Retrato de Martín y Soler

Imanol Arias protagonizará biopic del músico Vicente Martín y Soler

27-IX-06

Vicente Martín y Soler puede ser un desconocido para el público en general por más que una de las salas del Palau de la Música de Valencia lleve su nombre, aunque no para los conocedores de la música del siglo XVIII. Es por ello que la Generalitat Valenciana ha decidido impulsar su figura en el bicentenario de su muerte, con una película que tendrá como protagonista a Imanol Arias.

Como parte de la iniciativa del gobierno autonómico para recuperar la memoria de los personajes más relevantes de la historia española, ha comenzado a tomar forma un proyecto que reflejará vida y obra de Martín y Soler, nacido en Turia el 18 de junio de 1754, quien contó con el favor de algunas de las cortes más refinadas de Europa, pero que el tiempo no le dio el reconocimiento que merecía, siendo apenas nombrado en las biografías sobre Wolfgang Amadeus Mozart para aclarar la expresión "Bravi, cosa rara" de "Don Giovanni". En los últimos tiempos ha crecido el interés por rescatar la obra de este artista también conocido como Martíni lo Spagnolo, que falleció en 1806 y fue autor de "Una cosa rara", "Il tutore burlato" y "La Capricciosa Corretta", entre otras.

El compositor cobrará vida en el celuloide de la mano de Arias, quien en la presentación a la prensa de esta cinta comentó: "Estamos hablando de un sueño y queremos hacerlo realidad en la figura de Martín y Soler. No podemos hablar de él como un desconocido sino como un personaje que ha tenido poca iluminación y con esta obra pretendemos darle la luz que se merece".

Arias, quien se encuentra protagonizando la octava temporada de la serie "Cuéntame", afirmó ser un admirador de la obra del músico levantino, dado su amor por la ópera. "Vamos a intentar plasmar lo que tenía de mediterráneo, sabiendo que su historia no es la de una biopic de chico conoce chica y se enamoran, sino la de uno de los grandes de la historia de la composición", adelantó el intérprete. Parte de su trama reflejará la mezcla de admiración y rivalidad con Mozart.

Con un presupuesto estipulado en 1.800.000 euros, la producción correrá a cargo de Indigomedia (que compartirá la tarea con el grupo Juan Andreu y Tabalet estudios), que se ha especializado en trabajos de época como "Entre naranjos", de Josefina Molina; "Severo Ochoa", de Sergio Cabrera, o "Arroz y tartana", de José Antonio Escrivà.

Miguel Perelló dirigirá este largometraje, que se realizará "en grabación digital de forma íntegra durante las ocho semanas de rodaje, del cual un 60 por ciento tendrá lugar en Valencia y el resto en las ciudades en las que vivió". Algunos de esos lugares son Nápoles, Viena y San Petersburgo.
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Su belleza visual

Entrevista a Verónica Chen, directora de "Agua"

26-IX-06

Una historia de héroes anónimos. Así gusta definir la realizadora argentina Verónica Chen a su segundo largometraje, "Agua", el cual acaba de debutar en las salas de su país con elocuentes críticas, que contrastan por completo con la recepción que tuviera su primer film, "Vagón fumador", del cual parece haberse alejado por completo con este trabajo, cambiando el paisaje urbano de Buenos Aires por la fragosa naturaleza, la noche por el día y el cemento por el agua.

Goyo (Rafael Ferro) es un hombre que necesita cerrar cuentas con el pasado. Supo ser un gran campeón de natación en aguas abiertas, pero un caso de dóping empañó su gloria y lo forzó al retiro. Un buen día decide salir de su ostracismo, de esa vida huraña que se impuso y retornar a la ciudad. En su camino se cruza Chino (Nicolás Mateo), un joven próximo a ser padre, bastante perdido, que no es capaz de explotar todo el potencial que posee como nadador. Al encontrarlo, Goyo se reconoce en Chino y entabla una relación mentor-discípulo con el objetivo de que le ayude a recuperar su buen nombre en la inminente carrera Santa Fe-Coronda, tradicional maratón de 57 kilómetros.

"Agua" es fácilmente una de las cintas con más belleza visual del cine argentino. Como buena parte del denominado "nuevo cine argentino", sus diálogos son escuetos, pero a diferencia de sus compañeras generacionales, sus silencios se transforman en imágenes de una sutileza, elegancia y precisión pocas veces vistas en el cine nacional, que incluyen tomas subacuáticas. Ello es resultado del extremo cuidado y planificación de Chen, quien se rodeó de reputados profesionales como la directora de fotografía francesa Sabine Lancelin (colaboradora habitual del portugués Manoel de Oliveira) y de Matías Mesa (operador de steadycam de películas como "Elephant", "La puta y la ballena", "El aura" o "Babel"), para plasmar en celuloide la poética del héroe que busca su redención y la capacidad de superación del ser humano.

- "Agua" se puede decir que es el contrapunto a "Vagón fumador", ¿Fue una decisión conciente el rodar algo totalmente opuesto a su opera prima?
Sí, fue muy conciente. Ahora que están las dos terminadas, uno puede verles muchas conexiones y cosas en común, pero mi intención había sido ir en la dirección opuesta. Ahora estoy pensando en otras posibles películas y quiero ir en otro sentido, que es bastante natural también porque vos tardás tanto entre una película y otra, que mientras hacés la posproducción de una, ya estás pensando en la próxima. Cuando empecé a escribir "Agua" quería hacer un cine más narrativo, trabajar con actores profesionales porque me di cuenta que era algo muy placentero y que te aportaba muchísimo, y quería que fuera una historia bien sólida. Viéndola ahora a la distancia, hay cosas que a uno se le escapan, hay un gusto determinado por contar la película de una manera particular. Yo no conté la película tradicionalmente, porque no me interesa. La limitación es también el gusto. Siempre va a pasar eso. Sí ratifico que es un placer trabajar con actores por lo que aportan, lo que se les ocurre. Uno escribe, y el personaje está en el papel, en tu imaginación, pero no tiene forma, no tiene cuerpo. Hay un momento que es mágico, que es cuando definís que un actor va a ser tal personaje y tiene un cuerpo, una cara y habla de determinada manera. Existe, es real. Y eso pasa incluso antes de ser filmado, en los ensayos, en las lecturas...Es maravilloso.

- ¿Nunca pensó entonces en utilizar deportistas que pudieran actuar, en lugar de actores profesionales que debieran prepararse físicamente?
Yo trabajé con una directora de casting y la primera pregunta fue: '¿Usamos actores profesionales o no profesionales? Profesionales'. Entonces ahí ya sabíamos que no queríamos deportistas y teníamos una limitación. Hicimos un casting de tres meses. Pero desde el comienzo tuve mi coranzoncito con Rafael y Nicolás.

- ¿Qué características tenían ellos que le hacían destacar del resto?
Rafa había sido deportista, así que esa parte estaba cubierta, aunque había que entrenar un poquito. Con Nico era la mayor dificultad porque no nadaba nada, pero es un actor increíble, que tiene la capacidad de imitar cualquier cosa. No es que va a ganar una carrera Nico, pero para la cámara es perfecto. Y lo logró con disciplina, con trabajo, con esfuerzo. Entrenó seis meses para el papel, fue a gimnasia, tuvo un preparador físico, un profesor de natación, tomó complementos vitamínicos para desarrollar el cuerpo, imitar millones de gestos que lo hicieran creíble, iba a los clubes y veía como se movían, iba a las cafeterías para escuchar cómo hablaban...Fue diferente con los dos, pero nunca sentí que hubiese una limitación, al contrario. Sentí que lo mejor que tenía Nico, que es su capacidad plástica, hizo que fuera más creíble y mejor que trabajar con un nadador, que son además gente parca, que no habla, que le ponés una cámara adelante y es terrible porque no tienen el espectáculo incorporado como otros deportistas, como pueden ser los futbolistas o tenistas. El caso de Rafa, todo lo que tenía ya como jugador de squash y toda la disciplina que eso le había dado, se lo puso a su personaje.

- En el cine argentino actual no se abordan temas relacionados con el deporte, y si buscamos en el pasado la mayoría se refieren a la pasión por el fútbol, ¿Por qué se interesó por narrar un mundo poco cercano para la gran mayoría, que es asimismo tan personal?
Yo nadé hasta los 14, 15 años, aunque también estudié otras cosas. Uno se alimenta de memorias, de recuerdos, y creo que quedó ahí como un mundo que sabía que era interesante, al que podía volver. Me interesaba contar ese mundo privado de ellos. Más que nada pasaba por cómo se relacionaban con los afectos, quería ahondar en eso. Pensaba cómo gente tan encerrada en sí misma puede después conectarse. Porque por más que tengan una familia, como es el caso de Chino, están dentro de una burbuja aún dentro de ese entorno afectivo. Siempre hay una cuestión impenetrable o un punto de difícil acceso. Pueden estar rodeados de muchísima gente y, sin embargo, ser solitarios. Creo que un poquito que la profesión los deforma pero por alguna razón eligen esa profesión. Es como que dicen: 'En este elemento fluyo. Me siento bien'. También me interesaba el otro costado de Goyo, que no era un nadador al principio, cuando pensé la historia, era simplemente la imagen de alguien que volvía manejando por una de esas rutas largas y solitarias al lugar de donde se había ido, pero no sabía lo que tenía atrás; aunque sí que había algo oscuro, algo avergonzante.

- ¿La historia se podría desarrollar en otro tipo de ámbitos?
Sí, podrían haber sido jardineros, por ejemplo. A mí me gustan estos seres que en otro contexto podrían ser ídolos o héroes. Pero nadie los ve, nadie sabe que existen y ni ellos mismos le dan demasiada dimensión a esto. Lo hacen porque quieren, porque les gusta, porque algo les lleva a hacer eso y ponen todo ahí. La gratificación es cero, excepto esta cuestión interna. Es sobre esas personas que se caen y se levantan. Yo creo que el país está lleno de gente así. A mí eso es lo que me gusta, la lucha pequeña. Quería alejarme de la cuestión exitista. El día que perdió Argentina en el Mundial era tristísimo y eso te contagia, pero hay otro mundo, hay otro país, hay otra gente...gente que tiene la misma dimensión heróica, pero que nadie le presta atención. Creo que esto se repite en muchos ámbitos. Hay una competencia feroz que excede la natación o el deporte, en la realidad de todos los días.

- ¿Puede ser aplicable esto a los directores de cine?
Absolutamente, hay un grado de competencia muy fuerte. Lo veo ahora. Tener que estrenar, conseguir una sala...Es una carrera de caballos y hay gente apostando. Y uno corre. Con suerte tenés un jockey, un guía, que te dice: 'para acá, para allá'. Y a vos te ponen en la cancha y corrés. Después hay mucha, mucha gente apostado: 'a este le va bien, a este mal, a este le voy, a este no...'.

- Visualmente la película es sorprendente y pareciera que hay detrás un gran presupuesto, lo cual siendo cine argentino no es factible, ¿Cómo se logró ello?
Con muchísimo ingenio. Lo que tuvimos fue mucha preparación. Cuando los recursos son limitados, hay que prepararlo más; igualmente eso pasa en todas las películas, el dinero nunca alcanza, a Terry Gilliam no le alcanza...Siempre es más y hay cosas que no se pueden hacer y siempre sucede algo. Acá lo que hacíamos era pensar en los imprevistos. Teníamos tres tipos de filmación: tierra, agua turbia y agua transparente. Tierra es cuando los personajes se mueven en un ámbito cotidiano, donde no se sienten cómodos, entonces usábamos una cámara estática, planos fijos, para transmitir la dificultar que tienen ellos de conexión. En el río, como no ven, se filmó siempre por fuera o si se sumergían no se veía nada. En la piscina todo es movimiento y como ellos ven, optamos por rodar todo desde adentro con cámaras subacuáticas. Me parece que está bien balanceado. Fue divertido porque fue hacer todo por primera vez. En el río construimos una plataforma donde montamos las grúas porque necesitábamos mucha estabilidad; para mantener la proporción de cámara del personaje lo sujetábamos con arneses...Era probar cosas todo el tiempo. En la piscina era otra dificultad porque filmábamos en el Cenard y ahí entrenan los nadadores profesionales, entonces no podíamos hacer lo que deseáramos, ahí era la realidad la que te limitaba, no la naturaleza. Además el tipo de toma que quería requería colocar un carro de 50 metros -que es demasiado- sobre un fondo que no es uniforme, así que había que nivelar el fondo de la piscina y eso tardaba dos días. Obviamente no queríamos sacar y poner el carro, así que se tenía que quedar sumergido en el agua por cuatro días y por más que teníamos seguro, nos dieron un carro de la Segunda Guerra Mundial, que era muy difícil de mover. Eso, más nuestras limitaciones, ya que no éramos el equipo de Spielberg, no teníamos motor de arrastre, entonces teníamos un sistema de poleas gigantes para arrastrar ese carro y lo arrastraban dos personas enorme de cada lado. Además, tenía que ser absolutamente simétrico, porque si el carro se adelantaba al nadador o el nadador al carro, no servía. Tenía que ser exacto por el tipo de planos que buscaba.

- ¿Nunca pensó en sacrificar algún plano dada la dificultad?
Es que veíamos el material de lo que estábamos haciendo y nos estimulaba mucho a todos. Incluso los chóferes de los camiones, que como eran los más corpulentos del equipo tenían que arrastrar el carro estaban felices y nos decían: 'esto no quedó muy bien, hay que hacerlo de nuevo'. Eso era muy lindo. Los planos los habíamos elegidos de antemano y teníamos que lograrlos. Matías Mesa, que era el encargado de las tomas sub-acuáticas, era muy positivo y siempre buscaba soluciones.

- "Agua", como muchos films argentinos, cuenta con coproducción extranjera, en este caso de Francia, ¿Es indispensable hoy en día el aporte extranjero para realizar una película en Argentina?
Si bien es súper importante lo que tenemos y lo que logramos hasta ahora, es decir, sin Ley de Cine, no existe el cine nacional, sí creo que estamos manejándonos con presupuestos que se desfasaron. No se puede hacer una película con solo aportes argentinos, porque tenemos poco. Gracias a Dios tenemos el Instituto de Cine (INCAA), pero después no tenemos aportes privados como los canales de televisión. No existe el concepto de inversión. No puede funcionar como en Europa, donde muchas películas se financian con un adelanto del distribuidor, que está subsidiado, entonces recupera. En la Argentina no se puede pedir al distribuidor que además de lo que tiene que invertir para promocionar y lanzar la película, también invierta. Es suicida. Entonces no hay muchos caminos y uno empieza a buscar las cosas afuera. Pero también te agota. En este caso tuve la suerte de que mi productor francés se arriesgó también a hacer un aporte personal, con su empresa, que no lo cubre ningún fondo, ni la taquilla, ni las ventas.

- ¿Qué tan diferente es el estreno de este film, con respecto al primero?
Es muy diferente. Tan diferente como filmar una y la otra. Pasamos de una película chiquita, que en realidad cuando la estábamos haciendo no sabíamos si iba a ser un largo o no, era otro momento del país, una película independiente absolutamente. "Vagón fumador" fue una aventura. Después se terminó, tuvo su recorrido. Si uno mira a la distancia y no sabe esas cosas, piensa que tuvo una estructura normal de filmación, pero la verdad es que éramos una banda de hippies. Ahora "Agua" es absolutamente diferente, tiene un elenco más conocido, técnicamente es muy compleja, fueron años de rearmar el proyecto, un poco por la historia y otro por conseguir la financiación y los fondos para que sea posible porque no era una película que se podía achicar. Incluso en un momento lo tenía cajoneado porque pensé que era imposible y me estaba dedicando a otra cosa. Pero me llamaron de una residencia en París, que organiza el Festival de Cannes, para terminar el guión allá durante cinco meses. Ahí conocí productores y cerré la co-producción, sin haber armado la producción argentina. Fue tan diametralmente opuesta, que ahora con el estreno lo estoy notando. Con "Vagón..." era muy inconsciente, creo que como todos los que hacíamos cine en esa época, 2001-2002. Con el tiempo uno aprende a qué cosas hay que prestarle atención y dedicación.

- ¿A qué cosas hay que prestarle atención y dedicación?
A saber que es importante lo que pasa el día del estreno, si genera interés antes de que llegue a las salas. A que la parte de la exhibición es una parte más del proceso de hacer una película. Es muy difícil estrenar, sobre todo porque hay mucho cine argentino. En este momento del año hay 30 películas argentinas esperando estrenarse y hay que elegir el mejor sistema, el que le conviene a cada uno. Para mí lo importante siempre es hacerla, pero es verdad que la exhibición, como no depende de una cuestión artística, uno no tiene demasiado control sobre ello y puede decidir mucho menos. Pero creo que no hay ningún director al que le resulte indiferente lo que le pase con su película, todo el mundo quiere exhibirla, mostrarla en una sala o en treinta. Uno hace la película para que otro la vea.
© Cynthia M. García (Argentina)-NOTICINE.com
Dorronsoro

Iñaki Dorronsoro escribe sobre su opera prima, "La distancia"

26-IX-06

Por Iñaki Dorronsoro (*)

"La distancia" es un relato intimista que cuenta la historia de un joven boxeador, Daniel, atormentado por la culpa, y su relación con Raquel, una mujer con un pasado difícil.

La atracción que siento por el género de suspense ha hecho que el guión se acerque en cada reescritura a una intención de cine negro.

Durante el proceso de las reescrituras del guión es cuando han surgido personajes como Guillermo, policía corrupto y coprotagonista de la historia, que chantajea a Daniel para asesinar. Hemos transformado a Daniel en un boxeador, utilizando este deporte como metáfora de su dolor interno, y creado una relación paterno filial difícil e intensa con su entrenador.

En definitiva, combates, persecuciones, intriga, múltiples localizaciones... Todos los elementos que confluyen en un thriller y que se intentan evitar en una ópera prima por su complejidad narrativa y de producción.

El casting, como en la mayoría de las películas, fue nuestra primera dificultad. Grandes actores, y primeras elecciones, como José Coronado, en el papel de Guillermo o Federico Luppi, en el del entrenador, fueron entrando al proyecto y aguantando con fidelidad algunos retrasos de rodaje. Intérpretes de la talla de Lluis Homar, Carlos Kaniowsky o Julio Vélez aceptaron los papeles propuestos. Ya sólo quedaba la elección de Daniel, protagonista masculino y Raquel, su pareja en el guión. Lo que pensábamos que iba a ser una búsqueda fácil se transformó en algo muy complejo. El tono sórdido y explícito con el que se trata el personaje de Raquel y la exigencia física para el papel del boxeador, hizo que el proceso de este reparto se prolongara más de seis meses. Amado Cruz, director de casting de la película, dio con ambas soluciones; Belén López y Miguel Ángel Silvestre, dos actores sin apenas experiencia cinematográfica, que han superado con mucho nuestras expectativas. Seis horas diarias de entrenamiento de boxeo, durante toda la preparación, han convertido a Miguel Ángel en un púgil más que creíble.

Un reparto que es, en definitiva, una muestra de generosidad por parte de todos los actores, por aceptar este proyecto en el caso de los consagrados y por el nivel de entrega y esfuerzo en el de los noveles.

Con respecto al estilo visual de la película, mi intención y la del equipo artístico, es la de no huir del concepto de género y aceptar muchas de sus convenciones visuales. Claroscuros, huida del día y preponderancia de la noche, tonos en escala de grises que se alejan de los colores primarios... material con el que se siente particularmente a gusto mi director de fotografía Daniel Aranyo y que con la experiencia de Gabriel Carrascal y Clara Bilbao, decoración y vestuario respectivamente, intentamos llevar a buen puerto.

El maquillaje toma una relevancia extrema en una película donde los impactos de los combates tienen que ser representados con todo el realismo posible. José Antonio Sánchez, uno de los mejores maquilladores de nuestro cine, se encarga de ello.

(*): Iñaki Dorronsoro es autor del cortometraje "Jaque por una dama" (1989) y, en 1992, produce, escribe y dirige el mediometraje "El ojo del fotógrafo". Desde entonces, ha escrito y dirigido varios documentales y making-ofs, además de trabajar como coordinador del programa de TVE Versión Española de 1999 a 2003. "La distancia", que se estrena este viernes, es su primer guión de largometraje y su primera realización.
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Mike Vogel

El español Álvaro de Armiñán debuta como director con un thriller internacional

25-IX-06

Luego de trabajar durante varios años como asistente de dirección, a Álvaro de Armiñán le llega el turno de debutar en el largometraje con un thriller para adolescentes, que será protagonizado por actores estadounidenses y contará con un reparto internacional, en el que se cuentan varios españoles.

"Mamba" es el título de esta opera prima de De Armiñán, que comenzará a dirigir a partir del próximo lunes en el País Vasco, por un tiempo estimado en ocho semanas. Con guión de Roderick y Bruce Taylor ("The Brave One", de Neil Jordan) y Antonio Cuadri ("El corazón en la tierra"), la película se adelanta como una cinta de suspense protagonizada por jóvenes, los cuales deberán sufrir todo tipo de penurias de un mal intangible y luchar desesperadamente por sus vidas.

Un grupo de estudiantes, amantes del surf, descubren un antiguo juego, que lleva por nombre "Mamba". Rápidamente deciden utilizarlo, desconociendo que este es un juego satánico, donde aquel que pierde, sufre una terrible muerte.

Eliza Dushku (estrella de la serie "Tru Calling") y Mike Vogel ("Poseidón") son los protagonistas de esta película, siendo acompañados por la alemana Naike Rivelli ("Casanova") y los españoles Gary Piquer ("León y olvido", "La fiesta del chivo"), Alex O'Dogherty ("Alatriste") y Martxelo Rubio ("Eres mi héroe").

De Armiñán fue asistente de dirección en "Carne trémula" y "Todo sobre mi madre", de Pedro Almodóvar; "Leo", de José Luis Borau; e "Intacto", de Juan Carlos Fresnadillo, entre otras producciones.
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Madeinusa

Chile y Perú nominan a "En la cama" y "Madeinusa" para el Oscar

25-IX-06

Otros dos países latinoamericanos ya han resuelto la disyuntiva de elegir a sus correspondientes representantes para luchar por una nominación al Oscar en el próximo año. Chile y Perú se han inclinado por "En la cama" y "Madeinusa", respectivamente, dos de las cintas más premiadas en festivales internacionales.

"En la cama", de Matías Bize, ha sido seleccionada por Chile tanto para representar al país en el Oscar como en el premio Goya. Un jurado de notables se ha encargado de realizar la elección, que se limitó a un grupo de ocho largometrajes: "En la cama", "Se arrienda", de Alberto Fuguet; "Horcón al sur de ninguna parte", de Rodrigo Gonçalves; "El Baño", de Gregory Cohen; "Fuga", de Pablo Larraín; "La Sagrada Familia", de Sebastián Campos; "Kiltro", de Ernesto Díaz y "El rey de los huevones", de Boris Quercia.

El impecable guión que logra resolver con éxito un film que se desarrolla en una habitación y las actuaciones de Blanca Lewin y Gonzalo Valenzuela como una pareja que se entrega al placer de la carne, conquistaron al jurado. El realizador se mostró feliz con esta representación, admitiendo que confía más en la posibilidad de conseguir un Goya, que un lugar entre los cinco aspirantes al Oscar.

Por su parte, "Madeinusa", de Claudia Llosa, narra la historia de una joven que vive en un pueblo perdido del altiplano peruano. "Es algo que me toma de sorpresa, hemos trabajado duro todos para sacar adelante 'Madeinusa' y representar al Perú", dijo la realizadora desde España, donde se encuentra preparando su segundo film, agregando: "Esperemos con fe que la película pueda superar el dificilísimo siguiente escalón, condiciones para lograrlo tiene, y así llegar por fin a la soñada nominación".

En días previos Brasil y Cuba desvelaron que serán representados por "Cinema, aspirinas e urubus", de Marcelo Gomes y "El Benny", de Jorge Luis Sánchez.

Para ser elegibles a la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera, los postulantes deben haberse proyectado en salas comerciales entre el 1 de octubre de 2005 y el 30 de septiembre de 2006, siendo exhibidos por al menos siete días consecutivos.
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