Crítica Locarno: "Zahorí", liberación desde la animalidad

por © Cineuropa-NOTICINE.com
"Zahorí"
"Zahorí"
Por Giorgia del Don     

El primer largometraje de la argentina Marí Alessandrini, "Zahorí" (2021), presentado en el Festival de Locarno, es un viaje mágico a los confines del mundo, donde el ruido de la ciudad da paso a la introspección y donde todo parece posible.

Directora argentina egresada de la Escuela de Arte y Diseño HEAD de Ginebra, la porteña Marí Alessandrini mostró en el certamen suizo su conmovedor primer largometraje, dentro de la sección Cineasti del Presente. La película es un verdadero homenaje a la diversidad, ya sea en términos de género, etnia o religión, que ve a su joven protagonista, custodio de varias culturas habitadas por un género híbrido que rompe con la binariedad para explorar la animalidad que habita en sus profundidades. Se trata de desafiar las convenciones con la cabeza en alto, con miras a construir un futuro mejor donde todos puedan encontrar su lugar.

"Zahorí" es la historia de Mora (interpretada por la magnética debutante Lara Viaena Tortosa), una niña de trece años que vive en un lugar aislado en la frontera entre Chile y Argentina con su hermano pequeño Himeko y sus padres, dos idealistas que pretendieron lograr su sueño de autosuficiencia cultivando sus propias hortalizas en las inmensas estepas patagónicas.

Vivir la adolescencia en un lugar tan remoto, rebosante de misticismo y sinónimo de libertad al máximo, es una experiencia única. Sin embargo, los clichés relacionados con el género biológico atribuido al nacer o con los orígenes de una persona llegan incluso hasta aquí, como una maleza venenosa que se insinúa a través de las paredes de la escuela a la que todos los niños de la zona pueden asistir libremente.

Ni extranjera ni indígena, ni mujer ni hombre, Mora se siente “gaucha”, porque se identifica con la existencia cotidiana de estos solitarios custodios de una tradición ancestral, y la profunda relación que forjan con la naturaleza y los animales. El suyo es un sueño casi loco que la impulsa a mirar hacia adentro, a lo más profundo, a buscar su verdadera identidad; uno que es híbrido, animal y en constante evolución. El punto de inflexión en este viaje iniciático llega con la fuga de Zahorí, el precioso caballo blanco de su único mentor, el ya anciano Nazareno, que le obliga a dejarlo todo atrás y a ponerse a prueba para saber hasta dónde llega, si es realmente capaz de esforzarse por sí misma. Gracias a un diálogo intenso y misterioso con una naturaleza fértil pero cruel, Mora poco a poco logra dejar atrás su infancia para imponerse como persona. Única protagonista de su propia existencia, se deja llevar por el viento y acariciada por el sol y el sonido de los cascos de Zahorí, liberándose de las limitaciones que la sociedad le ha impuesto.

El primer largometraje de Marí Alessandrini canta descaradamente elogios de las debilidades que nos definen a todos, más allá de las diferencias individuales, y nos transporta a un lugar atemporal y sin fronteras donde podemos soñar con un futuro diverso, mucho más inclusivo y generoso.

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