Elio Quiroga escribe sobre el estreno de "La estrategia del Pequinés"
- por © NOTICINE.com
Por Elio Quiroga *
"Las islas tienen un problema. Son como la mala vida, o esos bares peligrosos. Entras fácilmente. Pero salir, eso es más complicado" (Hermann Sommerville).
"La estrategia del Pequinés" es cine negro, y es cine negro español, y además, canario. Resulta muy interesante repasar la crónica negra de estas islas, que es sorprendentemente jugosa, y precisamente eso hizo Alexis Ravelo para escribir la pequeña joya de la literatura negra en la que se basa el guión de este proyecto.
Unas islas aparentemente pacíficas y pequeñas, que los turistas visitan ocasionalmente y en las que nunca pasa nada, ocultan un lado oscuro lleno de secretos inconfesables, crímenes atroces y ciénagas corruptas. Haciendo verdad el viejo adagio que dice "pueblo chico, infierno grande", esta historia nos arroja a lo peor de una sociedad microscópica, en un aparente paraíso turístico que en realidad es para muchos de sus habitantes una prisión rodeada de mar de la que sólo se puede salir por aire; unas tierras lejanas a la metrópoli que lo fueron de destierro, y un espacio abierto a la ficción y la exploración de lo más oscuro del alma humana.
Los personajes de "La Estrategia del Pequinés" se mueven por el mapa urbano de Las Palmas de Gran Canaria, entre sus barrios populares y sus exclusivos hoteles, sus playas urbanas y sus amplios espacios ocultos, en los que se ventilan cuentas pendientes sin que nadie se entere. Dicen que no hay nada más tonto que cometer un delito en una isla, pues salir de ella es siempre complicado. Los que lo dicen olvidan que precisamente una isla puede ser el mejor lugar para cometer el crimen perfecto. La ventaja de estar en mitad del Atlántico es que sirve para ocultar muchas cosas, sobre todo cuerpos de desaparecidos y evidencias delictivas.
Pero "La estrategia del pequinés" no gira (sólo) alrededor de un crimen. Es sobre todo una historia de seres humanos perdidos, de traiciones, de puñaladas en la espalda entre traficantes, de situaciones desesperadas que llevan a solucio-nes más desesperadas aún que a su vez conducen a situaciones más perdidas, hasta que todo estalla en una explosión de violencia y furia.
Al final la carencia de sentido de todo el proceso, queda explicitada, como en toda buena obra del género, en su reducción al absurdo. Como decían los americanos en sus primeras joyas de cine negro de los años 30, "Crime doesn’t pay", el crimen no merece la pena. Bueno, pues para un montón de gente sí que la merece. Y esta película cuenta su violenta, en ocasiones divertida, pero siempre amarga, historia.
Si he de usar algunos referentes en cuanto al tratamiento de la luz, del color, y sobre todo del encuadre y la composición, me remitiré al western, y sobre todo a un western urbano: "Le samouraï" (1967), de Jean-Pierre Melville. La poderosa fotografía de Henri Decaë es fundamental en esa historia, en espíritu similar a la que queremos contar aquí, de almas perdidas que intentan redimirse teniéndolo todo en contra, algo central en el género, por otro lado.
(*) El canario Elio Quiroga, iniciado en la música experimental y el videoarte, debutó en el cine en 1996 con "Fotos", película de culto que obtuvo una Mención Especial del Jurado y el Premio al Mejor Guión en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges y fue elogiada, entre otros cineastas, por Quentin Tarantino. Sus largometrajes posteriores, "La hora fría" y "No–Do", han sido distribuidos en más de una treintena de países, siendo las películas canarias de mayor proyección internacional hasta la fecha.
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"Las islas tienen un problema. Son como la mala vida, o esos bares peligrosos. Entras fácilmente. Pero salir, eso es más complicado" (Hermann Sommerville).
"La estrategia del Pequinés" es cine negro, y es cine negro español, y además, canario. Resulta muy interesante repasar la crónica negra de estas islas, que es sorprendentemente jugosa, y precisamente eso hizo Alexis Ravelo para escribir la pequeña joya de la literatura negra en la que se basa el guión de este proyecto.
Unas islas aparentemente pacíficas y pequeñas, que los turistas visitan ocasionalmente y en las que nunca pasa nada, ocultan un lado oscuro lleno de secretos inconfesables, crímenes atroces y ciénagas corruptas. Haciendo verdad el viejo adagio que dice "pueblo chico, infierno grande", esta historia nos arroja a lo peor de una sociedad microscópica, en un aparente paraíso turístico que en realidad es para muchos de sus habitantes una prisión rodeada de mar de la que sólo se puede salir por aire; unas tierras lejanas a la metrópoli que lo fueron de destierro, y un espacio abierto a la ficción y la exploración de lo más oscuro del alma humana.
Los personajes de "La Estrategia del Pequinés" se mueven por el mapa urbano de Las Palmas de Gran Canaria, entre sus barrios populares y sus exclusivos hoteles, sus playas urbanas y sus amplios espacios ocultos, en los que se ventilan cuentas pendientes sin que nadie se entere. Dicen que no hay nada más tonto que cometer un delito en una isla, pues salir de ella es siempre complicado. Los que lo dicen olvidan que precisamente una isla puede ser el mejor lugar para cometer el crimen perfecto. La ventaja de estar en mitad del Atlántico es que sirve para ocultar muchas cosas, sobre todo cuerpos de desaparecidos y evidencias delictivas.
Pero "La estrategia del pequinés" no gira (sólo) alrededor de un crimen. Es sobre todo una historia de seres humanos perdidos, de traiciones, de puñaladas en la espalda entre traficantes, de situaciones desesperadas que llevan a solucio-nes más desesperadas aún que a su vez conducen a situaciones más perdidas, hasta que todo estalla en una explosión de violencia y furia.
Al final la carencia de sentido de todo el proceso, queda explicitada, como en toda buena obra del género, en su reducción al absurdo. Como decían los americanos en sus primeras joyas de cine negro de los años 30, "Crime doesn’t pay", el crimen no merece la pena. Bueno, pues para un montón de gente sí que la merece. Y esta película cuenta su violenta, en ocasiones divertida, pero siempre amarga, historia.
Si he de usar algunos referentes en cuanto al tratamiento de la luz, del color, y sobre todo del encuadre y la composición, me remitiré al western, y sobre todo a un western urbano: "Le samouraï" (1967), de Jean-Pierre Melville. La poderosa fotografía de Henri Decaë es fundamental en esa historia, en espíritu similar a la que queremos contar aquí, de almas perdidas que intentan redimirse teniéndolo todo en contra, algo central en el género, por otro lado.
(*) El canario Elio Quiroga, iniciado en la música experimental y el videoarte, debutó en el cine en 1996 con "Fotos", película de culto que obtuvo una Mención Especial del Jurado y el Premio al Mejor Guión en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges y fue elogiada, entre otros cineastas, por Quentin Tarantino. Sus largometrajes posteriores, "La hora fría" y "No–Do", han sido distribuidos en más de una treintena de países, siendo las películas canarias de mayor proyección internacional hasta la fecha.
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