Crítica: "Te prometo anarquía", sangre, patinetas y homosexualidad
- por Super User
Por Gustavo Ambrosio
Se engañan aquellos que defienden a capa y espada los llamados "valores tradicionales", amasados en el siglo XIX y XX, por sobre los "valores universales". Se engañan, puesto que la masificación y el consumo capital de este momento exige una reconfiguración del código ético donde "la familia", "la honestidad", "la ayuda mutua", "la comunidad" y "el respeto" se nulifican en tanto la necesidad del yo y su satisfacción a través del dinero aumentan.
En esta ejecución sumaria y a pelotón de los valores "tradicionales", sobrevive uno de los valores universales y que quizá dé esperanza de que el presente, tal vez el futuro, no se ha convertido en una quimera. Se trata del amor.
En "Te prometo anarquía" (2015), de Julio Hernández Cordón, somos testigos del amor totalmente fuera del canon establecido, hasta por los propios mercadólogos gay friendly, entre dos jóvenes skates que trafican con sangre para obtener dinero.
Bajo esta premisa, el director de "Las marimbas del infierno" construye una historia que recuerda a los hermanos Dardenne más descarnados. Sus personajes tienen su propio código "moral" y se mueven en unos canales paralelos emocionales y cercanos en la forma física y carnal. Una relación extraña donde un personaje está más aferrado hacia dos valores que parecen batirse en duelo todos los días en las calles: el amor y el dinero.
Si bien el ritmo dramático de la película alcanza su clímax hasta el minuto 40, se apoya de un intenso y completo retrato de una generación que vive en el caos, en medio de una perpetua crisis y que pese a todo muestra sus ganas de sobrevivir.
Así pues en este clímax, donde aparece la escena de un camión, se completa una metáfora sobre la categoría que ha alcanzado el ser humano por el ser humano. Un producto más que sirve para producir dinero y satisfacer las necesidades egoístas de los que componen la masa.
"Te prometo anarquía", que cuenta con una línea dramática reforzada sólo hasta el final, se enriquece previamente de la excelente dirección de Hernández, (aplauso al plano secuencia del mercado) y la fotografía de María Secco que captura la belleza natural y sin maquillaje (koff, koff, Güeros) de la Ciudad de México.
Eduardo Martínez y Diego Calva hacen una pareja bastante extraña, pero que se complementa por la naturalidad, muy a la nueva ola rumana, que le imprimen a sus personajes en su debut actoral. Destacando sobre todo a Martínez en escenas bastante complicadas rumbo al final de la película.
Y aunque cueste admitirlo, el cameo forzadamente "poético" y sacado como de un musical de los años 50 en Hollywood (obvio no con las mismas melodías) de Ashauri López truena el ritmo que lleva hasta ese momento el metraje, pero sin ese poema, sobre todo sus últimas composiciones, toda la película perdería gran parte de su sentido.
"Te prometo anarquía" es una película con un alto valor cinematográfico. Un espejo de una juventud que se enfrenta a un presente y un futuro donde sólo la certeza de querer a alguien te obliga a seguir respirando en esta carrera de sangre y superviviencia. Eso sí, si nos ponemos "dramáticos", los poderosos últimos 30 minutos pudieron estar mucho antes y desarrollar la trama a partir de eso.
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Se engañan aquellos que defienden a capa y espada los llamados "valores tradicionales", amasados en el siglo XIX y XX, por sobre los "valores universales". Se engañan, puesto que la masificación y el consumo capital de este momento exige una reconfiguración del código ético donde "la familia", "la honestidad", "la ayuda mutua", "la comunidad" y "el respeto" se nulifican en tanto la necesidad del yo y su satisfacción a través del dinero aumentan.
En esta ejecución sumaria y a pelotón de los valores "tradicionales", sobrevive uno de los valores universales y que quizá dé esperanza de que el presente, tal vez el futuro, no se ha convertido en una quimera. Se trata del amor.
En "Te prometo anarquía" (2015), de Julio Hernández Cordón, somos testigos del amor totalmente fuera del canon establecido, hasta por los propios mercadólogos gay friendly, entre dos jóvenes skates que trafican con sangre para obtener dinero.
Bajo esta premisa, el director de "Las marimbas del infierno" construye una historia que recuerda a los hermanos Dardenne más descarnados. Sus personajes tienen su propio código "moral" y se mueven en unos canales paralelos emocionales y cercanos en la forma física y carnal. Una relación extraña donde un personaje está más aferrado hacia dos valores que parecen batirse en duelo todos los días en las calles: el amor y el dinero.
Si bien el ritmo dramático de la película alcanza su clímax hasta el minuto 40, se apoya de un intenso y completo retrato de una generación que vive en el caos, en medio de una perpetua crisis y que pese a todo muestra sus ganas de sobrevivir.
Así pues en este clímax, donde aparece la escena de un camión, se completa una metáfora sobre la categoría que ha alcanzado el ser humano por el ser humano. Un producto más que sirve para producir dinero y satisfacer las necesidades egoístas de los que componen la masa.
"Te prometo anarquía", que cuenta con una línea dramática reforzada sólo hasta el final, se enriquece previamente de la excelente dirección de Hernández, (aplauso al plano secuencia del mercado) y la fotografía de María Secco que captura la belleza natural y sin maquillaje (koff, koff, Güeros) de la Ciudad de México.
Eduardo Martínez y Diego Calva hacen una pareja bastante extraña, pero que se complementa por la naturalidad, muy a la nueva ola rumana, que le imprimen a sus personajes en su debut actoral. Destacando sobre todo a Martínez en escenas bastante complicadas rumbo al final de la película.
Y aunque cueste admitirlo, el cameo forzadamente "poético" y sacado como de un musical de los años 50 en Hollywood (obvio no con las mismas melodías) de Ashauri López truena el ritmo que lleva hasta ese momento el metraje, pero sin ese poema, sobre todo sus últimas composiciones, toda la película perdería gran parte de su sentido.
"Te prometo anarquía" es una película con un alto valor cinematográfico. Un espejo de una juventud que se enfrenta a un presente y un futuro donde sólo la certeza de querer a alguien te obliga a seguir respirando en esta carrera de sangre y superviviencia. Eso sí, si nos ponemos "dramáticos", los poderosos últimos 30 minutos pudieron estar mucho antes y desarrollar la trama a partir de eso.
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