Estreno peruano en el Festival de Lima: "Pueblo viejo", ¿western andino?

por © José Romero Carrillo (Lima)-NOTICINE.com
"Pueblo viejo"
"Pueblo viejo", el auto-promocionado "primer western andino" pierde consistencia a los pocos minutos de su proyección y la frase en mención pasará al olvido como otra etiqueta publicitaria más utilizada en el irregular cine peruano. El debut del cineasta huancaíno Hans Matos Camac, en el marco de la sección no competitiva Hecho en el Perú de la vigésima edición del Festival de Lima ostentaba desde sus inicios pertenecer al western, pero subirse en un caballo, mostrar como locación un solitario pueblo y sus alrededores, portar vetustas armas de fuego o reinterpretar melodías características del lejano oeste con instrumentos andinos no le otorga directamente la calificación de western. Hace falta mucho más que ofrecer, la lucha de una humilde familia ganadera contra un poderoso hacendado que guía, a su antojo, los designios de este "Pueblo Viejo".

Existe en "Pueblo Viejo" un conglomerado de referencias disimiles a clásicos y maestros indiscutibles del género pero sin ton ni son. En primer lugar, resulta demasiado ambicioso  querer conjugar en un solo trabajo elementos del "spaguetti western" como del western americano clásico, de Leone, Tarantino, Ford y Peckinpah, sin querer caer o entrar con convicción en los territorios de lo paródico, como es el caso de "El Mariachi" de Robert Rodríguez. En aquel clásico del low budget, la aceptación tácita entre la propuesta y el espectador configuraron un jugueteo brillante y caprichoso de los códigos genéricos. Pero en cambio, en la producción que nos atañe, el asunto es serio y por tramos hasta solemne; y sin embargo no existe algo fundamental, y que debiera ser preocupación primigenia de su autor, la apropiación del imaginario, de todos aquellos rasgos característicos para "peruanizarlo" o al menos ubicarlos en un escenario geográfico y un contexto que le otorgue autenticidad a todo el relato. Al carecer de todo esto, todo lo que se nos narra ocurre en un limbo, no hay una identificación del espectador, sino un desfile de como dijimos, referencias y personajes esquemáticos, que no sucumben al ridículo gracias al correcto desempeño de un grupo actoral que hace lo que puede con el perfil básico de cada uno de sus personajes. Entre ellos el que mayor destaca, es el de Juan Manuel Ochoa, el recordado Jaguar del "La ciudad y los perros", el que es considerado el villano más entrañable de la cinematografía peruana, ya que consigue otorgarle la rigidez, lo hierático a Don Abelardo, un antagonista apenas esbozado y que, sorprendentemente, funciona.

Debemos felicitar el entusiasmo del cineasta Hans Matos para abordar un género nunca antes retratado en el cine peruano, y que a pesar del presupuesto, que supera lo de una cinta regional promedio pero no alcanza para darle consistencia a lo que significa realizar una "película de vaqueros". Se echa en falta esos planos amplísimos con una cabalgata hacia el horizonte, o al menos en este caso: las cabezas de ganado motivo de una disputa al interior del relato, que nunca se aprecian en su justa dimensión, las extensiones territoriales, así como tampoco la diferencia de clases jamas queda patente o se evidencia más allá de las palabras. Y qué decir de esa pasión arrebatadora, que es capaz de mover a un joven amante a enfrentarse a un poderoso terrateniente, tampoco la ubicamos. Solo hay un encuadre crepuscular, inspirado y muy logrado, que denota lo que se pudo hacer, es aquel en el que se observa al personaje de Liliana Trujillo rodeada de tumbas, reclamando silentemente por su cruel destino.

En ese sentido, a "Pueblo Viejo" le falta ser más polvorienta, más sucia y brutal si desea emular a mi modelo mayor que es el cine de Sergio Leone. Así como la presenciamos se encuentra más cercana a esas producciones rancheras de México, y pero con mucha más ingenuidad.

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