Crítica: "Singular", técnicas artificiales frente a dolor natural
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Por Santiago Echeverría
La segunda incursión cinematográfica del vasco Alberto Gastesi, "Singular" (2025), se presenta como una anomalía en el panorama del cine español de corte más industrial, ofreciendo una compleja hibridación de géneros. La cinta utiliza el marco de la ciencia ficción distópica y la inteligencia artificial para adentrarse en un drama de profundo calado emocional, situando el duelo y la difícil recuperación de las emociones en el centro de su inquietante narrativa.
La película arranca con una pátina de realismo para pronto sumergirse en un territorio de misterio donde las leyes conocidas se disuelven. El concepto de la singularidad, aquel punto matemático y físico donde lo normal se vuelve incontrolable, se traslada aquí al drama íntimo de una pareja. La protagonista es Diana, una profesora e investigadora robótica interpretada por Patricia López Arnaiz, quien viaja a la antigua casa de campo familiar para encontrarse con su exmarido, papel a cargo de Javier Rey. A partir de este reencuentro, motivado por una pérdida compartida, la historia se repliega sobre sí misma, utilizando la sorpresa y la paradoja temporal.
La propuesta se instala en una atmósfera que evoca el cuento simbólico y siniestro, donde los traumas del pasado regresan como espectros reflejados en una realidad que se siente cada vez más cercana al sueño o al engaño. La casa, el bosque circundante y la orilla de un lago sombrío se convierten en un escenario minimalista y solitario, pero cargado de tensión. Gastesi demuestra una elegancia notable en la dirección, manteniendo un sentido constante del enigma. El mérito radica en sostener el pulso en el alambre de un bucle narrativo que se repite con pequeñas variaciones, un carrusel desquiciado que crea una sensación de extrañeza y desasosiego en el espectador. Este efecto hipnótico se logra gracias a una puesta en escena cuidada y un sólido trabajo de ambientación, tanto visual como sonora y musical, que convierte el paisaje en un personaje con peso propio.
En el eje de esta trama, que coquetea con los mitos de Prometeo y de la búsqueda de la emoción auténtica a través del artificio, destaca la labor de su pareja protagonista. Patricia López Arnaiz ofrece una interpretación que se mueve entre la contención, la fragilidad espectral y una fuerza íntima, logrando sostener el peso emocional de la historia. Junto a un convincente Javier Rey, la química que fluye entre ambos, rota y melancólica, resulta fundamental para sostener un relato que explora los límites de la memoria y el amor con una honestidad desarmante.
"Singular" es una declaración de intenciones que se enfrenta a la actualidad marcada por la inteligencia artificial, para preguntar sobre la necesidad de lo errático, de lo impoluto y, en última instancia, del dolor. La película se asienta en la premisa de que el duelo, por su propia naturaleza, no es un proceso que comprenda la perfección ni que pueda ser reparado por la tecnología. Diana, una científica que usa la IA como motor, se ve obligada a confrontar el significado del dolor, un conflicto existencialista y materno que se narra a través de los cuerpos y el silencio, creando una tensión asfixiante pese a la amplitud del espacio que les envuelve.
Si bien la ambición del relato puede desbordar por momentos su propia arquitectura formal, llevando a un desenlace deliberadamente enigmático, o quizás más confuso que revelador, la película mantiene un pulso firme. Su tramo final, que introduce la ciencia ficción más pura para encerrar el sentido del thriller y el drama, se ha percibido como una necesidad del director por verbalizar en exceso, por ofrecer una aclaración que, si bien es consecuente con la idea del bucle y el experimento, no era del todo imprescindible. Sin embargo, este cierre didáctico no llega a restar la frescura a una obra que se mantiene intrigante y que, en su conjunto, plantea cuestiones fascinantes sobre la complejidad de la mente humana frente a los artificios que puede crear. "Singular" se distingue por su inventiva y su negativa a encajar en moldes predecibles, proponiendo un ejercicio de rastreo de la emoción que nos obliga a preguntarnos por qué persistimos en vivir, amar y desear a pesar del dolor insoportable.
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La segunda incursión cinematográfica del vasco Alberto Gastesi, "Singular" (2025), se presenta como una anomalía en el panorama del cine español de corte más industrial, ofreciendo una compleja hibridación de géneros. La cinta utiliza el marco de la ciencia ficción distópica y la inteligencia artificial para adentrarse en un drama de profundo calado emocional, situando el duelo y la difícil recuperación de las emociones en el centro de su inquietante narrativa.
La película arranca con una pátina de realismo para pronto sumergirse en un territorio de misterio donde las leyes conocidas se disuelven. El concepto de la singularidad, aquel punto matemático y físico donde lo normal se vuelve incontrolable, se traslada aquí al drama íntimo de una pareja. La protagonista es Diana, una profesora e investigadora robótica interpretada por Patricia López Arnaiz, quien viaja a la antigua casa de campo familiar para encontrarse con su exmarido, papel a cargo de Javier Rey. A partir de este reencuentro, motivado por una pérdida compartida, la historia se repliega sobre sí misma, utilizando la sorpresa y la paradoja temporal.
La propuesta se instala en una atmósfera que evoca el cuento simbólico y siniestro, donde los traumas del pasado regresan como espectros reflejados en una realidad que se siente cada vez más cercana al sueño o al engaño. La casa, el bosque circundante y la orilla de un lago sombrío se convierten en un escenario minimalista y solitario, pero cargado de tensión. Gastesi demuestra una elegancia notable en la dirección, manteniendo un sentido constante del enigma. El mérito radica en sostener el pulso en el alambre de un bucle narrativo que se repite con pequeñas variaciones, un carrusel desquiciado que crea una sensación de extrañeza y desasosiego en el espectador. Este efecto hipnótico se logra gracias a una puesta en escena cuidada y un sólido trabajo de ambientación, tanto visual como sonora y musical, que convierte el paisaje en un personaje con peso propio.
En el eje de esta trama, que coquetea con los mitos de Prometeo y de la búsqueda de la emoción auténtica a través del artificio, destaca la labor de su pareja protagonista. Patricia López Arnaiz ofrece una interpretación que se mueve entre la contención, la fragilidad espectral y una fuerza íntima, logrando sostener el peso emocional de la historia. Junto a un convincente Javier Rey, la química que fluye entre ambos, rota y melancólica, resulta fundamental para sostener un relato que explora los límites de la memoria y el amor con una honestidad desarmante.
"Singular" es una declaración de intenciones que se enfrenta a la actualidad marcada por la inteligencia artificial, para preguntar sobre la necesidad de lo errático, de lo impoluto y, en última instancia, del dolor. La película se asienta en la premisa de que el duelo, por su propia naturaleza, no es un proceso que comprenda la perfección ni que pueda ser reparado por la tecnología. Diana, una científica que usa la IA como motor, se ve obligada a confrontar el significado del dolor, un conflicto existencialista y materno que se narra a través de los cuerpos y el silencio, creando una tensión asfixiante pese a la amplitud del espacio que les envuelve.
Si bien la ambición del relato puede desbordar por momentos su propia arquitectura formal, llevando a un desenlace deliberadamente enigmático, o quizás más confuso que revelador, la película mantiene un pulso firme. Su tramo final, que introduce la ciencia ficción más pura para encerrar el sentido del thriller y el drama, se ha percibido como una necesidad del director por verbalizar en exceso, por ofrecer una aclaración que, si bien es consecuente con la idea del bucle y el experimento, no era del todo imprescindible. Sin embargo, este cierre didáctico no llega a restar la frescura a una obra que se mantiene intrigante y que, en su conjunto, plantea cuestiones fascinantes sobre la complejidad de la mente humana frente a los artificios que puede crear. "Singular" se distingue por su inventiva y su negativa a encajar en moldes predecibles, proponiendo un ejercicio de rastreo de la emoción que nos obliga a preguntarnos por qué persistimos en vivir, amar y desear a pesar del dolor insoportable.
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