Crítica Locarno: "Tengo sueños eléctricos", la contradictoria necesidad del padre

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"Tengo sueños eléctricos"
"Tengo sueños eléctricos"
Por Aurore Engelen   / Cineuropa

La costarricense Valentina Maurel presentó en la competencia internacional de Locarno "Tengo sueños eléctricos" (2022), una crónica adolescente perturbadora protagonizada por una joven que descubre muy a su pesar que la edad adulta no es un fin en sí mismo.

Distinguida gracias a sus cortometrajes "Paul está aquí" (Premio de la Cinéfondation en Cannes en 2017) y "Lucía en el limbo" (seleccionada en la Semana de la Crítica de Cannes en 2019), Valentina Maurel llega al primer largometraje con brillantez. La película se inscribe en la continuidad de su producción cinematográfica, que se inclina de nuevo hacia la adolescencia. Después de haber explorado con gracia y franqueza el despertar sensual y sexual de una joven en "Lucía en el limbo", esta vez reflexiona sobre la frágil relación que une a una joven y a su padre. Eva no soporta que su madre, que acaba de divorciarse, quiera renovar la casa familiar. Solo sueña con una cosa: irse a vivir con su padre, que viva en un apartamento, si es posible con una habitación para ella, donde albergar su intimidad y su adolescencia. Hace todo para conseguirlo, hasta buscar en los anuncios clasificados, pero él, ávido de libertad, actúa con un doloroso diletantismo cuando se trata de proporcionar algo de estabilidad a su progenitora.

Palomo es poeta. Palomo es un espíritu libre. Palomo también es un hombre atravesado por una violencia arcaica con la que Eva no sabe muy bien qué hacer. ¿Cómo y por qué amar a un padre violento y disfuncional? Observando a su padre y a sus amigos, y también a su madre, Eva llega a preguntarse en qué consiste la edad adulta, ¿es sensato apuntar a esa edad de madurez? Esos hombres y mujeres que la rodean, que se refugian en su amor al arte y su sed de libertad, parecen igual de perdidos que ella, incluso más.  

Eva se encuentra paralizada. "Tengo sueños eléctricos" no pertenece al movimiento clásico del coming of age, donde una niña se transforma en una mujer joven durante un verano. Eva va más allá: ve la angustia, la incapacidad, la violencia de lo que le espera “del otro lado”, pasada la adolescencia.

¿Cuáles son los demonios presentes en la familia de Eva? ¿Cómo y por qué la violencia se ha convertido en lenguaje, inscribiéndose en el seno de su intimidad familiar, volviéndose un flujo conversacional entre ella y su padre, a veces también con su madre? ¿Qué hacer con este legado, con esta violencia transmitida en herencia?

Daniela Martín Navarro presta su energía, su mirada penetrante y su naturalidad a Eva para interpretar a una protagonista obstinada y cautivadora. Por su parte, Reinaldo Amien Gutiérrez encarna de maravilla la ambigüedad de Palomo, un padre cariñoso y violento, perdido en sus ideales y (a veces) salvado por su arte. Valentina Maurel los pone en movimiento, a veces en busca de apego, dando vueltas por la ciudad en una San José poco vista en el cine, alejada de todo exotismo.

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