Crítica: "Siempre es invierno", el amor en tiempos de desamor

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Verdaguer y Renault en "Siempre es invierno"
Verdaguer y Renault en "Siempre es invierno"
Por Santiago Echeverría          

La (mala) gestión del abandono, las ilusiones rotas, el dolor que genera depresión, la nostalgia... son sentimientos humanos que frecuentemente se asocian en la ficción (y en la vida) con el género femenino. Es más raro contemplar el trauma de un adiós desde la óptica de un hombre. En "Siempre es invierno", la película de David Trueba basada en una novela propia, " Blitz ", que este sábado cerrará la Seminci de Valladolid y llegará a cines españoles el próximo 7 de noviembre, asistimos a la debacle vital que genera en un arquitecto, Miguel (David Verdaguer), la ruptura con su pareja, Marta (Amaia Salamanca), que coincide con un momento profesional no precisamente magnífico.

Al inicio de "Siempre es invierno", Miguel acude acompañado por Marta a un concurso internacional de arquitectura paisajista que se desarrolla en Bruselas. La capital belga se convertirá en el escenario en el que ella anuncia que le deja para volver con un antiguo novio, un cantante uruguayo. Podemos intuir que con una carrera profesional tan gris como el cielo de Bruselas, el adiós de Marta significa la caída del principal asidero vital de Miguel, el disparo de gracia a su estabilidad emocional.

El inesperado apoyo de Olga (Isabelle Renault), una mujer belga que colabora en el evento al que ha ido y le dobla en edad, le ayudará a superar el trauma.

La nueva película de Trueba es una tragicomedia, y por tanto mezcla la desazón de Miguel con situaciones que invitan a la sonrisa, muchas de ellas precisamente consecuencia de las tonterías que protagoniza en medio de su naufragio sentimental.



El cineasta madrileño, quien posiblemente haya nutrido la película -y antes su novela- de experiencias personales directas, ha hecho con "Siempre es invierno" (título extraído de la cita "Sin amor siempre es invierno") un convincente canto a la importancia del amor en nuestras vidas, pero también de la empatía, el afecto y la amistad, en un momento en que todo parece merecer más atención, y las "distracciones" de la vida diaria no nos dejan tiempo para darle el espacio que merece.

Miguel somos todos, porque quién no ha sufrido de desamor. Trueba es capaz de transmitir su desorientación dejando también mensajes de esperanza como migas de pan dispersas a lo largo de la película. Se sobrevive al abandono y tarde o temprano surgirá una nueva oportunidad. No hay mal que cien años dure.

Otro elemento de "Siempre es invierno" es su relativismo. Trueba nos dice que nada es absoluto, empezando por el amor. Nos ilusionamos hasta la admiración, construimos mitos que se pueden derrumbar en cualquier momento. Definitivamente nada es inamovible (empezando por las convicciones propias) ni nadie sobrevive a las contradicciones y mezquindades del ser humano. Pero lo que único que puede salvarnos, a la postre, es eso cuya ausencia nos congela sea cual sea la temperatura.

"Siempre es invierno" estará en todas las quinielas de premios y es sin duda, pese a su aparente simplicidad, una de las mejores películas españolas del año. Además del buen hacer de los actores, David Trueba ha sido capaz de equilibrar sus elementos, sin desdeñar ninguno, desde la emotividad de algunos momentos a escenas de sexo cuyo realismo rara vez hemos visto en el cine español (y no se entienda lo real como sinónimo de explícito). De la mano de su tocayo Verdaguer nos emocionó en "Saben aquell" y ahora vuelve a hacerlo con el añadido de un abanico ampliado de sensaciones y elementos de reflexión. No se la pierdan.

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