Apoyo de crítica y público a la comedia mexicana "Cuando los hijos regresan"
- por © Correcamara.com-NOTICINE.com
La comedia dirigida por nuestro compañero Hugo Lara "Cuando los hijos regresan", previamente presentada en los festivales de Morelia y Huelva se ha confirmado como la principal propuesta mexicana para la temporada navideña. Ya ha sido vista por más de 670 000 espectadores, además de conseguir el apoyo de la crítica.
He aquí algunos de los comentarios de los críticos de nuestra web hermana Correcamara.com:
Norma Lorena Loeza
La comedia es uno de los géneros favoritos de las y los mexicanos, que cuenta con una larga tradición de películas cómicas y exponentes destacados que lo coloca como uno de los más filmados en México, sólo después del invencible melodrama. Hugo Lara propone en esta cinta una revisión de las razones por las que la familia mexicana ha tenido que adaptarse un mundo en que el matrimonio ya es una institución diferente, donde las nuevas generaciones se enfrentan a la dificultad de obtener un empleo a pesar de haber estudiado hasta doctorado y al mundo de apariencias que a menudo se confunde con la felicidad. La historia se nutre de las contradicciones divertidas que se derivan de una situación tan particular como ésta. Un humor que no está en las malas palabras o en el recurso fácil que ya se sabe hace reír. La verdad es que no hay chistes misóginos u homofóbicos y eso de verdad hay espectadoras (y supongo espectadores) que lo agradecemos mucho.
Samuel Lagunas
El debut de Hugo Lara como director resultó uno de los más prometedores en el escenario de la comedia nacional. A pesar de que la cinta no intenta arriesgarse demasiado, tiene la virtud de presentar personajes y situaciones con las que la mayoría del público puede identificarse de inmediato. Al mismo tiempo, el trabajo de Hugo Lara se muestra inteligente, con conciencia del género (los gags no son gratuitos, aunque sí por momentos su montaje resulta muy "televisivo") y decididamente enfático en su distancia con la comedia del albur y de lo soez tan anclada a nuestra cinematografía. Sí, puede ser una cinta de fórmula. Pero las fórmulas también hay que saber hacerlas y dominarlas. Y Hugo Lara demuestra que sabe.
Pedro Paunero
Si Sor Juana proponía una comedia de enredos, tras las cortinas de una casa que asila amantes y pretendidos y los enfrenta a sus propias pretensiones amorosas, Hugo Lara reflexiona sobre "la ley italiana", hoy universal, a la que Carlos Fuentes dedica todo un libro ("Todas las familias felices"), acerca del regreso a la casa paterna de los hijos divorciados, desempleados y algún extranjero colado (que cada vez que aparece se roba la escena) en "Cuando los hijos regresan". La reflexión con comedia entra. El cliché consciente entretiene. Lejos queda -¡ay, qué tiempos aquellos, Señor Don Simón!- el melodrama afincado en la partida de los hijos de "Cuando los hijos se van" (Juan Bustillo Oro, 1941). Sorpresiva ópera prima en la cual una casa, olla podrida de diversidad, traza pinceladas de querer convertirse en personaje (en parte divertida trampa, humorista poltergeist, festivo horizonte de sucesos, anti Nostos homérico decantándose hacia un antisolemne Aristófanes mexicanizado) y termina empeñándose económicamente ante la catástrofe del "regreso" inesperado (para los maduros protagonistas) de sus hijos; no tan inesperado por nosotros, personajes de esta sociedad líquida e hiper moderna, que reímos de buena gana y hasta de manera sardónica en algunas escenas-espejo.
Ali López
Para mí, "Cuando los hijos regresan" no es una comedia ligera. Claro que, ante todo, la farsa se posiciona en el tope de la cinta, pero bajo ese velo de risa hay cuestionamientos importantes. ¿De qué hablamos cuando hablamos de la familia mexicana?, casi siempre se mencionan sus muy rebuscados valores y beneficios, pero, pocas veces, se lacera al casi intocable mito de la unión familiar. Sin embargo, como la comedia nos lo hace ver, la vida familiar en el país termina por traer más hecatombes y bullicios que besos y apapachos. La película de Hugo Lara no sólo revela este lado oscuro, oculto y casi vetado, sino que al develarlo exhibe que tras las inquisiciones familiares hay un contexto, social, cultural, y, sobretodo, económico y político que hace de la familia un núcleo radioactivo siempre a punto de estallar. Cualquiera que vaya a las salas y no se vea identificado con alguna situación, o sepa de alguien que es igualito a tal o cuál, de plano sabe poco de lo que significar ser mexicano.
Miguel Ravelo
Una de las constantes del cine mexicano en años recientes, particularmente en las comedias románticas, es contar la misma historia reciclada una y otra vez en la que al final, irremediablemente, triunfará el amor. Tras un romance casi siempre representado por la bellísima, muy joven y muy famosa pareja en turno que asegure que la taquilla será generosa, esta reutilización de historias e intérpretes asegura que la fórmula se mantendrá vigente, lamentablemente, ad infinitum. Por lo anterior, es encomiable el riesgo que Hugo Lara corre en su primer película, "Cuando los hijos regresan", al darle los protagónicos de su comedia familiar a los septuagenarios Carmen Maura y Fernando Luján. La película, antes que cualquier otra cosa, retrata también una historia de amor. Pero el romance que Lara presenta no es como los ya mencionados, que van iniciando y se enfrentan a los caprichos del destino. Lo que el director propone es un amor ya curtido, el que seguramente atravesó ya sus mejores y peores momentos, y que se encuentra en un punto en el que el disfrutar la vida junto a la persona amada es, al fin, la única preocupación a la que se supone deberían enfrentarse Adelina y Manuel, nuestra pareja protagónica. Que el elemento que ahora impedirá que ese disfrute se materialice sea el regreso de los tres hijos a la casa familiar, es un detalle que le inyecta frescura a un género que pareciera que hace tiempo se estancó en una cómoda y banal repetición de situaciones. Gracias a su experiencia como crítico e investigador especializado en el cine mexicano, Lara consiguió ubicar elementos de películas clásicas como "Cuando los hijos se van", tanto en su versión de 1941 dirigida por Juan Bustillo Oro como en su segunda llegada a la pantalla, en 1969, esta vez de la mano de Julián Soler, o "Azhares para tu boda", espectacular y lacrimógeno drama también firmado por Soler. La familia mexicana -siempre numerosa-, es uno de esos elementos que fueron parte fundamental e inseparable del cine de la época de oro, y ese mismo es el que Lara rescata para de ahí desarrollar su historia, sin olvidar por supuesto el pilar que significa la madre dentro de esta organización, interpretada entrañablemente por la española Carmen Maura. Con amplio reconocimiento hacia las referencias de las que se nutre, Lara toma una ruta alterna al melodrama y construye una muy amigable comedia familiar en la que por supuesto hay situaciones reconocibles pero que el director aborda con frescura y un evidente cariño a sus personajes. Que los tres hijos de la familia Irigoyen regresen a la casa de sus padres con esposas, hijos y mascotas incluidas, le permite al director generar situaciones divertidas que se ven bien apoyadas con el trabajo de sus actores. Es de agradecerse que tanto Lara como Claudia González Rubio, coautora del guion, prefirieran elaborar una comedia alejada del humor fácil en el que suelen caer las cintas del género. "Cuando los hijos regresan" no es una de esas comedias que basan su humor, usualmente pobre, en chistes picantes o albures. Tomando su tiempo para presentar a sus personajes y hacer que el público los reconozca y se encariñe con ellos, la comedia funciona de mejor manera, y cada elemento de la familia está construido no solamente buscando provocar las risas, sino conectar con el público y brindar un retrato entrañable de la familia mexicana. Si bien "Cuando los hijos regresan" muestra también situaciones que se sienten un tanto forzadas y en las que los momentos cómicos ya logrados parecen extenderse más de lo necesario, o personajes secundarios que no terminan de ser tan redondos como los miembros de la familia protagonista, son detalles que, si bien notorios, no opacan los elementos positivos de la cinta. Hugo Lara consiguió una comedia familiar disfrutable que además, tiene el extra de darnos en Adelina y Manuel una pareja protagónica de las que no se olvidan pronto.
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Norma Lorena Loeza
La comedia es uno de los géneros favoritos de las y los mexicanos, que cuenta con una larga tradición de películas cómicas y exponentes destacados que lo coloca como uno de los más filmados en México, sólo después del invencible melodrama. Hugo Lara propone en esta cinta una revisión de las razones por las que la familia mexicana ha tenido que adaptarse un mundo en que el matrimonio ya es una institución diferente, donde las nuevas generaciones se enfrentan a la dificultad de obtener un empleo a pesar de haber estudiado hasta doctorado y al mundo de apariencias que a menudo se confunde con la felicidad. La historia se nutre de las contradicciones divertidas que se derivan de una situación tan particular como ésta. Un humor que no está en las malas palabras o en el recurso fácil que ya se sabe hace reír. La verdad es que no hay chistes misóginos u homofóbicos y eso de verdad hay espectadoras (y supongo espectadores) que lo agradecemos mucho.
Samuel Lagunas
El debut de Hugo Lara como director resultó uno de los más prometedores en el escenario de la comedia nacional. A pesar de que la cinta no intenta arriesgarse demasiado, tiene la virtud de presentar personajes y situaciones con las que la mayoría del público puede identificarse de inmediato. Al mismo tiempo, el trabajo de Hugo Lara se muestra inteligente, con conciencia del género (los gags no son gratuitos, aunque sí por momentos su montaje resulta muy "televisivo") y decididamente enfático en su distancia con la comedia del albur y de lo soez tan anclada a nuestra cinematografía. Sí, puede ser una cinta de fórmula. Pero las fórmulas también hay que saber hacerlas y dominarlas. Y Hugo Lara demuestra que sabe.
Pedro Paunero
Si Sor Juana proponía una comedia de enredos, tras las cortinas de una casa que asila amantes y pretendidos y los enfrenta a sus propias pretensiones amorosas, Hugo Lara reflexiona sobre "la ley italiana", hoy universal, a la que Carlos Fuentes dedica todo un libro ("Todas las familias felices"), acerca del regreso a la casa paterna de los hijos divorciados, desempleados y algún extranjero colado (que cada vez que aparece se roba la escena) en "Cuando los hijos regresan". La reflexión con comedia entra. El cliché consciente entretiene. Lejos queda -¡ay, qué tiempos aquellos, Señor Don Simón!- el melodrama afincado en la partida de los hijos de "Cuando los hijos se van" (Juan Bustillo Oro, 1941). Sorpresiva ópera prima en la cual una casa, olla podrida de diversidad, traza pinceladas de querer convertirse en personaje (en parte divertida trampa, humorista poltergeist, festivo horizonte de sucesos, anti Nostos homérico decantándose hacia un antisolemne Aristófanes mexicanizado) y termina empeñándose económicamente ante la catástrofe del "regreso" inesperado (para los maduros protagonistas) de sus hijos; no tan inesperado por nosotros, personajes de esta sociedad líquida e hiper moderna, que reímos de buena gana y hasta de manera sardónica en algunas escenas-espejo.
Ali López
Para mí, "Cuando los hijos regresan" no es una comedia ligera. Claro que, ante todo, la farsa se posiciona en el tope de la cinta, pero bajo ese velo de risa hay cuestionamientos importantes. ¿De qué hablamos cuando hablamos de la familia mexicana?, casi siempre se mencionan sus muy rebuscados valores y beneficios, pero, pocas veces, se lacera al casi intocable mito de la unión familiar. Sin embargo, como la comedia nos lo hace ver, la vida familiar en el país termina por traer más hecatombes y bullicios que besos y apapachos. La película de Hugo Lara no sólo revela este lado oscuro, oculto y casi vetado, sino que al develarlo exhibe que tras las inquisiciones familiares hay un contexto, social, cultural, y, sobretodo, económico y político que hace de la familia un núcleo radioactivo siempre a punto de estallar. Cualquiera que vaya a las salas y no se vea identificado con alguna situación, o sepa de alguien que es igualito a tal o cuál, de plano sabe poco de lo que significar ser mexicano.
Miguel Ravelo
Una de las constantes del cine mexicano en años recientes, particularmente en las comedias románticas, es contar la misma historia reciclada una y otra vez en la que al final, irremediablemente, triunfará el amor. Tras un romance casi siempre representado por la bellísima, muy joven y muy famosa pareja en turno que asegure que la taquilla será generosa, esta reutilización de historias e intérpretes asegura que la fórmula se mantendrá vigente, lamentablemente, ad infinitum. Por lo anterior, es encomiable el riesgo que Hugo Lara corre en su primer película, "Cuando los hijos regresan", al darle los protagónicos de su comedia familiar a los septuagenarios Carmen Maura y Fernando Luján. La película, antes que cualquier otra cosa, retrata también una historia de amor. Pero el romance que Lara presenta no es como los ya mencionados, que van iniciando y se enfrentan a los caprichos del destino. Lo que el director propone es un amor ya curtido, el que seguramente atravesó ya sus mejores y peores momentos, y que se encuentra en un punto en el que el disfrutar la vida junto a la persona amada es, al fin, la única preocupación a la que se supone deberían enfrentarse Adelina y Manuel, nuestra pareja protagónica. Que el elemento que ahora impedirá que ese disfrute se materialice sea el regreso de los tres hijos a la casa familiar, es un detalle que le inyecta frescura a un género que pareciera que hace tiempo se estancó en una cómoda y banal repetición de situaciones. Gracias a su experiencia como crítico e investigador especializado en el cine mexicano, Lara consiguió ubicar elementos de películas clásicas como "Cuando los hijos se van", tanto en su versión de 1941 dirigida por Juan Bustillo Oro como en su segunda llegada a la pantalla, en 1969, esta vez de la mano de Julián Soler, o "Azhares para tu boda", espectacular y lacrimógeno drama también firmado por Soler. La familia mexicana -siempre numerosa-, es uno de esos elementos que fueron parte fundamental e inseparable del cine de la época de oro, y ese mismo es el que Lara rescata para de ahí desarrollar su historia, sin olvidar por supuesto el pilar que significa la madre dentro de esta organización, interpretada entrañablemente por la española Carmen Maura. Con amplio reconocimiento hacia las referencias de las que se nutre, Lara toma una ruta alterna al melodrama y construye una muy amigable comedia familiar en la que por supuesto hay situaciones reconocibles pero que el director aborda con frescura y un evidente cariño a sus personajes. Que los tres hijos de la familia Irigoyen regresen a la casa de sus padres con esposas, hijos y mascotas incluidas, le permite al director generar situaciones divertidas que se ven bien apoyadas con el trabajo de sus actores. Es de agradecerse que tanto Lara como Claudia González Rubio, coautora del guion, prefirieran elaborar una comedia alejada del humor fácil en el que suelen caer las cintas del género. "Cuando los hijos regresan" no es una de esas comedias que basan su humor, usualmente pobre, en chistes picantes o albures. Tomando su tiempo para presentar a sus personajes y hacer que el público los reconozca y se encariñe con ellos, la comedia funciona de mejor manera, y cada elemento de la familia está construido no solamente buscando provocar las risas, sino conectar con el público y brindar un retrato entrañable de la familia mexicana. Si bien "Cuando los hijos regresan" muestra también situaciones que se sienten un tanto forzadas y en las que los momentos cómicos ya logrados parecen extenderse más de lo necesario, o personajes secundarios que no terminan de ser tan redondos como los miembros de la familia protagonista, son detalles que, si bien notorios, no opacan los elementos positivos de la cinta. Hugo Lara consiguió una comedia familiar disfrutable que además, tiene el extra de darnos en Adelina y Manuel una pareja protagónica de las que no se olvidan pronto.
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