Crítica: "Lolita", crónica esperanzada de una segunda oportunidad
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Por Santiago Echeverría
La redención siempre ha sido un elemento recurrente en el cine. Cometemos constantemente errores y al tocar fondo pedimos segundas (o terceras, cuartas...) oportunidades. En "Lolita", el nuevo y más maduro trabajo del mexicano afincado en California desde su infancia Jorge Xolalpa, su protagonista tiene mucho avanzado: Sus objetivos están muy claros, el primero recuperar a su hija, encontrar el amor y llevar una vida "normal". No le resultará fácil.
En un paisaje cinematográfico a menudo saturado de historias familiares convencionales, emerge "Lolita", estrenada este domingo en el Festival de San Antonio, como un destello de humanidad a la vez cruda y poética. Más que una simple narrativa de reinserción, la película teje un tapiz íntimo y desgarrador sobre la lucha por la dignidad en los márgenes de la sociedad estadounidense.
El corazón de la película late con la actuación conmovedora de Alexis Vázquez como Jesús, un hombre gay que sale de la cárcel tras nueve años de sentencia por delitos relacionados con drogas y prostitución. Su objetivo es sencillo en su anhelo, monumental en su dificultad: reconstruir su vida y reconectar con su joven hija, que lleva el mismo nombre que dá título a la película. Xolalpa sitúa esta odisea personal en los barrios obreros de Los Ángeles, un escenario que se convierte en un personaje más, testigo silencioso de los obstáculos sistémicos y el peso aplastante del estigma que Jesús enfrenta. Aquí, ser un exconvicto y gay no son meras etiquetas, sino barreras tangibles que la película explora con una franqueza lírica y necesaria.
La fuerza de "Lolita" reside en su compromiso inquebrantable con la perspectiva de los invisibilizados. Es una película que mira sin juzgar, que humaniza donde otros estereotipan. La relación entre Jesús y un policía hastiado, interpretado con matices por un actor tan experimentado como frecuentemente mal aprovechado, Eric Roberts, sirve como un poderoso contrapunto sobre la posibilidad de conexión y empatía en lugares inesperados. Esta dinámica subraya el tema central de la película: la lucha feroz por ser visto como una persona completa, no definida únicamente por sus errores pasados o su identidad.
Técnicamente, la película trasciende sus limitaciones. Filmada con recursos mínimos en un tiempo asombrosamente breve, demuestra el dominio de Xolalpa para crear intensidad emocional y autenticidad a través de un estilo visual crudo pero deliberado. La banda sonora original, fruto de una colaboración de larga data con Ralf Lichtenberg, no solo acompaña, sino que profundiza la atmósfera, añadiendo capas de melancolía y esperanza. La presencia de un tema original compuesto e interpretado específicamente para la historia por Regina del Carmen refuerza su mensaje.
Puede achacársele primar los diálogos, una teatralización como fórmula de asentar la decisión del personaje y su capacidad para superar tanto el peso de un doloroso pasado de excesos y marginalidad, por encima de la acción, pero hay que admitir que esas conversaciones de Jesús con su hermano (Plutarco Haza), el humano agente de la condicional, que tiene su contrapunto en el abusivo funcionario de empleo, la terapeuta que le trata, y el joven del que se enamora, son las que hacen avanzar la historia.
"Lolita" evita delirios autorales de los que tan llenos están los festivales. Su narrativa es sincera, directa y accesible. Es un retrato profundamente conmovedor de la paternidad en circunstancias adversas, una reivindicación del amor incondicional y una prueba irrefutable de que la resiliencia humana puede florecer incluso en los suelos más áridos. Xolalpa ha forjado una historia que parte de la oscuridad para devenir luminosa, que no solo conmueve, sino que desafía y amplía nuestra comprensión de la redención, la identidad y el vínculo inquebrantable entre un padre y su hija. En definitiva, un canto esperanzado a las segundas oportunidades.
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La redención siempre ha sido un elemento recurrente en el cine. Cometemos constantemente errores y al tocar fondo pedimos segundas (o terceras, cuartas...) oportunidades. En "Lolita", el nuevo y más maduro trabajo del mexicano afincado en California desde su infancia Jorge Xolalpa, su protagonista tiene mucho avanzado: Sus objetivos están muy claros, el primero recuperar a su hija, encontrar el amor y llevar una vida "normal". No le resultará fácil.
En un paisaje cinematográfico a menudo saturado de historias familiares convencionales, emerge "Lolita", estrenada este domingo en el Festival de San Antonio, como un destello de humanidad a la vez cruda y poética. Más que una simple narrativa de reinserción, la película teje un tapiz íntimo y desgarrador sobre la lucha por la dignidad en los márgenes de la sociedad estadounidense.
El corazón de la película late con la actuación conmovedora de Alexis Vázquez como Jesús, un hombre gay que sale de la cárcel tras nueve años de sentencia por delitos relacionados con drogas y prostitución. Su objetivo es sencillo en su anhelo, monumental en su dificultad: reconstruir su vida y reconectar con su joven hija, que lleva el mismo nombre que dá título a la película. Xolalpa sitúa esta odisea personal en los barrios obreros de Los Ángeles, un escenario que se convierte en un personaje más, testigo silencioso de los obstáculos sistémicos y el peso aplastante del estigma que Jesús enfrenta. Aquí, ser un exconvicto y gay no son meras etiquetas, sino barreras tangibles que la película explora con una franqueza lírica y necesaria.
La fuerza de "Lolita" reside en su compromiso inquebrantable con la perspectiva de los invisibilizados. Es una película que mira sin juzgar, que humaniza donde otros estereotipan. La relación entre Jesús y un policía hastiado, interpretado con matices por un actor tan experimentado como frecuentemente mal aprovechado, Eric Roberts, sirve como un poderoso contrapunto sobre la posibilidad de conexión y empatía en lugares inesperados. Esta dinámica subraya el tema central de la película: la lucha feroz por ser visto como una persona completa, no definida únicamente por sus errores pasados o su identidad.
Técnicamente, la película trasciende sus limitaciones. Filmada con recursos mínimos en un tiempo asombrosamente breve, demuestra el dominio de Xolalpa para crear intensidad emocional y autenticidad a través de un estilo visual crudo pero deliberado. La banda sonora original, fruto de una colaboración de larga data con Ralf Lichtenberg, no solo acompaña, sino que profundiza la atmósfera, añadiendo capas de melancolía y esperanza. La presencia de un tema original compuesto e interpretado específicamente para la historia por Regina del Carmen refuerza su mensaje.
Puede achacársele primar los diálogos, una teatralización como fórmula de asentar la decisión del personaje y su capacidad para superar tanto el peso de un doloroso pasado de excesos y marginalidad, por encima de la acción, pero hay que admitir que esas conversaciones de Jesús con su hermano (Plutarco Haza), el humano agente de la condicional, que tiene su contrapunto en el abusivo funcionario de empleo, la terapeuta que le trata, y el joven del que se enamora, son las que hacen avanzar la historia.
"Lolita" evita delirios autorales de los que tan llenos están los festivales. Su narrativa es sincera, directa y accesible. Es un retrato profundamente conmovedor de la paternidad en circunstancias adversas, una reivindicación del amor incondicional y una prueba irrefutable de que la resiliencia humana puede florecer incluso en los suelos más áridos. Xolalpa ha forjado una historia que parte de la oscuridad para devenir luminosa, que no solo conmueve, sino que desafía y amplía nuestra comprensión de la redención, la identidad y el vínculo inquebrantable entre un padre y su hija. En definitiva, un canto esperanzado a las segundas oportunidades.
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