Cinecrítica: "El principio de la espiral", con imitación no hay progreso

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'El principio de la espiral'
'El principio de la espiral'
Por Déborah Farjí Núñez

El mexicano Rafael Rangel (Michoacán, 1963) es catalogado como un director con una propuesta visual y artística que difiere de lo convencional por sus temáticas y la forma de abordarlas. Algunos aseguran que centra su trabajo en la exploración de fobias, deseos, frustraciones y esperanzas anidadas en el cerebro humano, tal como lo ha hecho en sus cortometrajes: "Int.19", "Sangre Circular" y "Peces de asfalto".

Sin embargo, el lanzamiento de su primer largometraje "El principio de la espiral" (2010) deja en claro lo que es una simple “llamarada de petate”. La historia se sumerge en los conflictos existenciales de un joven esquizofrénico que parece desdoblar su personalidad dentro de su hostil entorno familiar en el que todos parecen haber perdido el rumbo.  

Es increíble el desatino y la falta de compromiso por parte de los cineastas, (jóvenes y no tan jóvenes) que auspiciados por organizaciones culturales,  fondos para el desarrollo y/o bien ingresos propios, dan vuelo descarado a la producción audiovisual sin asunto, eso sí, disfrazada de intelectualidad.

Disculpe el lector que no sea ésta una crítica sobre un film, porque en esta ocasión, no hubo tal, sino el análisis de aquello que cada vez es más evidente en la producción nacional de bajo y alto presupuesto: contenidos y maneras propias para expresarlos. Por ello, resulta abominable ver como en este caso Rangel se escuda en lo que antes se obtenía de un diccionario enciclopédico y ahora se puede copiar de Wikipedia. Para enumerar:

1. “Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti", (Friedrich  Nietzsche) Frase que poco ilustra, une, muestra y/o significa aquello que el montaje no ofrece, pero “¡ah, cómo embellece!” y que para rematar fuera utilizada en 2007 por la cinta The Flock (Wai Keing Lau, EUA, 2007)

2. El uso de simbolismos obviamente pertenecientes a la obra de David Lynch, por mencionar solamente la imagen de un caballo sacado literalmente de Inland Empire (2006), con la reserva de que en el realizador norteamericano, más allá del entendimiento de sus obras, hay unidad de sentido. Por ello, en la misma tónica que parece gustar al director mexicano, pido atención a lo que Nietzche manifestara también: “La mediocridad es la más feliz de las máscaras que puede usar un espíritu superior, porque el gran número, es decir, los mediocres, no sospechan que en ello haya engaño (…)”

Es una tristeza que habiendo tantas mentes individuales, como seres humanos, se haga uso indiscriminado de la imitación. Los que han estado en este mundo antes que nosotros y han dejado su legado, en este caso, cinematográfico, sirven para nutrirnos, conocer mundos e ideas diferentes, abrirnos nuevos panoramas, un asiento y enseñanza desde la cual un creador pueda realizar su obra. Sin embargo, poco parece importar a quienes levantan una producción por más independiente que ésta sea. En México, el trabajo del equipo técnico y sus resultados no le piden nada a ninguna producción extranjera. Sin embargo, éste no es suficiente para tapar los errores de quien se hace llamar director y presenta un producto vacío, que no cabe en lo absoluto en lo que se consideraría cine contemplativo.  

Por último, sugiero que deje a aquellos que den rienda suelta a su ignorancia y presunción y, estimado lector, ahórrese la entrada en donde se proyecte este audiovisual e invierta su tiempo y dinero en asuntos más provechosos para usted.

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