Diarios de motocicleta

Drexler hace público su desagrado por quedar fuera de la gala del Oscar

25-II-05

El uruguayo Jorge Drexler manifestó mediante un comunicado su malestar con la organización de los premios Oscar, por haberlo ignorado a la hora de elegir el modo de interpretar su nominada canción "Al otro lado del río", que se incluye en "Diarios de motocicleta", que finalmente cantará Antonio Banderas acompañado por Carlos Santana.

Drexler señaló que, obviamente, le hubiera gustado cantar a él mismo su canción "Al otro lado del río" o que al menos "la producción de la gala de los Oscar me consultara acerca de cómo presentarla en vivo, cosa que nunca ocurrió. Tampoco se han puesto jamás en contacto conmigo para comunicarme sus decisiones".

"Puede que para los productores de la ceremonia de los Oscar una canción no sea más que una oportunidad para lograr un índice de audiencia determinado, pero a mi modo de ver, una canción es antes que nada un hecho artístico y debería haber sido tratada como tal", afirmó Drexler, agregando que su canción fue nominada "a partir de una voz y un sonido determinados que no se verán representados en la ceremonia".

Sin embargo, el músico afincado en España destacó la actitud de Banderas, de quien piensa que "ha mostrado una gran elegancia en esta incómoda situación, manifestando su disposición para que las cosas se desarrollen con el respeto y la consideración que la canción, la película y su equipo realizador merecen".

Para concluir, Drexler dijo: "Estoy muy contento con mi nominación y no voy a renunciar a esta alegría por mis diferencias de criterio artístico con la producción de un programa masivo de televisión. Asimismo, me gustaría pensar que esta circunstancia puede impulsar un debate cultural acerca de qué significa ser un artista latino, al margen de guetos, estereotipos y preconceptos".
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Portada de GQ

Gael García Bernal es elegido uno de los diez mejores actores por GQ

24-II-05

La revista estadounidense GQ ha publicado en su nueva edición un Top-Ten con los diez mejores actores de nuestra generación, es decir, los diez intérpretes en actividad de la generación joven que consideran que poseen el mayor talento; donde se incluyó a dos latinos: el mexicano Gael García Bernal y el puertorriqueño Benicio del Toro.

Sin duda la presencia de García Bernal es el hecho más significativo para el cine latino, ya que el mexicano ha forjado su carrera con películas de la región, a diferencia de Del Toro, que trascendió a través de las cintas de Hollywood. Precisamente GQ destaca el valor de García Bernal de embarcarse en empresas más pequeñas y arriesgadas como son los films latinos, en lugar de dejarse seducir por las producciones hollywoodienses. También elogian su seguridad para tomar roles difíciles y ambiguos como el de "Y tu mamá también" y "La mala educación", que los jóvenes actores de Estados Unidos no se habrían atrevido a interpretarlos.

El resto de la lista elaborada por GQ se completa con Russell Crowe -quien aparece en la portada de este número-, Johnny Depp, Don Cheadle, Jim Carrey, Leonardo DiCaprio, Nicolas Cage, John C. Reilly y el inglés Clive Owen. El más joven de este ranking es García Bernal con 26 años, mientras que el más veterano es Carrey con 43 años.
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Gente de pueblo

Humberto Solás recibe el Premio Nacional de Cine cubano

24-II-05

El conocido realizador Humberto Solás ("Lucía", "Un hombre de éxito", "Miel para Oshún"...), quien desde hace tres años es fundador y presidente del Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara, ha obtenido el Premio Nacional de Cine 2005 en su Cuba natal, "por sus aportes durante las últimas cuatro décadas a la filmografía nacional".

El cineasta cubano recibió la noticia del premio en España, donde realiza la posproducción de su más reciente filme "Gente de Pueblo", un fresco de la vida cotidiana en un barrio periférico de la capital cubana, que se espera se estrene en la Gala de Clausura del III Festival de Gibara, en abril de 2005.

El jurado, presidido por el escritor Jaime Sarusky, Premio Nacional de Literatura 2004 en Cuba, reconoció "los méritos suficientes" de la obra de Solás y le otorgó el más importante galardón anual de la cinematografía en la isla.

El Premio Nacional de Cine fue instituido en Cuba en 2003, año en que fue otorgado al fundador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Alfredo Guevara. Su segundo receptor resultó el cineasta Julio García Espinosa, también fundador del ICAIC y director de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños.

Habanero nacido en 1941, Humberto Solás participó en numerosos cortos y documentales antes de hacer el mediometraje "Manuela" (1967-68) y el largo "Lucía" (1970), al que siguieron otros filmes como "Un día de noviembre" (1974), "Cantata de Chile" (1977), "Cecilia" (1981-82), "Un hombre de éxito" (1988), "El siglo de las luces" (1992) y "Miel para Oshún" (2001).
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Promoción en un programa japonés

Cinta animada argentina se estrena en Japón

23-II-05

Un hecho por demás particular tendrá lugar este 26 de febrero, cuando la película de animación argentina "Mercano, el marciano", opera prima de Juan Antín, sea lanzada en Tokio, la auténtica cuna de este género.

El estreno de "Mercano el marciano" en territorio nipón no es solo un episodio significativo para la animación latina, sino también para la cinematografía toda de la región, por ser Japón un mercado de difícil ingreso para las producciones que no pertenecen a Hollywood.

Si bien sus dibujos pueden atraer a los niños, "Mercano, el marciano" es una cinta destinada a un público adolescente y adulto, que ironiza sobre las grandes corporaciones que manejan el mundo y la propia realidad argentina, ya que Mercano es un marciano que llega a Buenos Aires buscando venganza y termina luchando por su vida. Esta cinta fue recibida con elogios por la crítica argentina y francesa en el momento de su estreno.

Antín actualmente se encuentra trabajando en la preproducción de su próxima película titulada "Los dioses de lata", una visión de la colonización de América desde el punto de vista de los indios.
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Cabrera Infante

Cabrera Infante, In Memoriam: Adiós al amigo Caín

23-II-05

Por Alberto Duque López

Guillermo Cabrera Infante estuvo en Bogotá en marzo de 1980 durante pocos días, suficientes para presentar una novela y su película "Vanishing Point" a un grupo de asombrados estudiantes que no quería creer, en la penumbra del cine México, que ese hombre de lentes gruesos y redondos, pelo largo entrecano, bigote y perilla, aire tímido y un acento cubano que nunca lo abandonaba, fuera el mismo autor de una de las grandes maravillas de la literatura latinoamericana, "Tres Tristes Tigres", tan inmensa e imborrable como "Cien años de soledad" o "Conversación en la catedral" o "Pedro Páramo" o "Rayuela" o "La muerte de Artemio Cruz".

A la salida del cine México nos fuimos caminando por la calle 22, hacia un restaurante español, La Barra, acompañados entre otros por los periodistas Julio Nieto Bernal y Edgard Sierra, y los escritores Roberto Burgos Cantor y Darío Ruiz Gómez. Hablamos de todo, nos separamos una hora y en la noche fuimos convocados por un arroz con coco y una posta de carne preparados por Alix Belia.

La tarde anterior habíamos estado en la universidad de Los Andes, rodeados por centenares de estudiantes, profesores y espectadores fascinados con esa conversación amena, divertida, llena de anécdotas y bromas, juegos y trastocamientos de palabras que convirtieron esa tarde lluviosa en un momento mágico, mientras la nostalgia, sobre todo cuando le preguntaban por La Habana (no por Cuba), se apoderaba de él. Esa noche, precisamente, presentó su novela "La Habana para un infante difunto".

Después nos fuimos a su hotel, nos sentamos en el bar y, por supuesto, le preguntamos por una de las grandes frustraciones de su vida, el guión no filmado de "Bajo el volcán" de Malcolm Lowry, un proyecto en el que estuvo vinculado durante varios años con el mítico Joseph Losey.

En diciembre de 1979, contemplando la sombra del Cristo del Corvovado, en Río de Janeiro, Losey nos confesó que esa era una de sus peores pesadillas, saber que existía un guión perfecto escrito por Caín (así firmaba sus trabajos para Hollywood), y no poder firmarlo por falta de dinero. Esa noche veríamos su "Don Giovanni".

Le repetimos a Cabrera la frase de Losey. Movió la cabeza, sacudió la ceniza del puro, se alisó la chaqueta a cuadros, suspiró y dijo: "Imagínate que la pantalla está completamente negra. Dentro de esa oscuridad, los créditos de la película, breves, apenas para entrar en el tema. Entonces, sin que el espectador lo descubra, la cámara se abre lentamente y cuando desaparece el último crédito descubrimos que estábamos en el interior de una calavera. Así comienza el guión que, según veo, nunca podré filmar con Losey".

Después, se quedó callado. Cinco años más tarde la misma historia con guión de Guy Gallo sería filmada por un cansado y aburrido John Huston, para quien México, lo mismo que para Ambrose Bierce, era una forma sutil de eutanasia.

Cabrera estuvo varios días en Bogotá en ese marzo de 1980, presentó su hermosa novela, habló con varios grupos de estudiantes, concedió muchas entrevistas, durmió poco, no se quejó de la altura de la ciudad, comió platos colombianos, conoció gente interesante que lo adoraba y luego se marchó, dejando una estela de humo.

De ahí en adelante nos encontraríamos en otros lugares, sobre todo en una ciudad que compartíamos en nuestros afectos y recuerdos, San Sebastián, en el País Vasco, escenario de dos de nuestros mejores encuentros.

El primero, una mesa redonda sobre la novela negra con participación de Manuel Vásquez Montalbán, la eterna Patricia Highsmith, Samuel Fuller, Orlando Mora, Cabrera, Manuel Puig y Mario Vargas Llosa además de varios críticos españoles (espero que la memoria, afectada por el dolor no deseche involuntariamente nombres importantes de esa cita). Un encuentro durante el cual Cabrera soltó con sorna su tesis sobre "el folletín y el folletón" y las implicaciones sociales y culturales de esa novela negra que en los ochenta se abría nuevos caminos entre los europeos. El segundo encuentro fue menos tumultuoso y concurrido.

En uno de los restaurantes del monte Igueldo que protege a San Sebastián. Estábamos, como siempre, con Miriam Gómez, sentados en un elegante restaurante de "nouvelle cuisine". Platos más grandes… bajo platos grandes… bajo platos más pequeños hasta llegar al principal con las distintas muestras de comida, diminutas, ornamentales, con poco sabor...

Quedamos insatisfechos. Cabrera miró sus platos, contempló el hermoso paisaje sobre la Concha y descubrió con sus ojos de chino que, por el camino que sube el monte, lentamente, iba un hombre con su carrito de perros calientes. Llamó al camarero, le dijo que le hiciera señas al otro y cuando por fin alcanzó la cumbre, compartimos lo que para Cabrera y Miriam Gómez se convirtió en una maravilla: un perro caliente grueso y jugoso y caliente, colocado con finura sobre un plato que estaba sobre otro plato que estaba sobre otro plato.

Nos vimos en otras ocasiones, siempre relacionados con el cine, maravillados con las entrevistas que uno repasaba en los libros preparados por Luis Harrs, Rita Guibert o Eligio García Márquez quien se convirtió en uno de los asiduos en su apartamento de Londres.

Se reía cuando le contaba que en 1968 su novela "Tres Tristes Tigres" había cambiado la vida de toda una generación de escritores con su humor negro, con su irreverencia, con su sentido musical del lenguaje, con su visión del sexo, y sobre todo con su sentido absoluto de la libertad. También se reía cuando le contaba que, cuando teníamos quince años, ibamos dos veces a la peluquería en Barranquilla, en la costa Caribe (una expresión que siempre rechazó), solo por leer sus artículos en la revista "Carteles" adornados con unas rubias despampanantes. Se reía, cerraba más los ojos de chino y decía que nosotros lo que queríamos era ver las tetas de las modelos.

Sostuvimos una complicidad grata y distante, alimentada por un pacto doble que supimos mantener: con Cabrera nunca hablábamos de política cubana, y con los amigos cubanos (Pastor Vega, Jesús Díaz, Ambrosio Fornet, Senel Paz , Jorge Fraga y los demás) nunca tocamos el lado político del otro. Funcionó.

Habrá que repetir las dos versiones de "Vanishing Point", 1971 y 1997; repasar sus artículos llenos de resentimiento y amargura sobre Cuba; sus libros hermosos y lúcidos, los literarios y los cinematográficos si es que cabe alguna separación… recordar su acento muy cubano, su olor a tabaco, su aire cansado en los festivales, sus ojos cerrados por el humo mientras escuchaba alguna impertinencia y saber que no podremos olvidarlo, por encima de cualquier diferencia política, literaria o religiosa.
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