Crítica: "Blanco y negro", una venganza demasiado larga y confusa

por © NOTICINE.com
"Blanco y negro"
Por Edurne Sarriegui    

Esta semana se estrena en salas de Buenos Aires el largometraje "Blanco o negro", segundo trabajo de Matías Rispau ("Turno Nocturno") que además de dirigir se ocupa de coescribir, junto a Boris CQ, y protagonizar. Se trata de un thriller filmado entre septiembre de 2013 y febrero de 2016 de manera independiente, que ya se presentó en la edición del Festival de Mar del Plata de ese mismo año y en el Festival Buenos aires Rojo Sangre (BARS) en 2017.

Después de dos años de autoexilio en las montañas de Neuquén en el sur de Argentina, aislado y en soledad, Adrián (Matías Rispau) vuelve a Buenos Aires para vengar la muerte de su novia.

Él es un delincuente asociado a una banda que comete distintos delitos en el Gran Buenos Aires. Al parecer, culpa a sus antiguos jefes por la muerte de su amada. O así parece. Más o menos.
 
El gran problema de "Blanco o Negro" es su guion, que avanza con torpeza sin que nunca queden claros los hechos pasados ni los del presente. Es un hecho que Adrián quiere concretar una venganza. Punto. El resto queda bajo la libre interpretación del que tenga la paciencia de visionar sus más de dos horas y cuarto de duración. Junto con la venganza en curso, durante el dilatado metraje, hay también lugar para reflexiones filosóficas, diatribas dirigidas contra no se sabe bien quién, escenas oníricas y flashbacks, que lejos de aclarar, oscurecen.

Las escenas más violentas palidecen y llegan al blanco y negro, como cuando el protagonista presume de músculos mientras aúlla en una jaula. Un recurso para remarcar el interés de esas escenas que termina diluyéndose en el excesivo metraje y la multitud de temas que se arremolinan en torno al tema central que es la revancha de Adrián frente a su pérdida.

Las actuaciones tampoco ayudan. La poca convicción de los dicentes y los diálogos forzados poco pueden aportar de interés a una trama que flaquea.

"Blanco o Negro" tiene como aspecto positivo una estética apropiada y una fotografía destacable. Pero no alcanza para  trascender a un público que no sea el cinéfilo fundamentalista, siempre ávido de propuestas que se alejen de lo masivo.

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