Carlos Sorín escribe sobre "La ventana"

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Carlos Sorín
Carlos Sorín
Por Carlos Sorín *

Al comienzo de los 60, cuando como espectador adolescente pasaba los tardes en los cines de funciones continuadas tuve un encuentro inesperado con una película extraña, totalmente distinta a las películas de aventuras  de las que era aficionado. Se llamaba "Cuando Huye el Día" (después supe que el título original era "Las Fresas Salvajes"), de Ingmar Bergman, un director sueco del que comenzaba a hablarse en Buenos Aires.

Ese film fue una bisagra en mi vida como espectador. A partir de ella comenzó de a poco a interesarme otro cine, el cine  "para mayores". Comencé a ver los films de Bergman, a descubrir a Visconti, a Fellini, a Losey, a Buñuel, a Truffaut, a Resnais, a Godard, a todos los maestros que me formaron como espectador. "Las Fresas Salvajes" la habré visto quince o veinte veces. En esa época no había video y la perseguía obsesivamente a través de la cinemateca y los ciclos de revisión.

Después desapareció de mi vida y la recordaba como el gran amor de la adolescencia. Pero el año pasado, cuando terminé de escribir el guión de La Ventana, volvió otra vez inesperadamente a mi mente la necesidad de verla. Ya era mas fácil localizar un DVD a través de Internet y eso hice.

Verla fue como reencontrarse con un viejo familiar. La película seguía conservando la intensidad original, pero la sorpresa fue que el guión que estaba escribiendo, era en muchos sentidos y sin saberlo, una remake involuntaria de de la película de Bergman.

De alguna forma el espíritu de "Fresas Salvajes" permaneció en mi latente por más de cuarenta años.

El retorno a la infancia en el final de la vida, la lejanía de los afectos, la irremediable soledad final son aspectos que constituyen la columna vertebral de aquella obra maestra y que yo trato tímidamente de reflejar en La Ventana.

Cuando comencé a trabajar en La Ventana pensaba hacer un film en el que la historia se desarrollase en un tiempo real corto, en las pocas horas que van del amanecer al atardecer y con la visión enrarecida de quién, como Antonio, permanece obligatoriamente en cama y espera hacia la noche la visita de su hijo. Pensaba en un film con una historia muy tenue en la que aparentemente pasa muy poco, pero con la esperanza que pueda ocurrir mucho en la mente del espectador. Una película que haga las veces de una lente de aumento, donde los pequeños y inconsistentes detalles se magnifiquen.

Y traté de apostar a la imagen. En ese sentido La Ventana tiene un trabajo sobre la imagen y la puesta en escena mucho mas elaborado que el de mis películas anteriores, cuya cámara, intencionalmente desprolija, simulaba un documental.

En esa apuesta a la imagen luché contra la tentación de poner música durante toda la edición. Es evidente que la música facilita mucho las cosas y ayuda enormemente a provocar la emoción. Pero pensaba que este film debía ser seco y valerse por si mismo. Que las emociones, si surgen, sea por las imágenes y la incomparable musicalidad de los ruidos de la naturaleza.

(*): El argentino Carlos Sorín estrena este viernes en España, más de un año después de mostrarse por primera vez en el Festival de Toronto (y luego en la Seminci), su último trabajo, protagonizado por Antonio Larreta. Se trata del sexto largometraje de ficción en la abrupta carrera de este cineasta formado en el campo de la publicidad, que brilló con "Historias mínimas".