Crítica: "La cama", la despedida
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Emiliano Basile
La ópera prima de la actriz y directora Mónica Lairana sigue los temas apuntados en sus cortos "Rosa" (2010) y "María" (2012), tanto la descripción de la vida y los tiempos de la tercera edad como la tensión que ejercen los cuerpos en las relaciones son fundamentales para entender la concepción fílmica de "La cama" (2018).
Estrenada en la Festival de Berlín y parte de la competencia del 33 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, "La cama" describe la despedida de una pareja sexagenaria compuesta por Jorge (Alejo Mango) y Mabel (Sandra Sandrini), mientras transitan sus últimas horas en la casa familiar, a punto de ser vendida. En ella compartieron sus mejores momentos como pareja, vestigios de felicidad sólo conservados en objetos envueltos y empaquetados para la mudanza. Ya nada queda de esa historia de amor que transita su ocaso. O tal vez sí.
Mónica Lairana describe las sensaciones implícitas en esta pareja con los silencios incómodos y una milimétrica composición del encuadre, siempre desde una distancia prudencial con los hechos observados que fomenta la reflexión sobre lo presenciado. Otro componente es el agobiante calor del verano que obliga a los personajes a deambular desnudos y parece invitarlos a un último encuentro sexual. Recursos que generan la particular atmósfera que envuelve al film.
El hogar funciona como metáfora expresionista del fin de la relación, sus paredes deterioradas expresan el deteriorado vínculo de la pareja. La estética de antaño que decora la casa enuncia, al igual que sus cuerpos envejecidos, la brecha entre la plenitud de su vida en el pasado y el desencantado presente, con muebles empaquetados y objetos añorados cubiertos de polvo. La separación es inminente, sólo queda aceptarla.
"La cama" es un film perceptivo, crudo y afectivo sobre las emociones contrariadas en el fin de una relación. Una historia de amor que no cuenta el momento de la conquista, ni tampoco cuando forjaron su familia, sino el epílogo del vínculo: cuando dos almas se encuentran por última vez sólo para decirse adiós.
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La ópera prima de la actriz y directora Mónica Lairana sigue los temas apuntados en sus cortos "Rosa" (2010) y "María" (2012), tanto la descripción de la vida y los tiempos de la tercera edad como la tensión que ejercen los cuerpos en las relaciones son fundamentales para entender la concepción fílmica de "La cama" (2018).
Estrenada en la Festival de Berlín y parte de la competencia del 33 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, "La cama" describe la despedida de una pareja sexagenaria compuesta por Jorge (Alejo Mango) y Mabel (Sandra Sandrini), mientras transitan sus últimas horas en la casa familiar, a punto de ser vendida. En ella compartieron sus mejores momentos como pareja, vestigios de felicidad sólo conservados en objetos envueltos y empaquetados para la mudanza. Ya nada queda de esa historia de amor que transita su ocaso. O tal vez sí.
Mónica Lairana describe las sensaciones implícitas en esta pareja con los silencios incómodos y una milimétrica composición del encuadre, siempre desde una distancia prudencial con los hechos observados que fomenta la reflexión sobre lo presenciado. Otro componente es el agobiante calor del verano que obliga a los personajes a deambular desnudos y parece invitarlos a un último encuentro sexual. Recursos que generan la particular atmósfera que envuelve al film.
El hogar funciona como metáfora expresionista del fin de la relación, sus paredes deterioradas expresan el deteriorado vínculo de la pareja. La estética de antaño que decora la casa enuncia, al igual que sus cuerpos envejecidos, la brecha entre la plenitud de su vida en el pasado y el desencantado presente, con muebles empaquetados y objetos añorados cubiertos de polvo. La separación es inminente, sólo queda aceptarla.
"La cama" es un film perceptivo, crudo y afectivo sobre las emociones contrariadas en el fin de una relación. Una historia de amor que no cuenta el momento de la conquista, ni tampoco cuando forjaron su familia, sino el epílogo del vínculo: cuando dos almas se encuentran por última vez sólo para decirse adiós.
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