Colaboración: Che, el hombre más allá del mito
- por © NOTICINE.com
Por Frank Padrón
"No porque hayas caído/ tu luz es menos alta"
Nicolás Guillén
El documental "Che: un hombre nuevo" (2010, España/Argentina/Cuba) de Tristán Bauer ("Evita, la tumba sin paz"), recién estrenado en Cuba y Argentina, ostenta un rotundo mérito inicial: abordar la figura del mítico Ernesto Guevara, el "Guerrillero Heroico" más allá de esa dimensión, o sea, desde la faceta íntima, personal, humana en el sentido de vislumbrar al hombre fuera de las funciones públicas, la guerra de guerrillas que tanto llenaron su trayectoria o la tribuna desde donde lanzó sus arengas apasionadas y auténticas.
El hecho de que los primeros minutos del film sean ocupados justamente por aquella voz asmática, pausada y hermosa leyendo el poema "Los heraldos negros", de César Vallejo, en una cinta dejada especialmente a la esposa, mientras imágenes de archivo complementan el texto leído, nos adelanta qué rumbos tomará, en buena medida, el discurso fílmico.
En los últimos años se asiste desde el cine a un cierto revival en torno a la figura del legendario argentino internacional; desde la recreación fictiva hemos asistido a las personales lecturas del brasileño Walter Salles ("Diarios de motocicleta", 2004) y al norteamericano Steven Soderbergh (el díptico "Che", 2009) y uno se pregunta por qué.
Será, por una parte, la insistencia de algunos enemigos de su causa empeñados en empañar la dimensión histórica y ontológica del héroe, acusándolo de asesino, en alusión a los ajusticiamientos de los carniceros batistianos durante los primeros años del triunfo revolucionario en Cuba; por otra, quizá, el triste hecho de que la prédica y la praxis guevarianas parecen alejarse de un mundo cada vez más unipolar, globalizado y neo-liberal, en que los anhelos por una sociedad justa y equitativa, un socialismo racional y posible por los que tanto luchó y por los que dio, literalmente su vida, no se vislumbran demasiado.
De cualquier manera, la figura del Che se agiganta desde la pantalla, y el aporte de este nuevo acercamiento rubricado por su coterráneo, partiendo de un guión coescrito junto con Carolina Scaglione (bajo la consultoría de Alfredo Guevara) resulta incuestionable.
Aunque ha incursionado también en la ficción (a mi juicio, con menor fortuna, mediante títulos como "Después de la tormenta" o "Iluminados por el fuego") el argentino Tristán Bauer es sobre todo un avezado profesional en el documental: sus acercamientos no sólo a la compañera de Perón (cuya muerte, más apasionante aun que su vida, desde el peregrinar de su nómada cadáver plasmó de modo admirable en el mencionado título) sino a ese otro mito del imaginario argentino –y ya casi universal- que es Jorge Luis Borges ("Los libros y la noche") o ese otro paisano no menos ilustre (Cortázar).
Como en esas ocasiones, el cineasta procede como paso inicial emprendiendo un riguroso y exhaustivo proceso de investigación: la vida de Ernesto desde su infancia hasta su muerte aparece ampliamente documentada y reflejada en la pantalla, mas, si esas etapas y visiones del hombre público, del revolucionario en pensamiento y acción, su infatigable lucha, su visionario y acendrado antiimperialismo, han sido más o menos divulgadas y por tanto conocidas, algo que debemos agradecer a Bauer es su revelación de ese Che más personal: el lector y escritor incansable durante las pausas en las guerrillas –la Sierra cubana, la selva en Bolivia- o su breve pero intensa labor diplomática por países entonces socialistas o del Tercer Mundo; el autor de tiernas y sinceras cartas a su esposa e hijos; el pensador lúcido, el infatigable intelectual que estableció siempre un diálogo creativo y dinámico con el marxismo que adoptó como filosofía, negado a las copias y las ortodoxias.
Para ello, el director mezcla abundante material de archivo (empleando, por fortuna, buena parte de la mucha filmografía que atesora el ICAIC, coproductor del film) con imágenes actuales de lugares relacionados con la trayectoria del biografiado; los contrastes entre la fotografía en colores (Javier Juliá) y el blanco y negro de las viejos películas, no sólo ofrece una singular plataforma expresiva sino una sensación de continuidad cronotópica, que confirma justamente eso: pese a todos los pesares, la obra del Che prosigue aquí y allá, en el tiempo y el espacio.
En esta mixtura de tiempos y registros, Bauer peca en ocasiones de acumulativo: como amén de la voz, comentarios y discursos del líder se suceden o anteceden los suyos, ello ocasiona cierta saturación en lo hablado, que, dado el no corto metraje del film (110 minutos) y lo sistemático del recurso, puede hacer el trayecto un tanto fatigoso, pero esto se salva ante la fuerza y energía de las imágenes, la inteligente y orgánica mezcla de fuentes, la eficiente edición, el aludido, riguroso "trabajo de mesa" precedente que trasunta la diégesis, y la notablemente incorporada música (tanto la incidental, propiamente creada para la ocasión, a cargo de Federico Jusid, como de canciones ya existentes, como la siempre emotiva "Adagio a mi pais", de Alfredo Zitarrosa, que acompaña los créditos finales).
No hay, ciertamente, propósitos experimentales en "Che...". Ni falta que hace.
La estructura del film, dentro del género, es absolutamente tradicional, sin embargo, demuestra la eficacia y legitimidad que aún hoy, cuando tanto se redimensiona e innova en el mismo, sigue teniendo esa línea, siempre que existan verdades como templos que revelar, que recordar, que confirmar.
"Che: un hombre nuevo" nos alienta a seguir empujando un poco más, día a día, porque aquel ideal, hoy aparentemente extraviado y casi perdido, resucite. No sólo como merecido homenaje a quien lo dio absolutamente todo por conseguirlo, sino por quien predicó con el ejemplo, y fue él mismo, sin lugar a dudas, la prueba de que es difícil pero absolutamente posible.
Este film es también un homenaje, aunque no lo explicite, a esos "hombres que luchan todos los días" que, al decir de otro grande, Bertold Bretch, "son los mejores" , y que tiene en Ernesto Guevara un paradigma inmarcesible. Tristán Bauer lo sabe, así lo ha hecho constar en tan ejemplar testimonio, y nosotros lo certificamos desde el lunetario cómplice.
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"No porque hayas caído/ tu luz es menos alta"
Nicolás Guillén
El documental "Che: un hombre nuevo" (2010, España/Argentina/Cuba) de Tristán Bauer ("Evita, la tumba sin paz"), recién estrenado en Cuba y Argentina, ostenta un rotundo mérito inicial: abordar la figura del mítico Ernesto Guevara, el "Guerrillero Heroico" más allá de esa dimensión, o sea, desde la faceta íntima, personal, humana en el sentido de vislumbrar al hombre fuera de las funciones públicas, la guerra de guerrillas que tanto llenaron su trayectoria o la tribuna desde donde lanzó sus arengas apasionadas y auténticas.
El hecho de que los primeros minutos del film sean ocupados justamente por aquella voz asmática, pausada y hermosa leyendo el poema "Los heraldos negros", de César Vallejo, en una cinta dejada especialmente a la esposa, mientras imágenes de archivo complementan el texto leído, nos adelanta qué rumbos tomará, en buena medida, el discurso fílmico.
En los últimos años se asiste desde el cine a un cierto revival en torno a la figura del legendario argentino internacional; desde la recreación fictiva hemos asistido a las personales lecturas del brasileño Walter Salles ("Diarios de motocicleta", 2004) y al norteamericano Steven Soderbergh (el díptico "Che", 2009) y uno se pregunta por qué.
Será, por una parte, la insistencia de algunos enemigos de su causa empeñados en empañar la dimensión histórica y ontológica del héroe, acusándolo de asesino, en alusión a los ajusticiamientos de los carniceros batistianos durante los primeros años del triunfo revolucionario en Cuba; por otra, quizá, el triste hecho de que la prédica y la praxis guevarianas parecen alejarse de un mundo cada vez más unipolar, globalizado y neo-liberal, en que los anhelos por una sociedad justa y equitativa, un socialismo racional y posible por los que tanto luchó y por los que dio, literalmente su vida, no se vislumbran demasiado.
De cualquier manera, la figura del Che se agiganta desde la pantalla, y el aporte de este nuevo acercamiento rubricado por su coterráneo, partiendo de un guión coescrito junto con Carolina Scaglione (bajo la consultoría de Alfredo Guevara) resulta incuestionable.
Aunque ha incursionado también en la ficción (a mi juicio, con menor fortuna, mediante títulos como "Después de la tormenta" o "Iluminados por el fuego") el argentino Tristán Bauer es sobre todo un avezado profesional en el documental: sus acercamientos no sólo a la compañera de Perón (cuya muerte, más apasionante aun que su vida, desde el peregrinar de su nómada cadáver plasmó de modo admirable en el mencionado título) sino a ese otro mito del imaginario argentino –y ya casi universal- que es Jorge Luis Borges ("Los libros y la noche") o ese otro paisano no menos ilustre (Cortázar).
Como en esas ocasiones, el cineasta procede como paso inicial emprendiendo un riguroso y exhaustivo proceso de investigación: la vida de Ernesto desde su infancia hasta su muerte aparece ampliamente documentada y reflejada en la pantalla, mas, si esas etapas y visiones del hombre público, del revolucionario en pensamiento y acción, su infatigable lucha, su visionario y acendrado antiimperialismo, han sido más o menos divulgadas y por tanto conocidas, algo que debemos agradecer a Bauer es su revelación de ese Che más personal: el lector y escritor incansable durante las pausas en las guerrillas –la Sierra cubana, la selva en Bolivia- o su breve pero intensa labor diplomática por países entonces socialistas o del Tercer Mundo; el autor de tiernas y sinceras cartas a su esposa e hijos; el pensador lúcido, el infatigable intelectual que estableció siempre un diálogo creativo y dinámico con el marxismo que adoptó como filosofía, negado a las copias y las ortodoxias.
Para ello, el director mezcla abundante material de archivo (empleando, por fortuna, buena parte de la mucha filmografía que atesora el ICAIC, coproductor del film) con imágenes actuales de lugares relacionados con la trayectoria del biografiado; los contrastes entre la fotografía en colores (Javier Juliá) y el blanco y negro de las viejos películas, no sólo ofrece una singular plataforma expresiva sino una sensación de continuidad cronotópica, que confirma justamente eso: pese a todos los pesares, la obra del Che prosigue aquí y allá, en el tiempo y el espacio.
En esta mixtura de tiempos y registros, Bauer peca en ocasiones de acumulativo: como amén de la voz, comentarios y discursos del líder se suceden o anteceden los suyos, ello ocasiona cierta saturación en lo hablado, que, dado el no corto metraje del film (110 minutos) y lo sistemático del recurso, puede hacer el trayecto un tanto fatigoso, pero esto se salva ante la fuerza y energía de las imágenes, la inteligente y orgánica mezcla de fuentes, la eficiente edición, el aludido, riguroso "trabajo de mesa" precedente que trasunta la diégesis, y la notablemente incorporada música (tanto la incidental, propiamente creada para la ocasión, a cargo de Federico Jusid, como de canciones ya existentes, como la siempre emotiva "Adagio a mi pais", de Alfredo Zitarrosa, que acompaña los créditos finales).
No hay, ciertamente, propósitos experimentales en "Che...". Ni falta que hace.
La estructura del film, dentro del género, es absolutamente tradicional, sin embargo, demuestra la eficacia y legitimidad que aún hoy, cuando tanto se redimensiona e innova en el mismo, sigue teniendo esa línea, siempre que existan verdades como templos que revelar, que recordar, que confirmar.
"Che: un hombre nuevo" nos alienta a seguir empujando un poco más, día a día, porque aquel ideal, hoy aparentemente extraviado y casi perdido, resucite. No sólo como merecido homenaje a quien lo dio absolutamente todo por conseguirlo, sino por quien predicó con el ejemplo, y fue él mismo, sin lugar a dudas, la prueba de que es difícil pero absolutamente posible.
Este film es también un homenaje, aunque no lo explicite, a esos "hombres que luchan todos los días" que, al decir de otro grande, Bertold Bretch, "son los mejores" , y que tiene en Ernesto Guevara un paradigma inmarcesible. Tristán Bauer lo sabe, así lo ha hecho constar en tan ejemplar testimonio, y nosotros lo certificamos desde el lunetario cómplice.
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