Crítica: "Frontera", una historia que merecía ser contada... con algo más de emoción

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"Frontera"
"Frontera"
Por Santiago Echeverría          

La película "Frontera", dirigida por Judith Colell, se adentra en los Pirineos de 1943 para narrar una historia de contrabando humano y resistencia silenciosa. El film sigue a Manel Grau, un funcionario de aduanas interpretado por Miki Esparbé, quien, a pesar de las órdenes del régimen franquista y quizás por su propio pasado republicano, comienza a ayudar a personas que huyen del nazismo cruzando la frontera desde la Francia ocupada. La premisa, basada en hechos reales y con un claro deseo de tender un puente con las crisis migratorias contemporáneas, es potente. Sin embargo, la ejecución genera una tensión constante entre sus ambiciones y los resultados.

Uno de los mayores elogios que puede hacerse a esta cinta es su aspecto técnico y atmosférico. La fotografía aprovecha los majestuosos paisajes del Pallars, tratando a las montañas como un personaje más que refleja tanto la esperanza como la amenaza. El diseño de producción y el vestuario logran una ambientación convincente de la época, y la dirección serena de Colell evita el melodrama, prefiriendo una mirada contenida. Este tono sobrio, que podría intentar ser respetuoso y auténtico, resulta un lastre. La película, a pesar de moverse en el terreno del thriller histórico, a menudo carece de tensión dramática y ritmo. Las situaciones de peligro no siempre logran transmitir una sensación de riesgo real para los personajes, lo que diluye la inmersión emocional que una historia de esta naturaleza promete.



El reparto coral, que incluye nombres como Bruna Cusí, Maria Rodríguez Soto, Asier Etxeandia y Jordi Sánchez, se construye con interpretaciones individuales sólidas. En particular, se destaca la profundidad que Esparbé le da a su personaje atormentado, la determinación contenida de Cusí y la serena fuerza dramática de Rodríguez Soto. Sin embargo, pese a estas buenas actuaciones, el conjunto no termina de cuajar. La química entre los personajes a veces parece forzada, y algunos arcos narrativos se sienten esquemáticos o poco desarrollados. Este problema podría atribuirse a un guion que, si bien posee buenas intenciones y un trasfondo histórico interesante, peca de cierta rigidez. Los diálogos pueden sonar forzados en momentos clave, y la estructura coral, con múltiples historias entrecruzadas, termina por desdibujar el enfoque y entorpecer la resolución de algunas tramas.

"Frontera" brilla cuando explora sus dilemas morales más íntimos y la dimensión política de los actos cotidianos. La película tiene el acierto de no mostrar a sus protagonistas como héroes infalibles, sino como personas vulnerables cuyas decisiones de compasión se convierten en una carga pesada y peligrosa. Es especialmente destacable el papel que se concede a los personajes femeninos, cuyas acciones de resistencia silenciosa y manejo del miedo en el ámbito doméstico se presentan con un peso político crucial. La cinta también acierta al entrelazar dos capítulos históricos: las heridas aún frescas de la Guerra Civil española y la maquinaria implacable de la II Guerra Mundial, mostrando cómo se superponen en la vida de las personas.

"Frontera" es una película de méritos evidentes pero también de limitaciones claras. Funciona mejor como un ejercicio de memoria serena y como un retrato de la conciencia en tiempos oscuros que como un thriller palpitante. Su valor reside en la voluntad de rescatar una historia poco contada y en su mirada compasiva y contenida, aunque esa misma contención sea lo que le impida conmover o tensionar al espectador tanto como su tema potencialmente permitiría. Es un film que se agradece por su honestidad y su ambición temática, pero que deja la sensación de que, entre tanto paisaje imponente y tanto silencio elocuente, el fuego dramático que alberga en su centro nunca llegó a arder con toda la intensidad necesaria.

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