Crítica: "Reinas", recuerdos de una infancia con miedo a irse

por © Cineuropa-NOTICINE.com
"Reinas"
"Reinas"
Por Giorgia Del Don-Cineuropa

El tercer largometraje de la directora suizoperuana Klaudia Reynicke, "Reinas" (2024) nos lleva hasta el pasado, hasta una Lima de principios de los años 90 magistralmente retratada. La película, estrenada a nivel mundial en la competición World Cinema Dramatic del Festival de Sundance, premiada en la sección Generation de la Berlinale y proyectada en la Piazza Grande de Locarno, es una película íntima y deslumbrante basada en los recuerdos de cuando la directora era solo una niña que, como sus personajes, se vio obligada a abandonar su Lima natal.

Reynicke ya demostró tener un remarcable talento para reconstruir —con minucioso detalle— mundos domésticos cargados de historia en "Love Me Tender", pero este don se manifiesta de forma todavía más poderosa en "Reinas". Su tercer largometraje, ambientado en 1992, gira en torno a una familia —formada por dos hermanas, Lucia (Abril Gjurinovic) y Aurora (Luana Vega), su madre Elena (Jimena Lindo), su "abuelita" (Susi Sánchez) y su explosivo padre Carlos (Gonzalo Molina)— que afronta la dolorosa partida a Estados Unidos de Lucia, Aurora y Elena. Por si fuera poco con la necesidad de huir de la inseguridad de un país a la deriva y el miedo a abandonar sus reconfortantes costumbres, las jóvenes hermanas también tendrán que aceptar la idea de hacerse mayores.

"Reinas" constituye una película parcialmente autobiográfica de paso a la adultez que se nutre literalmente de la atmósfera de los años que retrata, con sus ropas de colores y sus grandes cabelleras, sus casas llenas de objetos que pocos sabrían utilizar a día de hoy y sus historias de amor —todavía— no virtuales. Con aparente suavidad, la película recupera recuerdos, sensaciones, música e incluso olores que parecían haber quedado congelados en el tiempo, como esperando el momento adecuado para renacer.



Klaudia Reynicke, que abandonó su tierra natal a los diez años, conserva recuerdos y situaciones de su ciudad natal que ahora solo existen en el corazón desgarrado de alguien que los vivió con la sensibilidad de una niña. Es precisamente esta sensibilidad, así como la negativa a evaluar las situaciones con racionalidad y la tendencia a dejarse abrumar por una marea de emociones difíciles de definir, lo que la directora expresa a través de su largometraje. Como dice el padre de Lucia y Aurora al final de la película, "las niñas en realidad no quieren quedarse, lo que pasa es que tienen miedo de irse".

Aunque los peligros del caos social y político que marcó Perú a principios de los 90 son más que evidentes para los adultos, para la adolescente Lucia y su hermana Aurora, que aún es una niña, las razones de su marcha no están tan claras, ya que la vida no es más que un juego para ellas. Sin embargo, tal y como aprenden cuando las detienen por atreverse a saltarse el toque de queda, el peligro puede estar oculto, pero no por ello es menos real. Las dos protagonistas, que se muestran incapaces de resignarse a dejar atrás su vida despreocupada y emprender el camino hacia la edad adulta, se aferran a una vida cotidiana que se les va escapando de las manos poco a poco.

A pesar de las dificultades inherentes a la desastrosa situación política de Perú de aquellos años —mostradas en la cinta desde la perspectiva de Lucia y Aurora, sin profundizar en las causas—, el verdadero protagonista de la película es el calor humano que reina en esta familia. Por su parte, la banda sonora —formada tanto por piezas de la época como por tres canciones originales compuestas (e interpretadas) por la propia directora junto con Gioacchino Balistreri— se posa sobre las imágenes como una capa de polvo sobre una foto familiar abandonada en una cómoda.

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