Crítica Venecia: "El gran movimiento", fascinante colisión entre civilización y naturaleza
- por © Cineuropa-NOTICINE.com
Por Fabien Lemercier
"Este entorno me está matando". Al pie de las embriagadoras montañas del Altipiano andino, en un caótico concierto de taladros neumáticos y bocinas de autos, en medio de un paisaje salpicado de edificios en construcción y una anárquica maraña de cables eléctricos, se extiende la metrópolis ampliada conocida como La Paz, y es en el corazón de la capital boliviana y en el epicentro de las discrepancias entre modernidad y naturaleza que Kiro Russo ha decidido continuar, a través de "El gran movimiento" -que se presentó dentro del apartado Orizzonti de la 78 Mostra de Venecia- su cautivadora obra cinematográfica, que se sitúa en la encrucijada entre la ficción y el documental y que comenzó con su primer largometraje, "Viejo Calavera" (galardonado con una Mención Especial dentro de la sección Cinéastes du Présent de Locarno en 2016).
Coloca de nuevo al frente del elenco a Julio César Ticona, que interpreta el papel de Elder, un minero de Huanuni que ha viajado con sus compañeros (a modo de una caminata de siete días) para participar en una manifestación laboral, el director se sumerge en la estela de este último. (así como la de sus amigos Gallo - Israel Hurtado - y Gato - Gustavo Milán), recogiendo la vida de la gente de medios modestos que sostiene la metrópoli en el mercado, en el empinado laberinto de callejuelas cubiertas por líneas de teleférico. Nuestro joven, que es acogido bajo el ala protectora de Mamá Pancha (Francisca Arce de Aro), una mujer que supuestamente conocía bien a su madre, empieza a dar signos de enfermedad. Sus pulmones están llenos de polvo y su estado empeora cada día que pasa. La fiebre pronto se apodera de él ... Ahí es cuando el segundo personaje principal de la película, Max (Max Eduardo Bautista Uchasara), entra en escena, una especie de "vagabundo celestial", que sobrevive en las afueras de la ciudad, rodeado de árboles, rocosos picos y cascadas, entre visiones y cánticos, trances meditativos y exorcismos intercesores en alianza con las fuerzas de la naturaleza. Es una especie de fenómeno que desciende regularmente a los barrios más pobres de la ciudad, donde es recibido con amabilidad y bromas suaves ("date un baño", "¿cuántos habitantes viven en tu cabeza?"). Porque en la tierra de Pachamama, la diosa madre tierra de la cosmogonía andina, la gente realmente cree en los rituales de purificación y en alejarse de los espíritus malignos ... ¿Pero será suficiente para salvar a Elder?
Creando un sorprendente nivel de química entre el profundo realismo documental y la fascinante ficción (principalmente jugando con las sombras y la granularidad de la imagen, pero también entregándose a uno o dos vuelos hacia la fantasía más pura y dos segmentos de baile emocionantes pero totalmente inesperados, Kiro Russo impone su brillante personalidad cinematográfica y su tan original don para transmitir atmósferas, pero también infunde a la película un claro deseo de resistir la violencia resultante de los fracasos de la civilización ("nunca arrodillarse", "los corazones de los luchadores"). Sin duda, es un artista digno de ser seguido en su futura carrera.
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"Este entorno me está matando". Al pie de las embriagadoras montañas del Altipiano andino, en un caótico concierto de taladros neumáticos y bocinas de autos, en medio de un paisaje salpicado de edificios en construcción y una anárquica maraña de cables eléctricos, se extiende la metrópolis ampliada conocida como La Paz, y es en el corazón de la capital boliviana y en el epicentro de las discrepancias entre modernidad y naturaleza que Kiro Russo ha decidido continuar, a través de "El gran movimiento" -que se presentó dentro del apartado Orizzonti de la 78 Mostra de Venecia- su cautivadora obra cinematográfica, que se sitúa en la encrucijada entre la ficción y el documental y que comenzó con su primer largometraje, "Viejo Calavera" (galardonado con una Mención Especial dentro de la sección Cinéastes du Présent de Locarno en 2016).
Coloca de nuevo al frente del elenco a Julio César Ticona, que interpreta el papel de Elder, un minero de Huanuni que ha viajado con sus compañeros (a modo de una caminata de siete días) para participar en una manifestación laboral, el director se sumerge en la estela de este último. (así como la de sus amigos Gallo - Israel Hurtado - y Gato - Gustavo Milán), recogiendo la vida de la gente de medios modestos que sostiene la metrópoli en el mercado, en el empinado laberinto de callejuelas cubiertas por líneas de teleférico. Nuestro joven, que es acogido bajo el ala protectora de Mamá Pancha (Francisca Arce de Aro), una mujer que supuestamente conocía bien a su madre, empieza a dar signos de enfermedad. Sus pulmones están llenos de polvo y su estado empeora cada día que pasa. La fiebre pronto se apodera de él ... Ahí es cuando el segundo personaje principal de la película, Max (Max Eduardo Bautista Uchasara), entra en escena, una especie de "vagabundo celestial", que sobrevive en las afueras de la ciudad, rodeado de árboles, rocosos picos y cascadas, entre visiones y cánticos, trances meditativos y exorcismos intercesores en alianza con las fuerzas de la naturaleza. Es una especie de fenómeno que desciende regularmente a los barrios más pobres de la ciudad, donde es recibido con amabilidad y bromas suaves ("date un baño", "¿cuántos habitantes viven en tu cabeza?"). Porque en la tierra de Pachamama, la diosa madre tierra de la cosmogonía andina, la gente realmente cree en los rituales de purificación y en alejarse de los espíritus malignos ... ¿Pero será suficiente para salvar a Elder?
Creando un sorprendente nivel de química entre el profundo realismo documental y la fascinante ficción (principalmente jugando con las sombras y la granularidad de la imagen, pero también entregándose a uno o dos vuelos hacia la fantasía más pura y dos segmentos de baile emocionantes pero totalmente inesperados, Kiro Russo impone su brillante personalidad cinematográfica y su tan original don para transmitir atmósferas, pero también infunde a la película un claro deseo de resistir la violencia resultante de los fracasos de la civilización ("nunca arrodillarse", "los corazones de los luchadores"). Sin duda, es un artista digno de ser seguido en su futura carrera.
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