Colaboración: "Igualita a mí", la comedia de la vida

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Suar y Bertotti, en 'Igualita a mí'
Suar y Bertotti, en 'Igualita a mí'
Por Juan Pablo Russo

La comedia no es un género que el cine argentino explote en demasía. Salvo contadas excepciones, son muy pocos los directores que se juegan por un género al que muchos consideran menor y que a la hora de las premiaciones siempre queda marginado. Pero contrariamente, a la hora de sumar espectadores las comedias siempre son las más convocantes y sin duda alguna "Igualita a mí" (2010) no será la excepción. ¿O alguien tiene alguna duda que pasará el millón?

Fredy (Adrián Suar) es un cuarentón que no puede dejar de ser adolescente. Metrosexual, vago, charlatán y mujeriego ve pasar sus días entre peluquerías, mujeres veinteañeras, mucho champán y poco trabajo. A Fredy la vida le dará una sorpresa cuando de la noche a la mañana le aparezca una hija, fruto de una relación casual en su juventud, que además lo convertirá en abuelo. Entre moralinas y aprendizajes, Fredy deberá replantearse su vida e intentar sentar cabeza de una vez por todas.

La nueva película que trae de vuelta a la dirección de cine a Diego Kaplan ("¿Sabés nadar?", 1997) tras trece años de ausencia tiene muchos aciertos, aunque sin duda el más loable es el de la honestidad consigo misma y con el espectador. "Igualita a mí" no pretende más de lo que puede dar, y eso hoy por hoy ya es importante. Con una estructura narrativa que remite a la comedia americana clásica donde el humor se sostiene con el gag rápido y sin demasiadas vueltas, algo que a Suar le sienta muy bien, el film cumple su cometido a rajatablas: entretener y no defraudar.

La primera hora del film nos ofrece momentos que el público agradecerá y que le harán soltar una que otra risotada. Pero en el tramo final se pone en juego la redención del personaje con todo el trasfondo familiar y lo que eso implica. Es ahí cuando la historia empieza a decaer, sobre todo cuando entran en escena el novio y la madre de la hija, virando a la comedia dramática en busca de la emoción cómplice del espectador, al que se le deslizará algún lagrimón. Situación que resulta innecesaria, más aún si tenemos en cuenta cómo estaba planteada la historia hasta ese momento y lo bien que le sentaba.

Adrián Suar hace lo que mejor le sale, que es parodiarse a sí mismo con una memorable escena de baile en bata en un homenaje a Tom Cruise. Dentro de las compañías femeninas es Claudia Fontán quien lleva todas las de ganar con una ductilidad increíble para la comedia, mientras que Florencia Bertotti actúa como una partenaire correcta, aunque por momentos nos recuerda a su personaje de la serie televisiva "Floricienta", algo que se nota le cuesta dejar de lado.

Que "Igualita a mí" va a superar el millón de espectadores en los cines argentinos no cabe la menor duda y aunque podría haberlos superado apostando a mucho menos, el producto se cuidó, buscó contar una historia y no subestimó al espectador, algo que el cine realiza con frecuencia. Una comedia lograda que busca recuperar a un público que rehúye de ver cine argentino. ¿Lo logrará?