Crítica: "Perpetuum mobile", entre el arte y lo mundano

por © Correcámara-NOTICINE.com
'Perpetuum mobile'
'Perpetuum mobile'
Por Déborah Farjí Núñez

A la par de las producciones cinematográficas que continuamente llenan las carteleras de todo el país, se encuentra el video arte haciendo uso del mismo medio pero con un  fin artístico. Uno podría preguntarse si "Perpetuum Mobile" (2009), tercer largometraje del realizador mexicano Nicolás Pereda ("Verano de Goliat", 2010), entra en esta categoría. El videoarte no necesariamente cumple con las convenciones del cine, que generalmente define a las películas como entretenimiento. A su vez, Pereda reconoce que sus producciones -más económicas con respecto a los presupuestos de la realización tradicional- rompen también con los parámetros comerciales.   

Basado en experiencias personales, "Perpetuum..." -ganadora del premio de mejor película mexicana en el Festival de Guadalajara y desde esta semana en la Cineteca Nacional y unas pocas salas mexicanas más- presenta a Gabino un joven de 24 años quien vive con su madre Teresa y trabaja como chofer de mudanzas en la ciudad de México. Así, se vuelve testigo de la vida de otras personas a quien brinda el servicio de mudarse de casa encontrándose con historias extrañas, divertidas, e irracionales.    

La cinta podría considerarse conceptual, de ahí que su estilo de relato rompa con lo “visualmente correcto”, pues sus parámetros espacio-temporales son completamente distintos. Muestra una mirada silenciosa a lo cotidiano con ayuda de largos planos secuencia, poniendo de manifiesto la incomunicación entre las familias y otros vínculos sociales. Según sus propias palabras, el director continúa explorando la relación de los mismos personajes de sus filmes anteriores pero en situaciones distintas. Interroga sin concesiones lo habitual, para desarrollar una reflexión sobre el día a día, que consigue traspasar al público y que resulta inquietante.   

Lo que habría que valorar es si el film es un proyecto verdadero de arte o simplemente una película repleta de situaciones mundanas, con diálogo esporádico, registrados por una cámara que no para de grabar y que lo hace aparentemente sin motivo, obsesionada también con seguir a sus personajes desde atrás solarizando la imagen y dificultando también que ésta se mantenga en foco.   

Sin embargo, tiene el acierto de que sus protagonistas alcancen, por momentos, la soledad pública. Muy por encima de la producción cinematográfica nacional de por lo menos hace 10 años, esta cinta muestra claramente la habilidad de Teresa y Gabino para presentarse privadamente en público, es decir, hacer parecer al espectador que atiende a un asunto privado, algo que a la ficción nacional le hace demasiada falta. Quizá por ello el mismo Pereda afirma que él hace “películas donde sientes, más que piensas, y sientes porque la persona que está ahí también está sintiendo”.

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