Daniel Olave escribe sobre "Cuentometrajes"

por © Redacción-NOTICINE.com
El libro editado por Olave
Por Daniel Olave *

El cine se trata de contar historias. Como la literatura. Cuando era niño, no hacía distingo entre ver una película en la televisión, ir al cine, leer un libro o una revista de historietas. Todo lo que fuera un relato, me hablara de historias novedosas, me mostrara otros mundos, hablara de personajes atractivos, lugares desconocidos y aventuras originales, me fascinaba. Y cuando veía una película, que más tarde me enteraba estaba basada en algún libro, de inmediato me surgía el interés por ir a la fuente original. Y si descubría que de algún libro que me había gustado mucho, había además una versión cinematográfica, también sentía ganas de verla.

Cuando hago clases de cine una de las cosas que siempre digo es si alguien quiere alguna vez dedicarse al cine, en la forma que sea, hay dos cosas que son básicas: ver películas y leer.  Y así como los realizadores debieran ser cinéfilos y además, bibliófilos, hay escritores que tienen tantas películas como libros en su cabeza.

Le pregunté a Ariel Dorfman, el famoso autor de "La muerte y la doncella", cuándo comenzó su relación con el cine. Y dejándose llevar por sus recuerdos, me habló de cuando tenía cinco anos,  y vivía en el barrio de Queens, en Nueva York. "Mi papá trajo  una proyectora de cine y una reluciente pantalla sobre las que se fueron dibujando imágenes que, para ese pequeno, eran gigantescas. Fue amor a primera vista, un amor que se profundizó cuando fui a ver mi primera película en una sala de la RKO en Manhattan (tiene que haber sido una de Disney, más que seguro. Un amor que no ha cesado, que invade mis sueños y mi escritura y la forma de fluir y saltar de mis personajes y prosa. Y una consecuencia extraña: no puedo dejar de sospechar que vivo siempre un film, que soy protagonista menor de algún cineasta mayor, me encuentro susurrando música de fondo cuando algo me sucede en forma inesperada, como si Hitchcock o John Ford o Godard se hubieran interesado en mi pequeno destino, en mis deseos de inmortalidad celuloide".

Y resulta curioso, pero en Chile, a veces, pareciera que los escritores fueran más cinéfilos aún que los propios cineastas. Incluso un escritor chileno tan importante como José Donoso -que confesaba no ser muy cinéfilo-, dijo en una entrevista en la revista chilena de cine Enfoque (en noviembre de 1988), que le habría gustado dirigir: "Me encantaría, creo que sería algo apasionante. Creo que el montaje es lo que más me interesa y es la parte más creativa, es lo que le da el ritmo, la forma. Es la parte más parecida a la literatura, es lo que permite que uno pueda "leer" la película".

Leer una película, o hacer cuento o una novela, como si la estuvieran filmando.

Por otra parte, los tres cineastas chilenos más destacados y famosos a nivel internacional: Raúl Ruiz, Miguel Littin y Alejandro Jodorowsky, son o han sido también, escritores, y tienen libros con relatos de ficción publicados en varios países. Ariel Dorfman, uno de los autores antologados en este libro,  me decía hace poco: "mi generación (en la que justo entran Vargas Llosa y Puig) es la primera en que el cine es absolutamente decisivo para su formación, su inmersión, y eso afecta todo".

El grupo de escritores invitados a participar en esta antología tienen eso en común: son escritores tremendamente cinéfilos. Cuyas vidas están llenas de los muchos libros que han leído, pero también, de las películas que han visto. Y aunque hay autores de distintas generaciones, todos tienen en común que se les nota en su escritura cuanto cine han visionado y, también, disfrutado. Pero además, la mayoría no sólo han tenido las películas como inspiración o como temática para su escritura, sino que además han incursionado de alguna forma en el mundo audiovisual.  Son escritores que han sido críticos o comentaristas de cine en la prensa. Como Antonio Skármeta alguna vez en la revista Ercilla, o Alberto Fuguet o Pablo Illanesn en las páginas de El Mercurio o en algún programa de TV. O han sido guionistas. O incluso, directores de cine. Hay varios que han pasado del cuento o la novela, al guión o a estar derechamente, detrás de una cámara.

Para Antonio Skármeta, cuya novela "Ardiente  paciencia" recorrió el mundo convertida en la película "El cartero", la relación entre literatura y cine es amplia. "En la técnica literaria, el concepto de montaje. En la visualidad: preferir el relato con imágenes antes  que con conceptos o ideas".  Pero sobre todo –como  escribe especialmente a pedido nuestro-: "En la acumulación de un tesoro emocional común de imágenes provenientes de películas que son detonadoras de atmósferas y sentimientos compartidos por grandes grupos de lectores"

La idea de este libro es aunar relatos que tienen en común esa sensación compartida por todos los que gustan del cine. De compartir una dimensión habitada por recuerdos de lugares y personas que forman parte de nuestra memoria colectiva y que a veces no somos conscientes que fueron depositadas en nuestra cabeza desde una pantalla.  Referentes que, nadie que  haya visto u oído de John Wayne o "La Guerra de las Galaxias", de Alfred Hitchcock o "Tiburón", puede ignorar.

Todas las historias contenidas en este libro tienen personajes que van al cine, o trabajan en él, o están de alguna manera conectados y, especialmente, obsesionados, con alguna película. Y es que el cine, como la literatura, tiene mucho de pasión, de impulso  febril, que nos hace identificarnos con actores o personajes, con aventuras o dramas, aún a sabiendas que no son reales.

A esos mundos a los que nos transportan los libros y las películas, es al que te queremos invitar. Descubrir el puente que entrelaza todas las historias. Los caminos que nos llevan de una página a la pantalla, de ida y vuelta.

A mí, el cine me acompaña desde que tengo uso de razón. Escribir de cine me pareció siempre un lujo y comencé muy joven, estando aún en la Universidad. Una revista importante a fines de los años ochenta me contrató de crítico de cine a los 20 años.  Me pagaban por ir a ver películas gratis y antes que el resto, parecía un chiste. Y como el que nada sabe, nada teme, me lancé. Antes de trabajar en cualquier otra área del periodismo, empecé con la crítica, al revés que la mayoría.

El cine era una fascinación desde chico. Tengo patente la primera vez que vi el "King Kong" antiguo  y en blanco y negro, junto a mis viejos un viernes en "Noches de Estreno", de Canal 13, como a los diez años. O el impacto de cada película con efectos de Ray Harryhausen que me encontré en la tele. El de la primera vez que luego de una larga fila, pudimos entrar con mi papá al desaparecido cine Windsor a ver por primera vez "La guerra de las galaxias" y de cómo salté en más de una escena, quedando al borde la butaca. O cuando vi "Blade Runner" en su estreno en el cine a los 14 años, dos veces seguidas, aprovechando el rotativo.

Ya en la Universidad, ante la languidez de las clases, la mediocridad de los profesores y la cantidad de tiempo libre debido a protestas y paros, eran 2 o 3 películas al día. O un par de videos y alguna película en un ciclo de cine en lugares como el Teatro UC de la Plaza Ñuñoa, el Normandie cuando estaba en la Alameda, la sala Isidora Zegers de la Facultad de  Artes de la U. de Chile o los institutos binacionales: el francés, el norteamericano,  el español, el alemán, el italiano, el británico. Escribir y ver películas se convirtió en la misma cosa. Hasta hoy.

Todos los que participamos en este libro estamos contagiados con esta enfermedad. Una que nos obliga a mirar libros y leer películas. Y como sabes sino, al igual que en una película de zombies, terminas infectado también. Y después te dan ganas de escribir, o de filmar.

(*): El periodista cinematográfico y escritor chileno Daniel Olave presenta este miércoles en los cines Hoyts de Santiago, a las 19.15, su nueva obra, "Cuentometrajes", una recopilación de relatos hecha por él mismo a partir de cuentos inspirados en el tema del cine, todos realizados por escritores muy cinéfilos. Esos relatos llevan entre otros las firmas de Ariel Dorfman, Alberto Fuguet, Antonio Skármeta, Pablo Illanes, Hernán Rivera Letelier... El libro ha sido editado por Alfaguara.

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