Crítica: "Los últimos días del crimen / The last days of American Crime", confusión y venganza
- por © Escribiendocine-NOTICINE.com
Por Rolando Gallego
Basada en el comic de Rick Remender y Greg Tocchini, "Los últimos días del crimen / The last days of American Crime" (2020), de Olivier Megaton ("Colombiana", "Transporter 3", la saga "Venganza / Búsqueda implacable / Taken"...) es la nueva apuesta de Netflix para convocar audiencias alrededor de una propuesta que no termina de encontrar la mejor manera para narrar aquello que presenta, transformando un material que podría haber magnificado, en un pastiche sin sentido plagado de subrayados y lugares comunes.
Si en el arranque, un potente Bricke (el venezolano Edgar Ramírez) demuestra las peores maneras de acorralar a un mafioso para luego sentenciarlo a muerte, en el final, el crimen vuelve a utilizar, como en esa escena, el fuego como manera de expiar culpas y lograr la redención de un grupo de sujetos perdidos en sus miserias. Las llamas parecen ser la manera de transformarse en otros.
La trama inicial de "Los últimos días del crimen" es un experimento gubernamental que a partir de la incorporación en los sujetos de un liberador de inhibiciones, que transforma momentos idílicos en un verdadero caos de crimen, robos, saqueos y muertes, pone a Estados Unidos en una completa situación de anarquía. Dentro de ese contexto, la lucha de bandas criminales se llevará puesto a un entrañable amigo del protagonista, el que intentará vengarlo.
Dejando de lado esta premisa, por supuesto que "Los últimos días del crimen" es ficción y aquello que se vive con tanta similitud con la realidad en el relato, en tiempos convulsionados, donde la otredad por diferente merece ser aniquilada, termina resintiendo, por cercanía, por espejar una situación que tomó la agenda de los medios de comunicación por sorpresa, una propuesta que se debilita rápidamente y que su transgresión es superada minuto a minuto por las noticias en cada cambio de canal que hacemos.
Y si bien el elenco hace lo que puede con un guión que bucea en clásicos del género, que homenajea a "El precio del poder / Caracortada / Scarface" (en repetidas oportunidades) y a cuanto film de gangster clásico y nuevo haya por ahí, Olivier Megaton termina por construir un relato confuso, que transita por diferentes géneros hasta transformarse en un culebrón digno de narconovelas.
Como corolario, y tal como hace muy pocos días también lo vimos en las noticias, la idea de un paraíso cercano, como espacio para liberarse y comenzar una nueva vida alejada del hampa, aparece Canadá, ejemplo de civilización moderna (por contraste con USA, no por otra cosa), de respuesta capitalista perfecta y que será el horizonte para que Bricke, su amada de turno y el resto de los malos / buenos, imaginen otra vida en otro lugar.
En "Los últimos días del crimen" nadie es quien realmente dice ser, el villano de turno usa campera de cuero y baila canciones graciosas antes de asesinar a alguien (cuántas veces vimos esto, desde "Perros de la calle", para acá muchas veces), todo es predecible, todo es obvio, y también confuso, adrede, para evitar que el espectador reflexione sobre aquello que está consumiendo y que lo tendrá sentado durante casi dos horas y media.
Una infantil línea narrativa, espera que al sumar el elemento fantástico de la desinhibición simultánea de las acciones todo tenga un sentido, pero no, ya que por momentos asistimos a un intento de emular aquellos relatos que ofrecen, sin tiempo de elipsis, historias en tiempo real sobre las últimas acciones de grupos de personas ante la inevitable cercanía del fin de los días, siendo la transgresión del límite de la violencia y el cuerpo del otro un lugar común para reforzar algunas premisas.
Acción, tiros, un gran despliegue de locaciones, lujos, ostentaciones, configuran el lienzo sobre el cual la propuesta traza sus pinceladas, las que en vez de construir una imagen uniforme y homogénea, respetando leyes de género, prefiere optar por una estructura pictórica a lo Jackson Pollock para demostrar su capacidad de trascender su confinamiento a un tipo de cine, el que, en esta oportunidad, Olivier Megaton no sabe cómo encontrarle el tono para transformar su destino y visionado en una propuesta interesante y novedosa.
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Basada en el comic de Rick Remender y Greg Tocchini, "Los últimos días del crimen / The last days of American Crime" (2020), de Olivier Megaton ("Colombiana", "Transporter 3", la saga "Venganza / Búsqueda implacable / Taken"...) es la nueva apuesta de Netflix para convocar audiencias alrededor de una propuesta que no termina de encontrar la mejor manera para narrar aquello que presenta, transformando un material que podría haber magnificado, en un pastiche sin sentido plagado de subrayados y lugares comunes.
Si en el arranque, un potente Bricke (el venezolano Edgar Ramírez) demuestra las peores maneras de acorralar a un mafioso para luego sentenciarlo a muerte, en el final, el crimen vuelve a utilizar, como en esa escena, el fuego como manera de expiar culpas y lograr la redención de un grupo de sujetos perdidos en sus miserias. Las llamas parecen ser la manera de transformarse en otros.
La trama inicial de "Los últimos días del crimen" es un experimento gubernamental que a partir de la incorporación en los sujetos de un liberador de inhibiciones, que transforma momentos idílicos en un verdadero caos de crimen, robos, saqueos y muertes, pone a Estados Unidos en una completa situación de anarquía. Dentro de ese contexto, la lucha de bandas criminales se llevará puesto a un entrañable amigo del protagonista, el que intentará vengarlo.
Dejando de lado esta premisa, por supuesto que "Los últimos días del crimen" es ficción y aquello que se vive con tanta similitud con la realidad en el relato, en tiempos convulsionados, donde la otredad por diferente merece ser aniquilada, termina resintiendo, por cercanía, por espejar una situación que tomó la agenda de los medios de comunicación por sorpresa, una propuesta que se debilita rápidamente y que su transgresión es superada minuto a minuto por las noticias en cada cambio de canal que hacemos.
Y si bien el elenco hace lo que puede con un guión que bucea en clásicos del género, que homenajea a "El precio del poder / Caracortada / Scarface" (en repetidas oportunidades) y a cuanto film de gangster clásico y nuevo haya por ahí, Olivier Megaton termina por construir un relato confuso, que transita por diferentes géneros hasta transformarse en un culebrón digno de narconovelas.
Como corolario, y tal como hace muy pocos días también lo vimos en las noticias, la idea de un paraíso cercano, como espacio para liberarse y comenzar una nueva vida alejada del hampa, aparece Canadá, ejemplo de civilización moderna (por contraste con USA, no por otra cosa), de respuesta capitalista perfecta y que será el horizonte para que Bricke, su amada de turno y el resto de los malos / buenos, imaginen otra vida en otro lugar.
En "Los últimos días del crimen" nadie es quien realmente dice ser, el villano de turno usa campera de cuero y baila canciones graciosas antes de asesinar a alguien (cuántas veces vimos esto, desde "Perros de la calle", para acá muchas veces), todo es predecible, todo es obvio, y también confuso, adrede, para evitar que el espectador reflexione sobre aquello que está consumiendo y que lo tendrá sentado durante casi dos horas y media.
Una infantil línea narrativa, espera que al sumar el elemento fantástico de la desinhibición simultánea de las acciones todo tenga un sentido, pero no, ya que por momentos asistimos a un intento de emular aquellos relatos que ofrecen, sin tiempo de elipsis, historias en tiempo real sobre las últimas acciones de grupos de personas ante la inevitable cercanía del fin de los días, siendo la transgresión del límite de la violencia y el cuerpo del otro un lugar común para reforzar algunas premisas.
Acción, tiros, un gran despliegue de locaciones, lujos, ostentaciones, configuran el lienzo sobre el cual la propuesta traza sus pinceladas, las que en vez de construir una imagen uniforme y homogénea, respetando leyes de género, prefiere optar por una estructura pictórica a lo Jackson Pollock para demostrar su capacidad de trascender su confinamiento a un tipo de cine, el que, en esta oportunidad, Olivier Megaton no sabe cómo encontrarle el tono para transformar su destino y visionado en una propuesta interesante y novedosa.
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