Crítica: "Yanka y el espíritu del volcán", cómo subestimar al público infantil
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Victoria Duclós Sibuet
La cinta argentina "Yanka y el espíritu del volcán" (2018) intenta unir temática y paisaje natural y autóctono con el género fantástico de aventuras pero se queda por debajo del nivel de cualquier película infantil.
Yanka (Maite Lanata) no puede dejar de pensar en la desaparición de su madre. Al enterarse que se perdió en el bosque del volcán Copahue la noche que entró en erupción por última vez, decide embarcarse en su búsqueda, topándose en el camino con una serie de obstáculos y criaturas fantásticas que la conducen hacia una aventura.
Iván Abello dirige esta película que apunta a un público infantil al que cada vez estamos más acostumbrados porque ese mercado se ha afilado para crear un discurso tan apto para niños como para adultos con un genuino disfrute para ambos. En este caso hay un lenguaje que interpela el costado más simplista y sin inventiva que busca ser fácil de entender pero que está despojado de todo encanto.
Poco inteligente por otro lado ficcionalizar la imagen de una tribu mapuche al punto que parecen indiecitos salidos de "Pocahontas" (1995), lleva a repensar el discurso y cuestionarse si al final el hecho de incorporar lo autóctono fue una pantalla que quedó lejos de cualquier intención de nutrir el relato y hacerlo propio.
Un guión flojo que descansó ante el servicio de los efectos. Efectos muy buenos en general que tenían una maravillosa potencialidad aunque en este caso todo tiene una vuelta de más que hace que se vean los hilos.
La figura infantil televisiva Maite Lanata es la protagonista de la película con momentos de lucidez y poca constancia al igual que el resto del elenco que no destaca. Todos los integrantes parecen desganados al igual que su fotografía que desaprovecha un paisaje de una belleza monumental.
Todo esto teniendo en cuenta que tenemos referencias como "Los pequeños aventureros" (Daniel Pires Mateus, 1977) que demostró hace ya muchos años que se puede hacer una película con un contenido más sustancioso dentro del formato infantil e incorporar en ella una identidad cultural más propia.
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La cinta argentina "Yanka y el espíritu del volcán" (2018) intenta unir temática y paisaje natural y autóctono con el género fantástico de aventuras pero se queda por debajo del nivel de cualquier película infantil.
Yanka (Maite Lanata) no puede dejar de pensar en la desaparición de su madre. Al enterarse que se perdió en el bosque del volcán Copahue la noche que entró en erupción por última vez, decide embarcarse en su búsqueda, topándose en el camino con una serie de obstáculos y criaturas fantásticas que la conducen hacia una aventura.
Iván Abello dirige esta película que apunta a un público infantil al que cada vez estamos más acostumbrados porque ese mercado se ha afilado para crear un discurso tan apto para niños como para adultos con un genuino disfrute para ambos. En este caso hay un lenguaje que interpela el costado más simplista y sin inventiva que busca ser fácil de entender pero que está despojado de todo encanto.
Poco inteligente por otro lado ficcionalizar la imagen de una tribu mapuche al punto que parecen indiecitos salidos de "Pocahontas" (1995), lleva a repensar el discurso y cuestionarse si al final el hecho de incorporar lo autóctono fue una pantalla que quedó lejos de cualquier intención de nutrir el relato y hacerlo propio.
Un guión flojo que descansó ante el servicio de los efectos. Efectos muy buenos en general que tenían una maravillosa potencialidad aunque en este caso todo tiene una vuelta de más que hace que se vean los hilos.
La figura infantil televisiva Maite Lanata es la protagonista de la película con momentos de lucidez y poca constancia al igual que el resto del elenco que no destaca. Todos los integrantes parecen desganados al igual que su fotografía que desaprovecha un paisaje de una belleza monumental.
Todo esto teniendo en cuenta que tenemos referencias como "Los pequeños aventureros" (Daniel Pires Mateus, 1977) que demostró hace ya muchos años que se puede hacer una película con un contenido más sustancioso dentro del formato infantil e incorporar en ella una identidad cultural más propia.
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