El maestro de la edición Nelson Rodríguez recuerda a Humberto Solás

por © Corresponsal (Cuba)-NOTICINE.com
Nelson Rodríguez (JR)
Pocas personas aman al cine en Cuba más que Nelson Rodríguez, considerado uno de los montadores o editores más destacados no sólo de su país, sino de toda América Latina, región en la que se ha prodigado por encima de fronteras. Baste decir que su trabajo ha estado relacionado con cineastas internacionales de la talla de "Titón" Gutiérrez Alea, Miguel Littin, Jorge Alí Triana, María Novaro, Marcos Loayza o Patricio Guzmán. Con motivo del 70 aniversario del nacimiento de Humberto Solás, Juventud Rebelde le entrevistó sobre íntima relación profesional y personal, cimentada a lo largo de muchos años.  

Rodríguez recuerda en las declaraciones que su amistad con Solás se desarrolló desde que ambos coincidieron en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), y él edito el primer corto del cineasta, "Casablanca", cuyo negativo se perdió.

"Mis primeros pininos como editor -dice Rodríguez sobre su primer encuentro con el autor de "Cecilia" y "Miel para Oshún"- los realicé con un grupito de tres asistentes de dirección: Humberto Solás, Oscar Valdés y Héctor Veitía. Santiago Alvarez, con esa idea de ir formando a gentes sin experiencia, les daba 400 pies de película de 35 mm para que filmaran notas para el Noticiero ICAIC Latinoamericano. Humberto hizo una, por ejemplo, de cómo funcionaba la Biblioteca Nacional, algo un poco documental, pues se trataba de una noticia, pero ya se notaba la influencia del tipo de encuadre que utilizaba Antonioni: el plano abierto y colocar la figura en un primer plano en un extremo, mientras lo otro, con un fondo, estaba como un poco vacío... Luego rodó otro sobre ese edificio que está en la esquina de la Avenida de los Presidentes y 25, y que es una residencia para estudiantes de Medicina. Eso yo lo editaba descaradamente y luego se lo enseñaba a Mario González, quien me corregía. Por ahí empezó la historia".

"Es muy curioso -sigue diciendo el editor nacido en Cienfuegos-, porque Humberto, quien había participado en la insurrección, en el movimiento de acción y sabotaje del 26 de Julio, en las cosas del cine estaba como en otra galaxia. Así se involucró en proyectos como "Minerva traduce el mar", "El retrato...", que son cortos de ficción. Eran historias que parecía que se desarrollaban en el Paraíso y no en Cuba, pues estaban muy ajenas a la realidad del país. Tal vez porque necesitaba borrar esa vivencia tan dura, porque él se la jugó en aquella etapa en que mataban a cualquiera y te tiraban en la esquina... Pienso yo que fue así. Y a él le dio por el arte. Un año o dos después —creo que a mediados del 64— por una cosa muy loca que pasó aquí, un amigo nos dijo que por 500 pesos cubanos unos barcos mercantes alemanes te llevaban hasta un puerto ubicado en el norte de Alemania, y luego en tren te podías trasladar hasta Berlín, donde podías hacer lo que quisieras. Humberto se embarcó en ese viaje que le permitió conocer Italia, donde la pasó maravilloso, pero también se las vio negras. Su regreso solo fue posible por la ayuda inestimable de Julio García Espinosa. Esa experiencia tan fuerte, con 22 o 23 años, lo preparó para enfrentarse de una manera diferente a la Cuba de entonces y para poder filmar luego el mediometraje "Manuela" y todo lo que vino después".

"Lo otro que comenzó a pasar, a partir de "Manuela" -prosigue-, es que a él no le hacía ninguna gracia estar metido durante horas en el estudio de sonido doblando las películas. Porque eso se podía eternizar. Entonces me dijo: "Ay, Nelson, tú sabes lo que quiero", y me dejó con Adolfo Llauradó y con Adela Legrá... Como quedó de lo más bien, nunca más se empató con el estudio. Con esto te estoy diciendo que casi el 80, 90 por ciento de las cosas las doblaba yo. Con "Lucía" fue la misma historia... Y qué te voy a contar de "Cecilia". Porque no se trataba solo de la película sino también del serial de seis horas; o "Un hombre de éxito", donde Rubens de Falco no hablaba el español...".

Su colaboración profesional no estuvo exenta de algunas desavenencias, que sin embargo no les alejaron en lo personal. "Que conste -comenta Nelson a Juventud Rebelde- que no quiero hablar mal de Humberto, sino que la historia de la edición de "Cecilia" refleja cómo era su carácter. Como sabes, el principio fue la serie, a la cual había que empezarle a quitar para llegar al largometraje. La versión inicial de la película que se estrenó aquí y formó todo aquel lío, duraba cuatro horas. De ahí salió la de Cannes, que tenía un metraje de dos horas 40 minutos; la misma que hubo que reducir a dos horas. En la primera de las cuatro versiones no hubo problemas, pues Humberto estaba muy claro de lo que había que eliminar. La de Cannes era un poco más complicada, pues había una serie de secuencias que él no quería desechar. No obstante, logramos el tiempo exigido. Esa es la que a mí me hubiera gustado que quedara, pero no sucedió, pues la que se convirtió en versión internacional fue la de dos horas. De esa, hermano, no quiso saber nada. “Si tú me quitas la secuencia del reloj ginebrino, no vuelvo más. No me digas nada de ese picotillo que estás haciendo”. Era una secuencia extraordinariamente bien hecha, magistral, pero que duraba ¡13 minutos! Bueno, no quiso ni revisar la película. Dos años después, lo invitaron al estreno de "Cecilia" en Vietnam, ¿y sabes lo que me dijo cuando regresó? Que yo tenía razón, que esa era la mejor versión. Que era perfecta. ¡Dos años después...!  Nada, nuestras discusiones eran normales, como siempre ocurre entre dos personas que trabajan juntas, pero nunca la sangre llegó al río".

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