Colaboración: La reconversión de la industria del cine
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Por Jon Apaolaza
La irrupción en nuestras vidas de la tecnología digital y sus múltiples soportes, desde el teléfono móvil o celular al ordenador casero, pasando por netbooks, consolas de juegos y tablets, ha revolucionado la forma de ver cine. Pronto quedarán como "batallitas" de Tercera Edad nuestros recuerdos de grabar grandes películas que emitían por televisión en un VHS, acudir a un videoclub a por un título estrenado meses atrás o incluso comprar un DVD para obtener una decente calidad de imagen y sonido. Es innegable que hoy por hoy, ver cine pasa por una red, ya sea la de internet o de un sistema de cable.
El mercado está exigiendo que se acorten las "ventanas" de distribución, o dicho de forma comprensible, el tiempo entre el estreno comercial de una película y su adaptación a formatos digitales que permiten el consumo en cualquier soporte. Según un artículo publicado el periodista norteamericano David Pogue en la web de Scientific American, las diez películas más descargadas ilegalmente en 2011 en Estados Unidos no estaban disponibles para un consumidor que quisiera pagar por ellas, es decir, no podían adquirirse por internet, en buena medida porque eran muy recientes y el habitual proceso cronológico de salas-TV pago-DVD/BR-TV en abierto estaba en su primera fase, en la exhibición en cines (habitualmente de unos tres meses).
Según Pogue, la gran industria de Hollywood está atrapada en su propio compromiso con los propietarios de las salas y en consecuencia e indirectamente "promueve la piratería". "El "streaming" (visión en línea en directo) -dice su artículo- proporciona satisfacción inmediata: sin esperas, sin necesidad de desplazarse, con una gran portabilidad. Se pueden mirar las películas en dispositivos demasiado pequeños como para incorporar lectores de DVD, como tablets o celulares".
Nadie puede negar que el alquiler y venta de DVDs/BRs está en plena decadencia, mientras crece el mercado de "Video on Demand" (VOD) por internet.
Para Pogue, citado por la agencia ANSA, es preciso que la industria del cine se adapte al nuevo mercado de Internet, como hizo -tardíamente- la industria musical proponiendo la compra de canciones por unidad. "Cuanto más fácil sea alquilar una película en línea -escribe- más gente lo hará". Pero "al parecer no ocurre nada de eso: la industria del cine está dejando dinero sobre la mesa".
Es evidente que aquí hay una perdedora clara (es difícil hacer una tortilla sin romper huevos), y este ha sido hasta ahora la base de todo este negocio, la sala de cine. Podemos pensar, como amantes de este Séptimo Arte que somos, que nada es comparable con ver una espectacular película en una gran pantalla y con un sonido envolvente, pero para la mayoría de los consumidores eso aparentemente no es una prioridad. Conozco personas, grandes consumidoras de películas, que con tal de ver cualquier reciente estreno recurren a la piratería, que lo que brinda es un vídeo mal grabado en un cine, con pésimo sonido, sencillamente porque no quiere esperar para obtener una copia de mayor calidad.
De una manera o de otra, en no mucho tiempo habrá que ir a una reconversión del cine como industria, como espectáculo. Las salas de cine pasarán como los teatros a los que se acude puntualmente a ver un gran musical o una obra dramática, para una minoría y en las grandes ciudades, y la gran mayoría del público vendrá de los dispositivos digitales.
Lo que es evidente es que de una forma o de otra, nunca se ha consumido más cine en el mundo y la esencia de este asunto, que es la creatividad, contar historias, entretener y emocionar, siempre va a permanecer por mucho que cambien la tecnología y los sistemas de explotación.
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La irrupción en nuestras vidas de la tecnología digital y sus múltiples soportes, desde el teléfono móvil o celular al ordenador casero, pasando por netbooks, consolas de juegos y tablets, ha revolucionado la forma de ver cine. Pronto quedarán como "batallitas" de Tercera Edad nuestros recuerdos de grabar grandes películas que emitían por televisión en un VHS, acudir a un videoclub a por un título estrenado meses atrás o incluso comprar un DVD para obtener una decente calidad de imagen y sonido. Es innegable que hoy por hoy, ver cine pasa por una red, ya sea la de internet o de un sistema de cable.
El mercado está exigiendo que se acorten las "ventanas" de distribución, o dicho de forma comprensible, el tiempo entre el estreno comercial de una película y su adaptación a formatos digitales que permiten el consumo en cualquier soporte. Según un artículo publicado el periodista norteamericano David Pogue en la web de Scientific American, las diez películas más descargadas ilegalmente en 2011 en Estados Unidos no estaban disponibles para un consumidor que quisiera pagar por ellas, es decir, no podían adquirirse por internet, en buena medida porque eran muy recientes y el habitual proceso cronológico de salas-TV pago-DVD/BR-TV en abierto estaba en su primera fase, en la exhibición en cines (habitualmente de unos tres meses).
Según Pogue, la gran industria de Hollywood está atrapada en su propio compromiso con los propietarios de las salas y en consecuencia e indirectamente "promueve la piratería". "El "streaming" (visión en línea en directo) -dice su artículo- proporciona satisfacción inmediata: sin esperas, sin necesidad de desplazarse, con una gran portabilidad. Se pueden mirar las películas en dispositivos demasiado pequeños como para incorporar lectores de DVD, como tablets o celulares".
Nadie puede negar que el alquiler y venta de DVDs/BRs está en plena decadencia, mientras crece el mercado de "Video on Demand" (VOD) por internet.
Para Pogue, citado por la agencia ANSA, es preciso que la industria del cine se adapte al nuevo mercado de Internet, como hizo -tardíamente- la industria musical proponiendo la compra de canciones por unidad. "Cuanto más fácil sea alquilar una película en línea -escribe- más gente lo hará". Pero "al parecer no ocurre nada de eso: la industria del cine está dejando dinero sobre la mesa".
Es evidente que aquí hay una perdedora clara (es difícil hacer una tortilla sin romper huevos), y este ha sido hasta ahora la base de todo este negocio, la sala de cine. Podemos pensar, como amantes de este Séptimo Arte que somos, que nada es comparable con ver una espectacular película en una gran pantalla y con un sonido envolvente, pero para la mayoría de los consumidores eso aparentemente no es una prioridad. Conozco personas, grandes consumidoras de películas, que con tal de ver cualquier reciente estreno recurren a la piratería, que lo que brinda es un vídeo mal grabado en un cine, con pésimo sonido, sencillamente porque no quiere esperar para obtener una copia de mayor calidad.
De una manera o de otra, en no mucho tiempo habrá que ir a una reconversión del cine como industria, como espectáculo. Las salas de cine pasarán como los teatros a los que se acude puntualmente a ver un gran musical o una obra dramática, para una minoría y en las grandes ciudades, y la gran mayoría del público vendrá de los dispositivos digitales.
Lo que es evidente es que de una forma o de otra, nunca se ha consumido más cine en el mundo y la esencia de este asunto, que es la creatividad, contar historias, entretener y emocionar, siempre va a permanecer por mucho que cambien la tecnología y los sistemas de explotación.
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