Crítica: "Intruders", otro giro de tuerca al cine sobrenatural
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Por José Daniel Díaz
El próximo fin de semana las carteleras españolas estarán de enhorabuena. Juan Carlos Fresnadillo estrena su último film, "Intruders", que ya inauguró con división de opiniones el pasado Festival de San Sebastián tras estrenarse en Toronto. Con un elenco internacional que encabeza Clive Owen, Pilar López de Ayala y Daniel Bruhl, este cuento de fantasmas encadena tensión y sorpresa con mucha astucia.
"Carahueca" es un ser extraño. Aparece de la nada, se cuela en las habitaciones de los niños e intenta llevarse su cara. Está necesitado de una imagen que perdió hace mucho tiempo y sólo cuando repites su nombre puede escapar de la cueva en la que se encuentra. Dos niños en dos familias distintas sufren a este malvado engendro. Dos vidas paralelas, dos maneras de afrontarlo distintas.
"Intruders" es algo más que una película de ciencia ficción, un thriller psicológico o un encuentro con el suspense y el terror. Es nostalgia, miedo, heridas mal cerradas, cobardía, soledad.... Son muchas cosas pero todas contadas con sutileza, casi de pasada. Porque el objetivo fundamental es el entretenimiento, es el eje sobre el que se mueve todo el engranaje.
Lamentablemente en ocasiones incide demasiado en las mismas escenas, recalca actitudes de sobra conocidas y su principal objetivo se dispersa. Le cuesta mantener el ritmo de la película y eso lo nota el espectador. Sus actores pelean las escenas con pasión, destacando la labor de los dos niños, y soportando las trampas que el guión va encadenando.
Fresnadillo apunta a la mentira, con un disparo certero y acusado. A esa mentira benévola, la que se utiliza para no hacer daño pero hiere con más fuerza. Apunta a lo que impresiona a un niño que se está haciendo como persona, a la imaginación mal encaminada y a los sueños que perdieron su sentido. Ya comentaba el director que algo de él se encontraba en la película, como una espina que quieres quitarte en forma de imágenes y sonido. Todas las familias esconden secretos, todas tratan de ocultarlos y los niños se acaban convirtiendo en las grandes víctimas.
Y luego está el final. Ese gran final donde todo cobra sentido. Se la juega Fresnadillo, arriesgando una historia bien llevada pero carente de elementos de sorpresa, con la intención de dar la campanada en los últimos minutos. Y vaya si lo consigue. Me despertó la sonrisa, ésa que te hace pensar que caíste en la trampa del director, ésa en la que sabes que jugaron contigo y te gustó.
Como diría Sabina "nos sobran los motivos" para verla. Con lo difícil que es innovar en los guiones de cine, estas pequeñas joyas merecen premio. El mejor que le podemos dar es el de la taquilla. Ojalá le vaya bien.
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El próximo fin de semana las carteleras españolas estarán de enhorabuena. Juan Carlos Fresnadillo estrena su último film, "Intruders", que ya inauguró con división de opiniones el pasado Festival de San Sebastián tras estrenarse en Toronto. Con un elenco internacional que encabeza Clive Owen, Pilar López de Ayala y Daniel Bruhl, este cuento de fantasmas encadena tensión y sorpresa con mucha astucia.
"Carahueca" es un ser extraño. Aparece de la nada, se cuela en las habitaciones de los niños e intenta llevarse su cara. Está necesitado de una imagen que perdió hace mucho tiempo y sólo cuando repites su nombre puede escapar de la cueva en la que se encuentra. Dos niños en dos familias distintas sufren a este malvado engendro. Dos vidas paralelas, dos maneras de afrontarlo distintas.
"Intruders" es algo más que una película de ciencia ficción, un thriller psicológico o un encuentro con el suspense y el terror. Es nostalgia, miedo, heridas mal cerradas, cobardía, soledad.... Son muchas cosas pero todas contadas con sutileza, casi de pasada. Porque el objetivo fundamental es el entretenimiento, es el eje sobre el que se mueve todo el engranaje.
Lamentablemente en ocasiones incide demasiado en las mismas escenas, recalca actitudes de sobra conocidas y su principal objetivo se dispersa. Le cuesta mantener el ritmo de la película y eso lo nota el espectador. Sus actores pelean las escenas con pasión, destacando la labor de los dos niños, y soportando las trampas que el guión va encadenando.
Fresnadillo apunta a la mentira, con un disparo certero y acusado. A esa mentira benévola, la que se utiliza para no hacer daño pero hiere con más fuerza. Apunta a lo que impresiona a un niño que se está haciendo como persona, a la imaginación mal encaminada y a los sueños que perdieron su sentido. Ya comentaba el director que algo de él se encontraba en la película, como una espina que quieres quitarte en forma de imágenes y sonido. Todas las familias esconden secretos, todas tratan de ocultarlos y los niños se acaban convirtiendo en las grandes víctimas.
Y luego está el final. Ese gran final donde todo cobra sentido. Se la juega Fresnadillo, arriesgando una historia bien llevada pero carente de elementos de sorpresa, con la intención de dar la campanada en los últimos minutos. Y vaya si lo consigue. Me despertó la sonrisa, ésa que te hace pensar que caíste en la trampa del director, ésa en la que sabes que jugaron contigo y te gustó.
Como diría Sabina "nos sobran los motivos" para verla. Con lo difícil que es innovar en los guiones de cine, estas pequeñas joyas merecen premio. El mejor que le podemos dar es el de la taquilla. Ojalá le vaya bien.
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