Crítica: "Ciudad sin sueño", mágico realismo social
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Por Eduardo Larrocha
"Ciudad sin sueño", primer largometraje del español Guillermo Galoe, comienza con una excavadora demoliendo una casa para que los habitantes de ese lugar tengan que irse a otra parte y poner punto y final a su vida en la Cañada Real, enclave situado en las afueras marginales de Madrid. Un asentamiento irregular marcado desde antes de la pandemia por la falta de servicios básicos y los constantes cortes de luz.
La película describe ese mundo a través del relato de Toni, un adolescente de 15 años que vive con orgullo su pertenencia a una familia de chatarreros y que sigue a su abuelo a todas partes. Los derribos se acercan a su parcela y su abuelo se niega a marcharse, sea cual sea el sacrificio que ello implique. En oscuras noches sin electricidad, mientras las leyendas de su infancia cobran vida, Toni debe elegir entre enfrentarse a un futuro incierto o aferrarse a un mundo que se desvanece marcado por una precaria forma de vida. Tras esa primera secuencia, enseguida "Ciudad sin sueño" nos muestra que los niños, a pesar del dramático lugar que habitan -hasta en Gaza lo hemos visto- parecen estar siempre felices, jugando.
En esta película, que se estrenó en la Semana de la Crítica del Festival Internacional de Cine de Cannes, y aunque en el título proclama y retrata metafóricamente la ausencia de sueños, en sus juegos esos niños siempre están soñando y sueñan a veces con cosas materiales de las que carecen: "aquí tendría yo mi nevera, aquí tendría…" se inventan un mundo, se inventan una vida mejor. Un mundo para contrarrestar la penuria en la que viven. La manera de mostrar esos sueños se delata con el cambio de tonalidad, de los colores que alteran y embellecen, lugares, paisajes y personas. Una muestra de la maestría del responsable de la fotografía, Rui Poças, para reflejar esa alternancia entre la realidad y el mundo onírico. El largometraje tuvo un precedente "Aunque es de noche" ( 2023) que ganó el Goya al mejor cortometraje de ficción y participó en el Festival de Cannes. Guillermo Galoe muestra en su película una realidad que conoce bien porque en 2019 fue a trabajar a la Cañada Real haciendo talleres de cine con niños y adolescentes.
"Ciudad sin sueño", que se exhibió en la última Seminci de Valladolid, refleja un proceso de transición y de duelo de un mundo a otro mundo, de una aventura a otra.
No es un documental aunque pueda parecerlo porque está protagonizada por actores no profesionales que residen en la Cañada Real. Es pura ficción entre el neorrealismo y el realismo mágico."Toni" en realidad es Antonio Fernández Gabarre, quien ya había trabajado con Galoe en el cortometraje. Junto al narrador de "Una ciudad sin sueño" dan vida a sus propios personajes su abuelo Jesús Fernández Silva y otros familiares y vecinos Bidal Sedraoui y Luis Bértolo. La abuela, a la luz de la fogata, de noche, reúne a la Comunidad para hablar y escuchar a la matriarca contando cuentos antes de dormir. Entiende el director que "el fuego, que es el que genera el hogar, los une y los junta en un círculo, como es un círculo la propia película que parece terminar como ese comienzo demoledor".
Lo que contemplamos en la Cañada Real es una sociedad con un patriarca con función paterna. A cambio de ese principio de autoridad comunitario los adultos y sus niños nunca están en soledad, para bien y para mal. Allí nadie se debe sentir solo, son libres, como esa galga que corre por un campo abierto como metáfora de la libertad de sus vidas.
Hay también otros elementos inquietantes como esos pájaros que en un momento dado vuelan en libertad y se colorean. Y luego la iguana, que es un animal prehistórico. Parece almacenar en nuestra memoria restos de los ancestros de culturas originarias. Los pájaros, la galga, la iguana viven sin ataduras en la prisión que les da cobijo. Además hay un monstruo que es el Mega, un personaje también mítico, de los cuentos de los gitanos. Todos tienen miedo de él porque cuando venga lo hará para derribar sus casas y con ellas todo su hábitat. "Ciudad sin sueño" puede ser una metáfora de lo que le puede ocurrir a nuestro mundo. Si no luchamos y le ponemos remedio podría desaparecer.
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"Ciudad sin sueño", primer largometraje del español Guillermo Galoe, comienza con una excavadora demoliendo una casa para que los habitantes de ese lugar tengan que irse a otra parte y poner punto y final a su vida en la Cañada Real, enclave situado en las afueras marginales de Madrid. Un asentamiento irregular marcado desde antes de la pandemia por la falta de servicios básicos y los constantes cortes de luz.
La película describe ese mundo a través del relato de Toni, un adolescente de 15 años que vive con orgullo su pertenencia a una familia de chatarreros y que sigue a su abuelo a todas partes. Los derribos se acercan a su parcela y su abuelo se niega a marcharse, sea cual sea el sacrificio que ello implique. En oscuras noches sin electricidad, mientras las leyendas de su infancia cobran vida, Toni debe elegir entre enfrentarse a un futuro incierto o aferrarse a un mundo que se desvanece marcado por una precaria forma de vida. Tras esa primera secuencia, enseguida "Ciudad sin sueño" nos muestra que los niños, a pesar del dramático lugar que habitan -hasta en Gaza lo hemos visto- parecen estar siempre felices, jugando.
En esta película, que se estrenó en la Semana de la Crítica del Festival Internacional de Cine de Cannes, y aunque en el título proclama y retrata metafóricamente la ausencia de sueños, en sus juegos esos niños siempre están soñando y sueñan a veces con cosas materiales de las que carecen: "aquí tendría yo mi nevera, aquí tendría…" se inventan un mundo, se inventan una vida mejor. Un mundo para contrarrestar la penuria en la que viven. La manera de mostrar esos sueños se delata con el cambio de tonalidad, de los colores que alteran y embellecen, lugares, paisajes y personas. Una muestra de la maestría del responsable de la fotografía, Rui Poças, para reflejar esa alternancia entre la realidad y el mundo onírico. El largometraje tuvo un precedente "Aunque es de noche" ( 2023) que ganó el Goya al mejor cortometraje de ficción y participó en el Festival de Cannes. Guillermo Galoe muestra en su película una realidad que conoce bien porque en 2019 fue a trabajar a la Cañada Real haciendo talleres de cine con niños y adolescentes.
"Ciudad sin sueño", que se exhibió en la última Seminci de Valladolid, refleja un proceso de transición y de duelo de un mundo a otro mundo, de una aventura a otra.
No es un documental aunque pueda parecerlo porque está protagonizada por actores no profesionales que residen en la Cañada Real. Es pura ficción entre el neorrealismo y el realismo mágico."Toni" en realidad es Antonio Fernández Gabarre, quien ya había trabajado con Galoe en el cortometraje. Junto al narrador de "Una ciudad sin sueño" dan vida a sus propios personajes su abuelo Jesús Fernández Silva y otros familiares y vecinos Bidal Sedraoui y Luis Bértolo. La abuela, a la luz de la fogata, de noche, reúne a la Comunidad para hablar y escuchar a la matriarca contando cuentos antes de dormir. Entiende el director que "el fuego, que es el que genera el hogar, los une y los junta en un círculo, como es un círculo la propia película que parece terminar como ese comienzo demoledor".
Lo que contemplamos en la Cañada Real es una sociedad con un patriarca con función paterna. A cambio de ese principio de autoridad comunitario los adultos y sus niños nunca están en soledad, para bien y para mal. Allí nadie se debe sentir solo, son libres, como esa galga que corre por un campo abierto como metáfora de la libertad de sus vidas.
Hay también otros elementos inquietantes como esos pájaros que en un momento dado vuelan en libertad y se colorean. Y luego la iguana, que es un animal prehistórico. Parece almacenar en nuestra memoria restos de los ancestros de culturas originarias. Los pájaros, la galga, la iguana viven sin ataduras en la prisión que les da cobijo. Además hay un monstruo que es el Mega, un personaje también mítico, de los cuentos de los gitanos. Todos tienen miedo de él porque cuando venga lo hará para derribar sus casas y con ellas todo su hábitat. "Ciudad sin sueño" puede ser una metáfora de lo que le puede ocurrir a nuestro mundo. Si no luchamos y le ponemos remedio podría desaparecer.
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