Colombiano César Arbeláez estrena "Eso que llaman amor"
- por Super User
El director antioqueño Carlos César Arbeláez, conocido internacionalmente por su exitosa opera prima "Los colores de la montaña", estrena su segundo largometraje en cines el 1 de diciembre después de su exitoso paso por festivales. "Eso que llaman amor" entrelaza tres historias que se desarrollan en un único espacio, la ciudad de Medellín, y en un mismo tiempo, un Día de la Madre. Un drama psicológico sobre el amor familiar que se aleja de la tradición fílmica del cine colombiano.
"Quería rodar en una ciudad en la que había vivido toda la vida y mostrarla a partir de unos personajes cotidianos", afirmaba el director en una entrevista con la Corporación Cinefilia Medellín. "Como decía el poeta José Manuel Arango: esa ciudad que tanto quiero, esa ciudad que tanto aborrezco".
La cinta ya ha sido presentada en la gala oficial de la 56º edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, y actualmente participa en el Festival FILMAR en América Latina, que se lleva a cabo en Suiza. Pero aún se especula sobre el éxito que pueda tener en salas después de la repercusión de la ópera prima de César Arbeláez "Los colores de la montaña".
Procedente del mundo del cortometraje, el director colombiano se mueve a menudo entre los límites del documental y la ficción para mostrar la realidad que rodea el relato. De hecho, la idea de "Eso que llaman amor" surge a partir de su corto "La Caja" y otros dos guiones que escribe posteriormente: "Me di cuenta de que tenía una unidad de espacio y de tiempo común, así que decidí unirlas", explicó.
Sin embargo, esta propuesta se aleja de su anterior película, que mostraba un espacio rural, para ofrecer el relato de un ambiente urbano y más intimista; la doble cara de Medellín, una ciudad atractiva y espeluznante a partes iguales.
Es una película de ficción donde los personajes se mueven guiados por una realidad y un destino que no pueden abandonar: Camila debe llevarse a casa los restos de su único hijo asesinado, ya que el cementerio será demolido.
Erika se prepara para viajar a España con la ilusión de reencontrarse con su hija (y con una nueva vida); pero antes decide hacer un último servicio a un cliente japonés en un hotel, que le traerá una sorpresa inesperada.
Por último, Marlon y la Muchacha Alegre trabajan en la calle como estatuas humanas, y después de un día de labores, mientras ambos se quitan sus disfraces en el pequeño cuarto de una residencia, cada uno conocerá, no solo el rostro del otro, sino la realidad de sus vidas que terminará por frustrar la relación entre ellos.
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"Quería rodar en una ciudad en la que había vivido toda la vida y mostrarla a partir de unos personajes cotidianos", afirmaba el director en una entrevista con la Corporación Cinefilia Medellín. "Como decía el poeta José Manuel Arango: esa ciudad que tanto quiero, esa ciudad que tanto aborrezco".
La cinta ya ha sido presentada en la gala oficial de la 56º edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, y actualmente participa en el Festival FILMAR en América Latina, que se lleva a cabo en Suiza. Pero aún se especula sobre el éxito que pueda tener en salas después de la repercusión de la ópera prima de César Arbeláez "Los colores de la montaña".
Procedente del mundo del cortometraje, el director colombiano se mueve a menudo entre los límites del documental y la ficción para mostrar la realidad que rodea el relato. De hecho, la idea de "Eso que llaman amor" surge a partir de su corto "La Caja" y otros dos guiones que escribe posteriormente: "Me di cuenta de que tenía una unidad de espacio y de tiempo común, así que decidí unirlas", explicó.
Sin embargo, esta propuesta se aleja de su anterior película, que mostraba un espacio rural, para ofrecer el relato de un ambiente urbano y más intimista; la doble cara de Medellín, una ciudad atractiva y espeluznante a partes iguales.
Es una película de ficción donde los personajes se mueven guiados por una realidad y un destino que no pueden abandonar: Camila debe llevarse a casa los restos de su único hijo asesinado, ya que el cementerio será demolido.
Erika se prepara para viajar a España con la ilusión de reencontrarse con su hija (y con una nueva vida); pero antes decide hacer un último servicio a un cliente japonés en un hotel, que le traerá una sorpresa inesperada.
Por último, Marlon y la Muchacha Alegre trabajan en la calle como estatuas humanas, y después de un día de labores, mientras ambos se quitan sus disfraces en el pequeño cuarto de una residencia, cada uno conocerá, no solo el rostro del otro, sino la realidad de sus vidas que terminará por frustrar la relación entre ellos.
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