Crítica: "Sintió algo verdadero", memoria, paisajes y fracturas familiares
- por © Escribiendocine-NOTICINE.com

Por Juan Pablo Russo
En "Sintió algo verdadero", Manuel Salomón narra la fractura entre dos hermanos en la Patagonia, entrelazando el presente con registros en Super 8 en una película filmada a lo largo de diez años e inspirada en la vida de Rafael Pinedo.
La Patagonia se impone como escenario y memoria. Entre montañas, maderas y piedras, el presente se entrelaza con fragmentos en Super 8 de los años sesenta y setenta, como si lo vivido hubiera quedado incrustado en el paisaje y regresara una y otra vez para recordarle a los personajes que nada se borra del todo.
La trama gira en torno a la herida entre dos hermanos. Diálogos interrumpidos y silencios cargados de tensión marcan un vínculo quebrado que se resiste a recomponerse, un conflicto íntimo que atraviesa toda la narración.
Inspirada en la vida del escritor Rafael Pinedo, la película intenta articular lo íntimo con lo colectivo, lo personal con lo territorial. Más que un relato cerrado, se propone como un tránsito: una deriva en la que los recuerdos familiares y los paisajes dialogan, dejando huellas que oscilan entre lo real y lo mítico.
El elenco encabezado por Nicolás Yaya, Pablo Sigal y Katia Szechtman mantiene la tensión dramática, aunque el resto de las interpretaciones carece de la misma solidez y resquebraja la continuidad del conjunto. Esa irregularidad, junto a una puesta en escena forzada en algunos pasajes y a la fragmentación del relato, impide que la película logre una conexión plena con el espectador y la deja en un terreno más contemplativo que vivencial.
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En "Sintió algo verdadero", Manuel Salomón narra la fractura entre dos hermanos en la Patagonia, entrelazando el presente con registros en Super 8 en una película filmada a lo largo de diez años e inspirada en la vida de Rafael Pinedo.
La Patagonia se impone como escenario y memoria. Entre montañas, maderas y piedras, el presente se entrelaza con fragmentos en Super 8 de los años sesenta y setenta, como si lo vivido hubiera quedado incrustado en el paisaje y regresara una y otra vez para recordarle a los personajes que nada se borra del todo.
La trama gira en torno a la herida entre dos hermanos. Diálogos interrumpidos y silencios cargados de tensión marcan un vínculo quebrado que se resiste a recomponerse, un conflicto íntimo que atraviesa toda la narración.
Inspirada en la vida del escritor Rafael Pinedo, la película intenta articular lo íntimo con lo colectivo, lo personal con lo territorial. Más que un relato cerrado, se propone como un tránsito: una deriva en la que los recuerdos familiares y los paisajes dialogan, dejando huellas que oscilan entre lo real y lo mítico.
El elenco encabezado por Nicolás Yaya, Pablo Sigal y Katia Szechtman mantiene la tensión dramática, aunque el resto de las interpretaciones carece de la misma solidez y resquebraja la continuidad del conjunto. Esa irregularidad, junto a una puesta en escena forzada en algunos pasajes y a la fragmentación del relato, impide que la película logre una conexión plena con el espectador y la deja en un terreno más contemplativo que vivencial.
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