Polvareda mediática por las alusiones políticas en los Goya
- por © Redacción-NOTICINE.com
3-II-03
Las páginas de los diarios españoles estaban este lunes repletas de referencias a los Goya, pero más que los premios en sí (la ceremonia tuvo lugar el sábado en la noche y las segundas ediciones del domingo recogieron en algunos casos ya el palmarés), de lo que se escribe es de las repercusiones políticas de una gala fuertemente reivindicativa, en la que se habló mucho contra la guerra en Irak y se crítico abiertamente al Gobierno. La mayor parte de los diarios dedican espacios editoriales y columnas de opinión de sus articulistas a lo que algunos consideran "uso indebido de un acto retransmitido por televisión" y otros "un libre derecho a la discrepancia y la libertad de expresión".
Vamos a reproducir en primer lugar fragmentos de algunos de los editoriales de los diarios de este lunes:
ABC (Madrid): "Lo que menos falta le hacía al cine español era una gala como la que en la noche del sábado sirvió para exhibir poco más que el rencor y el sectarismo de un grupo de profesionales, más interesado en aprovechar las posibilidades de un programa de televisión en directo y en abierto que en buscar soluciones a la crisis que sufre. Más allá del bochornoso espectáculo ofrecido por quienes recibieron el encargo de organizar y conducir la ceremonia y la dejadez de la cadena que permitió que su señal fuera manipulada tan burdamente, la Academia del Cine sigue mostrando, trece años después de la creación de sus premios anuales, una misteriosa incapacidad para ofrecer un guión inteligente, divertido, útil y seductor para tal ocasión. (...) La entrega de los Goya constituyó la metáfora que explica por qué el cine español es solemnemente incapaz de conectar, salvo excepciones, con su público natural. Cierta parte de la industria se declara, consciente o inconscientemente -lo cual sería peor-, incapaz de entender a la actual sociedad española. De ahí todo lo demás. Hay una crisis tal vez económica, pero, por lo visto hace unas horas, hay una crisis de mentalidades y de talantes".
EL PERIODICO (Barcelona): "La ceremonia de entrega de los premios Goya, celebrada la noche del sábado en Madrid, se convirtió en un extraordinario alegato contra la guerra, retransmitido en directo por TVE y ante la mirada, se supone que atónita, de la ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo. El mundo del cine dio así una sonora bofetada a la política del Gobierno español, alineada con los planes belicistas de Washington. Que un sector tan relevante coincida de forma unánime en sus críticas indica que se ha abierto una profunda fisura entre los intelectuales y el PP, y que en la sociedad española no ha calado la doctrina de atacar a Irak al margen de la ONU y con unas pruebas que se presumen endebles. Pero la entrega de los Goya no sólo fue un clamor antibelicista. El hecho de que la película triunfadora de la noche, Los lunes al sol, con cinco premios, narre una amarga historia sobre la realidad del paro contribuyó a dar a la ceremonia un tono ácido. La estética alternativa del director de la cinta, Fernando León de Aranoa --con jersey y coleta-- simboliza el viento izquierdista que sopla en el mundo del cine español. Un gremio que una vez más castigó, de forma inmerecida, a Pedro Almodóvar".
EL MUNDO (Madrid): "La gala de los premios Goya se convirtió en una fiesta en contra de la guerra y en contra del Gobierno. Lo curioso es que fue retransmitida íntegra, en la hora de mayor audiencia de un sábado, por la Primera de Televisión Española. Nada que objetar respecto a que cada premiado diga lo que le venga en gana a la hora de celebrar su galardón. Sin embargo, la acumulación de mensajes en el mismo sentido y la forma en que se desarrolló el espectáculo dieron al show un sesgo que en muchos espectadores logró un efecto muy diferente al que pretendía. Es preciso reconocer que la postura contraria a la guerra ha calado muy hondo en la sociedad española. En ese sentido es normal que los artistas punteros de esa sociedad recojan el testigo y proclamen de la forma más rotunda y eficaz que puedan la defensa de esa posición mayoritaria. Resulta, sin embargo, de dudoso gusto ver la imagen de una joven con síndrome de Down, en un corto, con el dedo debajo de la nariz, balbuceando palabras, para decir al final "Aznar". Tampoco parece razonable que trabajadores de Sintel, con sus pegatinas reivindicativas, suban al escenario para afirmar: "El Gobierno ha mentido". La actriz francesa Jeanne Moreau o nuestro Manuel Alexandre dieron una lección de cómo se pueden defender las mismas ideas con cordura y buen gusto. Los tan bien mandados como poco avispados directivos de TVE demostraron su atolondramiento al prestar su plataforma sin haber tenido la precaución -al menos es lo que cabe preguntar- de haberse leído el guión. Un servicio público debe velar siempre, como proclama lógicamente la oposición, por la neutralidad de sus contenidos. Marisa Paredes, la presidenta de la Academia Cinematográfica ha declarado: "No hay que tener miedo a la libertad de expresión ni a la sátira. Lo que hay que tener miedo es al dogmatismo". Visto lo que sucedió en la ceremonia de entrega de los Goya nadie podía haberlo expresado mejor".
Aún fueron más duras las opiniones expresadas por los columnistas de algunos diarios, aunque con alguna excepción, como veremos:
FRANCISCO UMBRAL (El Mundo): "Un cine nacional que es capaz o incapaz de hacer un festival tan aburrido y mediocre no tiene derecho a quejarse de que el cine español va mal, y menos de echarle la culpa al Gobierno. El Gobierno no es artista, ningún gobierno lo es. Hay que pedirles pasta, pero no ideas. Por más que la idea predominante de la noche fue la condena de la guerra de Bush. Condenamos las guerras americanas cuando son las que nos han hecho ganar más dinero, desde Lo que el viento se llevó hasta la cosa de Vietnam, ennoblecida con un poco de Conrad y otro poco de Brando, que está insoportable. Somos un apéndice del imperio cinematográfico americano, pero luego dedicamos nuestros festivales del tema a condenar ese cine y sus guerras. Hay una vieja contradicción entre el rechazo izquierdista de lo americano y el plagio absoluto de América, que va desde las zapatillas deportivas a la manera de hacer festivales o movidas gloriosas. Porque lo de la otra noche no fue sino un nuevo plagio de los Oscar de Hollywood en versión barata y con unos humoristas anónimos que cambian cada año pero son siempre los mismos. Si el personal que hace el cine español es este que luego recoge los premios, no me extraña que la Gran Vía esté desierta de pelis españolas".
MARUJA TORRES (El País): "Hizo bien Marisa Paredes en vestirse, este año, de verde, por si le caía un vómito vecino en el hombro. Cosa que nadie hubiera podido ver, en el caso de haber sucedido, porque el último reducto oficial de la gala del sábado, aparte de cuatro momias en platea, estuvo a cargo del realizador, o del comisario que tenía a su espalda, para alejar la cámara cual transbordador espacial, que en paz descanse, cada vez que los cómicos soltaban una inconveniencia. No hubo forma de ver a la ministra de la cosa escuchando el asunto, supongo que emocionada. (...) Lo más inteligente que el guionista de la ceremonia, Juan Cavestany, perpetró, con la ayuda y complicidad del entero mundazo del cine español, fue aprovechar la plataforma que ofrecía TVE (La Suya: el sábado fue La Nuestra) para elaborar tremendo anuncio de casi cuatro horas lanzado en directo a todos los hogares como réplica a los telediarios que el Ente viene y vendrá suministrando. Ahí la tenéis, hijos míos. En vivo y en directo. Si hasta Penélope Cruz llevaba prendido a la pechera el cartel reglamentario de "No a la guerra"... ¡La mismísima novia de Tom Cruise! Dios, espero que a su vuelta sigan dándole trabajo, y que él la ame todavía y a pesar de todo. (...) Los cómicos, señores y señoras, hicieron el sábado por la noche algo que tenían que hacer: decirnos a qué lado, con quién están. En la lenta y dolorosa ceremonia que tiene lugar en nuestras conciencias, en la recuperación de la moral colectiva, del asco y del pedir cuentas al César, los cómicos y la gente del cine en general se sirvieron del espacio cívico que los Goya les ofrecían, de ese espacio que por ser suyo es también (y éste, verdaderamente, sí) nuestro, y montaron un telediario con la verdad, con la opinión sin miedo, sin censura ni ocultaciones. Un telediario de casi cuatro horas. Toma del frasco. Fue una ceremonia emocionante. Cívicamente emocionante, quiero decir. No de lagrimeo emotivo, ni de autobombo complaciente. Quienes allí estuvieron dieron la cara por todos nosotros, se la jugaron".
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE (ABC): "Fue realmente emocionante y tranquilizador el comprobar que nadie en el cine español, ni uno solo de sus técnicos, actores, directores o guionistas, estaba a favor de la guerra. Y, aunque siempre es conveniente (por guardar las formas) que salga alguna voz en la disidencia, no se hubiera entendido que alguien se colgara pública y ostensiblemente el cartel de: "Sí a la guerra". Ni Santiago Segura, en su versión Torrente, tan políticamente incorrecto, tan simpáticamente psicópata, hubiera sido capaz de eso. El "no a la guerra" es un mensaje claro, positivo, hermoso..., y sólamente lo empañaba el que quedara convertido en pura consigna de una gala. Hubiera bastado, para devolverle al lema su grandeza, el que a alguno de nuestros más imaginativos cineastas se le hubiera ocurrido, también, pedir, por ejemplo, un no al hambre en el tercer mundo. Porque, no es normal que de cien personas solidarias todas pidan un exclusivo no a la guerra y no haya ni siquiera una a la que se le ocurra pedir, qué menos, un no al hambre, y a las injusticias, y al maltrato a la infancia. (...) Se le pelan a uno los cables del pudor al ver que medio mundo premia y elogia a Pedro Almodóvar y a su película "Hable con ella", mientras que aquí se le silencia de un modo ruidosísimo: suena, con perdón, un poco paleto el asunto... Deberíamos ser buenos, agradecidos y comprensivos con Almodóvar, que tanto hace por el cine español y lo español en el mundo".
JOSE LUIS ALVITE (La Razón): "Allá cada cual con sus gustos, pero personalmente creo que la última gala de los premios Goya fue tan poco inteligente y alcanzó tan poca altura de contenido, que jamás se merecería un Goya. Se trataba de la gran fiesta del cine pero se convirtió en un informativo sobre la temida guerra en Irak. No faltaron tampoco alusiones a la debatida crisis en las taquillas y a la falta de apoyos de la Administración. A lo mejor alguna película de bajo presupuesto mejoraba sensiblemente si destinasen a su producción el dinero tan mal gastado en la ceremonia de los Goya, convertida en un monográfico contra el presidente del Gobierno y en un derroche de dudoso humor. El juego de palabras entre "prestigio" y "Prestige" me lo adelantó mi hijo de once años minutos antes de que alguien en la gala recurriese a un chiste al alcance de cualquiera que llevase semanas muerto. (...) Hago votos para que el cine español mejore sus contenidos cinematográficos, aunque sea en detrimento de sus contenidos teatrales. Y si los Goya han de caer en la tentación del mitin, que sea al menos con la ironía y la inteligencia que acreditaron Wyoming y sus compañeros de "CQC". Y después, que vengan las subvenciones, si hay presupuesto para ello. Pero cuidando de que en el asunto del cine español, a lo mejor quien de verdad se merece la subvención es el sufrido espectador".
Las páginas de los diarios españoles estaban este lunes repletas de referencias a los Goya, pero más que los premios en sí (la ceremonia tuvo lugar el sábado en la noche y las segundas ediciones del domingo recogieron en algunos casos ya el palmarés), de lo que se escribe es de las repercusiones políticas de una gala fuertemente reivindicativa, en la que se habló mucho contra la guerra en Irak y se crítico abiertamente al Gobierno. La mayor parte de los diarios dedican espacios editoriales y columnas de opinión de sus articulistas a lo que algunos consideran "uso indebido de un acto retransmitido por televisión" y otros "un libre derecho a la discrepancia y la libertad de expresión".
Vamos a reproducir en primer lugar fragmentos de algunos de los editoriales de los diarios de este lunes:
ABC (Madrid): "Lo que menos falta le hacía al cine español era una gala como la que en la noche del sábado sirvió para exhibir poco más que el rencor y el sectarismo de un grupo de profesionales, más interesado en aprovechar las posibilidades de un programa de televisión en directo y en abierto que en buscar soluciones a la crisis que sufre. Más allá del bochornoso espectáculo ofrecido por quienes recibieron el encargo de organizar y conducir la ceremonia y la dejadez de la cadena que permitió que su señal fuera manipulada tan burdamente, la Academia del Cine sigue mostrando, trece años después de la creación de sus premios anuales, una misteriosa incapacidad para ofrecer un guión inteligente, divertido, útil y seductor para tal ocasión. (...) La entrega de los Goya constituyó la metáfora que explica por qué el cine español es solemnemente incapaz de conectar, salvo excepciones, con su público natural. Cierta parte de la industria se declara, consciente o inconscientemente -lo cual sería peor-, incapaz de entender a la actual sociedad española. De ahí todo lo demás. Hay una crisis tal vez económica, pero, por lo visto hace unas horas, hay una crisis de mentalidades y de talantes".
EL PERIODICO (Barcelona): "La ceremonia de entrega de los premios Goya, celebrada la noche del sábado en Madrid, se convirtió en un extraordinario alegato contra la guerra, retransmitido en directo por TVE y ante la mirada, se supone que atónita, de la ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo. El mundo del cine dio así una sonora bofetada a la política del Gobierno español, alineada con los planes belicistas de Washington. Que un sector tan relevante coincida de forma unánime en sus críticas indica que se ha abierto una profunda fisura entre los intelectuales y el PP, y que en la sociedad española no ha calado la doctrina de atacar a Irak al margen de la ONU y con unas pruebas que se presumen endebles. Pero la entrega de los Goya no sólo fue un clamor antibelicista. El hecho de que la película triunfadora de la noche, Los lunes al sol, con cinco premios, narre una amarga historia sobre la realidad del paro contribuyó a dar a la ceremonia un tono ácido. La estética alternativa del director de la cinta, Fernando León de Aranoa --con jersey y coleta-- simboliza el viento izquierdista que sopla en el mundo del cine español. Un gremio que una vez más castigó, de forma inmerecida, a Pedro Almodóvar".
EL MUNDO (Madrid): "La gala de los premios Goya se convirtió en una fiesta en contra de la guerra y en contra del Gobierno. Lo curioso es que fue retransmitida íntegra, en la hora de mayor audiencia de un sábado, por la Primera de Televisión Española. Nada que objetar respecto a que cada premiado diga lo que le venga en gana a la hora de celebrar su galardón. Sin embargo, la acumulación de mensajes en el mismo sentido y la forma en que se desarrolló el espectáculo dieron al show un sesgo que en muchos espectadores logró un efecto muy diferente al que pretendía. Es preciso reconocer que la postura contraria a la guerra ha calado muy hondo en la sociedad española. En ese sentido es normal que los artistas punteros de esa sociedad recojan el testigo y proclamen de la forma más rotunda y eficaz que puedan la defensa de esa posición mayoritaria. Resulta, sin embargo, de dudoso gusto ver la imagen de una joven con síndrome de Down, en un corto, con el dedo debajo de la nariz, balbuceando palabras, para decir al final "Aznar". Tampoco parece razonable que trabajadores de Sintel, con sus pegatinas reivindicativas, suban al escenario para afirmar: "El Gobierno ha mentido". La actriz francesa Jeanne Moreau o nuestro Manuel Alexandre dieron una lección de cómo se pueden defender las mismas ideas con cordura y buen gusto. Los tan bien mandados como poco avispados directivos de TVE demostraron su atolondramiento al prestar su plataforma sin haber tenido la precaución -al menos es lo que cabe preguntar- de haberse leído el guión. Un servicio público debe velar siempre, como proclama lógicamente la oposición, por la neutralidad de sus contenidos. Marisa Paredes, la presidenta de la Academia Cinematográfica ha declarado: "No hay que tener miedo a la libertad de expresión ni a la sátira. Lo que hay que tener miedo es al dogmatismo". Visto lo que sucedió en la ceremonia de entrega de los Goya nadie podía haberlo expresado mejor".
Aún fueron más duras las opiniones expresadas por los columnistas de algunos diarios, aunque con alguna excepción, como veremos:
FRANCISCO UMBRAL (El Mundo): "Un cine nacional que es capaz o incapaz de hacer un festival tan aburrido y mediocre no tiene derecho a quejarse de que el cine español va mal, y menos de echarle la culpa al Gobierno. El Gobierno no es artista, ningún gobierno lo es. Hay que pedirles pasta, pero no ideas. Por más que la idea predominante de la noche fue la condena de la guerra de Bush. Condenamos las guerras americanas cuando son las que nos han hecho ganar más dinero, desde Lo que el viento se llevó hasta la cosa de Vietnam, ennoblecida con un poco de Conrad y otro poco de Brando, que está insoportable. Somos un apéndice del imperio cinematográfico americano, pero luego dedicamos nuestros festivales del tema a condenar ese cine y sus guerras. Hay una vieja contradicción entre el rechazo izquierdista de lo americano y el plagio absoluto de América, que va desde las zapatillas deportivas a la manera de hacer festivales o movidas gloriosas. Porque lo de la otra noche no fue sino un nuevo plagio de los Oscar de Hollywood en versión barata y con unos humoristas anónimos que cambian cada año pero son siempre los mismos. Si el personal que hace el cine español es este que luego recoge los premios, no me extraña que la Gran Vía esté desierta de pelis españolas".
MARUJA TORRES (El País): "Hizo bien Marisa Paredes en vestirse, este año, de verde, por si le caía un vómito vecino en el hombro. Cosa que nadie hubiera podido ver, en el caso de haber sucedido, porque el último reducto oficial de la gala del sábado, aparte de cuatro momias en platea, estuvo a cargo del realizador, o del comisario que tenía a su espalda, para alejar la cámara cual transbordador espacial, que en paz descanse, cada vez que los cómicos soltaban una inconveniencia. No hubo forma de ver a la ministra de la cosa escuchando el asunto, supongo que emocionada. (...) Lo más inteligente que el guionista de la ceremonia, Juan Cavestany, perpetró, con la ayuda y complicidad del entero mundazo del cine español, fue aprovechar la plataforma que ofrecía TVE (La Suya: el sábado fue La Nuestra) para elaborar tremendo anuncio de casi cuatro horas lanzado en directo a todos los hogares como réplica a los telediarios que el Ente viene y vendrá suministrando. Ahí la tenéis, hijos míos. En vivo y en directo. Si hasta Penélope Cruz llevaba prendido a la pechera el cartel reglamentario de "No a la guerra"... ¡La mismísima novia de Tom Cruise! Dios, espero que a su vuelta sigan dándole trabajo, y que él la ame todavía y a pesar de todo. (...) Los cómicos, señores y señoras, hicieron el sábado por la noche algo que tenían que hacer: decirnos a qué lado, con quién están. En la lenta y dolorosa ceremonia que tiene lugar en nuestras conciencias, en la recuperación de la moral colectiva, del asco y del pedir cuentas al César, los cómicos y la gente del cine en general se sirvieron del espacio cívico que los Goya les ofrecían, de ese espacio que por ser suyo es también (y éste, verdaderamente, sí) nuestro, y montaron un telediario con la verdad, con la opinión sin miedo, sin censura ni ocultaciones. Un telediario de casi cuatro horas. Toma del frasco. Fue una ceremonia emocionante. Cívicamente emocionante, quiero decir. No de lagrimeo emotivo, ni de autobombo complaciente. Quienes allí estuvieron dieron la cara por todos nosotros, se la jugaron".
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE (ABC): "Fue realmente emocionante y tranquilizador el comprobar que nadie en el cine español, ni uno solo de sus técnicos, actores, directores o guionistas, estaba a favor de la guerra. Y, aunque siempre es conveniente (por guardar las formas) que salga alguna voz en la disidencia, no se hubiera entendido que alguien se colgara pública y ostensiblemente el cartel de: "Sí a la guerra". Ni Santiago Segura, en su versión Torrente, tan políticamente incorrecto, tan simpáticamente psicópata, hubiera sido capaz de eso. El "no a la guerra" es un mensaje claro, positivo, hermoso..., y sólamente lo empañaba el que quedara convertido en pura consigna de una gala. Hubiera bastado, para devolverle al lema su grandeza, el que a alguno de nuestros más imaginativos cineastas se le hubiera ocurrido, también, pedir, por ejemplo, un no al hambre en el tercer mundo. Porque, no es normal que de cien personas solidarias todas pidan un exclusivo no a la guerra y no haya ni siquiera una a la que se le ocurra pedir, qué menos, un no al hambre, y a las injusticias, y al maltrato a la infancia. (...) Se le pelan a uno los cables del pudor al ver que medio mundo premia y elogia a Pedro Almodóvar y a su película "Hable con ella", mientras que aquí se le silencia de un modo ruidosísimo: suena, con perdón, un poco paleto el asunto... Deberíamos ser buenos, agradecidos y comprensivos con Almodóvar, que tanto hace por el cine español y lo español en el mundo".
JOSE LUIS ALVITE (La Razón): "Allá cada cual con sus gustos, pero personalmente creo que la última gala de los premios Goya fue tan poco inteligente y alcanzó tan poca altura de contenido, que jamás se merecería un Goya. Se trataba de la gran fiesta del cine pero se convirtió en un informativo sobre la temida guerra en Irak. No faltaron tampoco alusiones a la debatida crisis en las taquillas y a la falta de apoyos de la Administración. A lo mejor alguna película de bajo presupuesto mejoraba sensiblemente si destinasen a su producción el dinero tan mal gastado en la ceremonia de los Goya, convertida en un monográfico contra el presidente del Gobierno y en un derroche de dudoso humor. El juego de palabras entre "prestigio" y "Prestige" me lo adelantó mi hijo de once años minutos antes de que alguien en la gala recurriese a un chiste al alcance de cualquiera que llevase semanas muerto. (...) Hago votos para que el cine español mejore sus contenidos cinematográficos, aunque sea en detrimento de sus contenidos teatrales. Y si los Goya han de caer en la tentación del mitin, que sea al menos con la ironía y la inteligencia que acreditaron Wyoming y sus compañeros de "CQC". Y después, que vengan las subvenciones, si hay presupuesto para ello. Pero cuidando de que en el asunto del cine español, a lo mejor quien de verdad se merece la subvención es el sufrido espectador".