Crítica: "Planta permanente", no hay más camino que el de la lucha

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"Planta permanente"
"Planta permanente"
Por Adrián Monserrat   

La nueva película de Ezequiel Radusky (Los dueños) expone uno de los males existentes en la Argentina: la situación laboral en el sector estatal. Poderosa, necesaria y movilizante, "Planta permanente" (2019) se convertirá en un clásico instantáneo a la hora de hablar de "cine social y laboral argentino".

"No puedes pasar de largo lo que está sucediendo. Tal vez si contamos la verdad sobre el pasado contamos también la verdad sobre el presente. No hay más camino que el de la lucha". Esta frase corresponde a Ken Loach ("Yo, Daniel Blake"), cineasta conocido por hablar de esas historias que suceden en la realidad pero que pocos se animan a contarlas. Radusky toma este guante, explora la realidad de las trabajadoras y los trabajadores de la administración pública, y torea a una clase política desinteresada en el bien social. Planta permanente es la voz de esta pelea: grita desde el alma una problemática ninguneada hasta por los medios de comunicación.

Estructurada en el trabajo de dos empleadas de limpieza de una dirección de Obras Públicas provincial, interpretadas por Liliana Juárez (El motoarrebatador) y Rosario Bléfari (Silvia Prieto), estamos en presencia de una obra que se caracteriza por explorar la existencia de la humanidad dentro del engranaje del Estado. Hay sentimientos. Hay preocupación por la otra persona. Hay un fin común que se respira en el ambiente, que te identifica. Pero hay también una burocracia apabullante y víctimas silenciosas de gestiones sin humanidad. Todo esto a través de personajes que atemorizan gracias a un discurso hipócrita condenado a cambiar la situación de los de la base de la pirámide jerárquica.

Juarez y Bléfari brillan. Ellas son dos torbellinos llenos de energía que se apoderan de cada escena y dan vida al guion coescrito por Radusky y Diego Lerman (Una especie de familia). Verónica Perrotta (Las toninas van al este), en la piel de la nueva directora, ofrece una interpretación tan convincente que nuestra reacción como espectadores es la del rechazo inmediato. Un logro sensacional de la actriz a través de una caracterización vocal y gestual que nos hará recordar a determinados personajes femeninos de la anterior etapa política.

La sencillez de la película es tan genuina que no hay espacios para incredulidades. La cuota de humor está bien administrada y no cae en burlas ni en faltas de respeto. Planta permanente es una obra atemporal, la cual permanecerá vigente mientras existan aún perjudicados de esta problemática laboral.

La precariedad también aflora en la administración pública y nos golpea la puerta con ferocidad. El poder en manos de sujetos con determinados intereses particulares nos produce una sensación de impotencia que nos desborda. Desde los medios de comunicación, lo mejor que podíamos y podemos hacer es a no callar estas situaciones. Desde el arte, el objetivo es transformar estas causas en una obra que invite a la reflexión, a la búsqueda de la justicia social y a poder visibilizar a los que más lo sufren. No hay más camino que el de la lucha y Planta permanente lo interpreta de la mejor forma.

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