Crítica: "Hamburgo", un thriller incómodo con destellos de brillantez
- por © NOTICINE.com
Por Santiago Echeverría
El español Lino Escalera construye en "Hamburgo" un relato opresivo sobre personajes atrapados en los márgenes de una Costa del Sol degradada. La película, que evita cualquier atisbo de romanticismo, se sumerge en un mundo de prostitución, tráfico de personas y adicciones, donde la esperanza es una moneda escasa.
Jaime Lorente encarna a Germán, un exadicto que trabaja como conductor para una red criminal. Su interpretación, contenida pero cargada de desamparo, contrasta con la intensidad de Ioana Bugarin como Alina, una mujer que busca escapar de su realidad sin saber cómo. Roger Casamajor completa el triángulo principal con un Cacho ambiguo, tan protector como peligroso. Los tres personajes orbitan alrededor de un mismo vacío: la imposibilidad de huir de vidas que no eligieron.
El film acierta en su atmósfera asfixiante, reforzada por una fotografía analógica granulosa que enfatiza la sordidez de los escenarios. Las secuencias en locales de alterne y coches nocturnos transmiten una claustrofobia deliberada, casi física. Sin embargo, "Hamburgo" tropieza en su ritmo. La insistencia en ciertos silencios y repeticiones narrativas, aunque coherente con el estancamiento de sus protagonistas, termina por diluir la tensión en lugar de potenciarla.
El guion explora con crudeza temas como la explotación y la redención fallida, pero se resiste a profundizar en ellos. Hay momentos de gran fuerza dramática —como los diálogos entre Germán y Cacho— que chocan con escenas demasiado esquemáticas, donde los personajes se reducen a arquetipos del cine negro. La subtrama de Alina, pese al trabajo notable de Bugarin, queda en ocasiones eclipsada por la centralidad de Germán, lo que desequilibra el peso emocional de la historia.
"Hamburgo" no es una película fácil. Su crudeza visual y emocional la convierten en un ejercicio incómodo, casi agotador. Acierta al retratar una realidad descarnada, pero falla al no trascenderla. El resultado es un thriller con destellos de brillantez —especialmente en sus actuaciones— que, pese a su potencia inicial, se pierde en sus propias contradicciones. Es, en definitiva, una película valiente, pero que podría haber sido más contundente.
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El español Lino Escalera construye en "Hamburgo" un relato opresivo sobre personajes atrapados en los márgenes de una Costa del Sol degradada. La película, que evita cualquier atisbo de romanticismo, se sumerge en un mundo de prostitución, tráfico de personas y adicciones, donde la esperanza es una moneda escasa.
Jaime Lorente encarna a Germán, un exadicto que trabaja como conductor para una red criminal. Su interpretación, contenida pero cargada de desamparo, contrasta con la intensidad de Ioana Bugarin como Alina, una mujer que busca escapar de su realidad sin saber cómo. Roger Casamajor completa el triángulo principal con un Cacho ambiguo, tan protector como peligroso. Los tres personajes orbitan alrededor de un mismo vacío: la imposibilidad de huir de vidas que no eligieron.
El film acierta en su atmósfera asfixiante, reforzada por una fotografía analógica granulosa que enfatiza la sordidez de los escenarios. Las secuencias en locales de alterne y coches nocturnos transmiten una claustrofobia deliberada, casi física. Sin embargo, "Hamburgo" tropieza en su ritmo. La insistencia en ciertos silencios y repeticiones narrativas, aunque coherente con el estancamiento de sus protagonistas, termina por diluir la tensión en lugar de potenciarla.
El guion explora con crudeza temas como la explotación y la redención fallida, pero se resiste a profundizar en ellos. Hay momentos de gran fuerza dramática —como los diálogos entre Germán y Cacho— que chocan con escenas demasiado esquemáticas, donde los personajes se reducen a arquetipos del cine negro. La subtrama de Alina, pese al trabajo notable de Bugarin, queda en ocasiones eclipsada por la centralidad de Germán, lo que desequilibra el peso emocional de la historia.
"Hamburgo" no es una película fácil. Su crudeza visual y emocional la convierten en un ejercicio incómodo, casi agotador. Acierta al retratar una realidad descarnada, pero falla al no trascenderla. El resultado es un thriller con destellos de brillantez —especialmente en sus actuaciones— que, pese a su potencia inicial, se pierde en sus propias contradicciones. Es, en definitiva, una película valiente, pero que podría haber sido más contundente.
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