete años en la cárcel?
Primero haría falta un vínculo familiar. Aunque ya que me he metido en la piel del mediador en la película, te diría que los asuntos se pueden evitar antes de ir a la cárcel, seguro. Pero si me viera en esa situación determinada creo que sí llegaría a sacrificarme por esa persona… esperemos que no tenga que hacerlo nunca (ríe).