Crítica: "Blackthorn", puro clasicismo

por © Redacción-NOTICINE.com
Shepard cabalga en 'Blackthorn'
Shepard cabalga en 'Blackthorn'
Por María José Sánchez Lerchundi

En la historia/ficción "Blackthorn", Butch Cassidy no murió, según la versión autorizada, junto a su compañero Sundance Kid bajo las balas del ejército boliviano. Vivió durante años escondido tras el nombre de Blackthorn, un criador de caballos al que nunca perdió de vista un antiguo agente, convencido de que es Cassidy y quiere cobrar la recompensa por su captura. Solitario y ya envejecido, Blackthorn liquida su negocio para volver a Estados Unidos.

En el camino de vuelta se le cruza un ingeniero español, amigo de lo ajeno, que ha robado en la mina donde trabajó. Son, pues, dos hombres en fuga que, después de un choque frontal entre ambos, deciden cabalgar juntos por el Salar de Uyuni, un territorio endiablado y bellísimo…

Media vida lleva Mateo Gil en el Cine, a pesar de no haber cumplido aún los cuarenta años; lo suyo es de una precoci dad en absoluto precocinada, más bien el resultado de una evidente madurez. No hay más que echarle un vistazo a sus historias como guionista y como director, todas van por lo sesudo y por lo inteligente, lo que es mejor aún. En esas está ahora con “Blackthorn”, un western puro clasicismo, con todas las instrucciones de uso. Y desenterrando, para colmo, cadáveres tan exquisitos como el de Butch Cassidy, el mismo que en 1969 encarnó Paul Newman en “Dos hombres y un destino”, o sea: un reto mayúsculo del que no sale malparado, desde luego.

Porque a la bonita peripecia de aquel triángulo de jóvenes y bellos le sucede hoy un Cassidy otoñal, menos atractivo, más quemado pero también más sabio, lleno de reflexiones a veces muy brillantes, de diálogos impecables, dentro de un espléndido guión que en absoluto desmerece del que William Goldman le escribió a George Roy Hill en aquella ocasión. Los dos libretos pueden perfectamente hablarse “de tú a tú”; y el triángulo esta vez va además por otros derroteros: son, para resumir, tres versiones diferen tes del forajido, con un personaje, el de Stephen Rea, que cierra impecablemente el juego.

Eduardo Noriega supera con nota la prueba y no digamos Sam Shepard, muy en su papel, quizá demasiado (¿un mito frente a otro mito?) al recordar (y casi recuperar) a aquel solitario Howard Spence de “Llamando a las puertas del cielo” (“Don't Come Knocking”) a las órdenes de Wim Wenders; otro jinete esquivo, y tan parecido…

La admirable fotografía de Ruiz Anchía y la estupenda música que rodea a la historia apuntalan un relato bien contado. Pero no es por ahí por donde flaquea “Blackthorn”. Lo hace por el lado de la realización, algo impersonal y deslavazada, como si el alumno aventajado que Mateo Gil es y confirma, no se hubiera atrevido a imprimirle su sello propio. También decae el ritmo, desigual y un tanto parsimonioso (la belleza del paisaje podría ser el motivo). Pero, en cualquier caso, estamos ante un western estupendo. Una buena réplica del ferviente admirador del género que es su director.

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