Mateo Gil escribe sobre "Proyecto Lázaro"

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Mateo Gil
Por Mateo Gil *     

La primera idea de "Proyecto Lázaro" me vino cuando escribía con Alejandro Amenábar "Abre los ojos", película en la que aparecía el concepto de criogenización. Recuerdo que no podía dejar de preguntarme qué interés tendría la gente del futuro en resucitar a personas de hoy en día, así como qué encaje tendrían esas personas en un tiempo completamente ajeno al suyo.

La idea quedó guardada hasta que en 2008 leí una noticia de prensa en la que se anunciaba que un equipo de científicos había creado un pequeño corazón inyectando células madre en la matriz fibrosa de un corazón de rata, y que ese corazón llegó incluso a latir. Esa noticia me produjo un escalofrío, sentí que debía retomar mi vieja idea. Ese mismo año tomé las primeras notas y en 2009 escribí la primera versión del guión.

Me gusta pensar en "Proyecto Lázaro" como una historia sobre la aceptación de la muerte por reducción al absurdo. No es una película sobre el futuro, ni sobre la tecnología o la medicina. Es una película sobre la vida, sobre el hecho mismo de estar vivo, y sobre la muerte, sin cuya existencia la vida en realidad no tendría ningún sentido. Y es también una película sobre esa vida ideal que nos empeñamos siempre en planear para nuestro futuro y que podría no ser más que una trampa, porque el futuro podría no llegar o llegar distorsionado, porque en cualquier caso llegará en una forma menos satisfactoria de lo esperado.

En este sentido, aunque de manera más sutil, "Proyecto Lázaro" es también una película sobre el deterioro y la vejez, sobre cuán preparados estamos para ella, sobre todo ahora que los avances médicos prometen alargar considerablemente nuestra vida. Porque no es lo mismo alargar la vida que alargar la juventud.

El resultado es un drama de ciencia-ficción con leves toques de terror e inevitables nexos temáticos con "Frankenstein o el moderno Prometeo", de M. Shelley, o "Herber West, reanimador", de H. P. Lovecraft. Pretende ser una especie de viaje al Purgatorio, ese territorio metafórico en el que uno tendría que decidir qué es lo más importante, qué ha sido lo más valioso de su vida. Si aceptamos esta imagen, podríamos decir también que el formato es el de un diario del viaje, pues no sólo está narrado en primerísima persona por el propio resucitado, sino salpicado por sus recuerdos del pasado y por las sensaciones con las que éstos inundan su memoria.

En cualquier caso, "Proyecto Lázaro" aspira a proporcionar una experiencia catártica, de la que el espectador salga positivamente reforzado, sintiéndose afortunadamente vivo y agradecido por los dones que la vida nos ofrece. Especialmente el amor. Y es que, aunque no lo parezca por lo dicho hasta ahora, lo más importante en la película es la trama romántica. Una historia de amor recorre todo el pasado del protagonista y vuelve con fuerza en el presente, para convertirse en el principal vehículo para las reflexiones, para la propia trama y para su resolución final.

(*): El español nacido en Canarias Mateo Gil, ganador de dos Goyas y cómplice de Alejandro Amenábar en sus primeros libretos, estrena esta semana su tercera realización, tras "Nadie conoce a nadie" y el western "Blackthorn". Con un elenco internacional que incluye a Tom Hughes, Oona Chaplin, Charlotte le Bon y Barry Ward, narra la historia de un grupo de médicos que consigue resucitar a un hombre criogenizado (congelado) 60 años atrás.

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