Colaboración: Morelia 2016, a modo de balance

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Por José Romero Carrillo    

Debo confesar que entre tantos festivales que surgen, se mantienen o desaparecen, el de Morelia ocupa un lugar muy especial, fuera de aspectos que siempre suman a cualquier evento cinematográfico como el centro histórico y la gastronomía, lo que completa la experiencia del FICM es -qué duda cabe- su programación. La coherencia de la misma denota uno de los más completos panoramas de la actualidad cinematográfica del planeta, en pocos eventos de Latinoamérica se puede tener reunidos en una sola semana triunfadoras de Cannes, Venecia, Berlín, Sundance y la lista continua. Sin embargo esto de poco valdría esto,  si no hubiera espacio, dentro de su inmenso escaparate, para el cine mexicano, su razón de ser.

Desde su inicio el año 2003, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) se forjó como el trampolín para los nuevos realizadores, de ahí que su competencia mayor, la de Largometraje Mexicano, esté reservada para primeras y segundas obras. Pero en años recientes este filtro ha ido modificándose, en parte creo porque el debilitamiento del Festival de Cine de Guadalajara (FICG). Me explico: En los años 80 y 90 el FICG tenía la denominación de Muestra de Cine Mexicano, eran tiempos de escasa producción nacional, luego dio el salto a Festival de Cine, posteriormente vendría el auge del cine mexicano a fines del siglo pasado; y su crecimiento no cesaría, el Mercado, Industria, Guadalajara Construye darían una enorme dimensión al FICG que se resentiría en lo más valioso: el aspecto programático. Y es ahí con el FICM vería la oportunidad de proyectar la carrera de jóvenes cineastas independientes y en definitiva de ese cine que ya estaba obteniendo laureles en el exterior y que como suele ocurrir no solo en México, no sintoniza con las audiencias de los multicines.

Hace unos pocos años, el FICM amplió su convocatoria, haciéndola accesible para ciudadanos mexicanos o residentes legales en México, cuyos trabajos no se hayan estrenado en el país o que hayan sido visto en festivales nacionales, ahora no importaba si fuera la primera, tercera o quinta película. Esta modificación, en mi opinión no había ocasionado problemas hasta el año pasado, cuando de las diez seleccionadas aparecieron dos producciones extranjeras, españolas para mayores señas: "Bictor Ugo", de Josep María Bendicho y Carlos Clausell, y "Mientras la prisión exista" de Nicolás Gutiérrez Wenhammar. Ambas películas deficientes y carentes de algún logro cinematográfico que las haga seleccionables. Es obvio que solo gracias a un porcentaje de producción nacional y la nacionalidad de alguno de los cineastas, es que pudieron acceder a la convocatoria.

Ahora en la edición décimo cuarta del FICM, este resquicio en la convocatoria evidenció otros inconvenientes. En mi opinión la mejor película de la sección Largometraje Mexicano era "La región salvaje", de Amat Escalante. En Morelia corroboró el premio obtenido a mejor director en Venecia, pero se trata de su cuarto largometraje, muestra de ello es que la prensa acreditada, donde me incluyo, la designó como la mejor película de la sección oficial. Pero no está en igualdad de condiciones para competir con operas primas atractivas como "El sueño del Mara’akame", de Federico Ceccheiti, o "El Vigilante", de Diego Ros.

Curiosamente estas dos últimas se repartieron los premios de Primer o Segundo Largometraje Mexicano, y el de Mejor Largometraje. El año pasado las que obtuvieron estos galardones respectivamente fueron: "Yo", de Matías Meyer y "El placer es mío", de Elisa Miller… cintas de las que pocos se acuerdan el día de hoy. Dentro de unos meses veremos el destino de las flamantes triunfadoras de la edición 2016.

¿Por qué repartir dos galardones de diferente denominación a producciones del mismo espíritu independiente y a directores de similar experiencia? Para efectos de titulares el de Mejor Largometraje siempre tendrá mayor importancia, o mayor atención de los medios. Cuando a mi parecer es el de Mejor Primer o Segundo Largometraje debería ser el único para así otorgarle mayor relevancia al logro del nuevo realizador. Sin embargo si aglomeran a directores noveles con experimentados, uno debería juzgar con la mayor objetividad posible y que sea la película la que hable tal cual sin ninguna otra consideración.

Ahora, me viene la siguiente duda: ¿Será que los miembros del jurado oficial tienen en mente que el FICM es todavía el festival mexicano para premiar a los nuevos realizadores?... Solo así  entiendo como dejaron de premiar el año pasado a "Te prometo Anarquía", de Julio Hernández Cordón, y ahora ignorar a "La región salvaje". A este paso no sorprendería que el FICM 2017 tengamos en competencia la nueva cinta mexicana de Alfonso Cuarón o la enésima producción de Arturo Ripstein, porque todo sería admisible bajo el amplísimo espectro de la convocatoria actual.

Desde esta pequeña tribuna espero se ajuste el perfil y la coherencia del FICM, y por qué no reducir el número de seleccionadas, porque sinceramente tener quince películas en competencia fue demasiado y relegar al único largometraje michoacano programado a competir únicamente con cortometrajes de su estado es retirarlo del foco de atención de toda la prensa acreditada. Imaginemos no más el espaldarazo que hubiera significado para la producción local si hubiera quedado seleccionado como Largometraje Mexicano. Afinar detalles como estos consolidarían aún más al Festival de Cine de Morelia que sin duda es el mejor de México, aunque muy cerca tiene un serio competidor en el Festival de Los Cabos.

Dejando de lado a las estrellas, las personalidades que engalanan y son celebradas en la alfombra roja, la mayor preocupación del FICM siempre será la de proyectar el mejor cine mexicano actual, aquello que es y, espero continúe siendo, la mayor fortaleza del querido festival michoacano.

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