Jaime Rosales escribe sobre "Sueño y silencio"

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Jaime Rosales
Por Jaime Rosales *

Siempre que empiezo una película, trato de que todo suceda tal y como lo había imaginado. Como si yo fuese el demiurgo detrás de un mundo que espera a ser creado, trato de modelarlo todo a mi antojo. Ocurre que las películas - por lo menos las que yo hago - se hacen en el mundo real, con cosas reales y con personas reales. Y el mundo real, por mucho que uno insista en ello, no se deja modelar fácilmente. Me encuentro luchando desesperadamente contra todos los elementos. Nada quiere parecerse a cómo yo lo había imaginado. Cuando llevo ya cierto tiempo luchando y sufriendo, me doy cuenta de que lo imprevisto, lo que se sale del plan, puede tener mucho valor. Incluso más valor que lo que había imaginado.

No es que la realidad supere la ficción; es que la realidad es mejor que la ficción. Empiezo a pensar que el exceso de control tal vez no sea tan bueno. A partir de entonces, mi manera de enfrentarme a la realización de la película cambia. No se trata tanto de cómo lograr controlar los elementos sino de cómo lograr que lo inesperado - el azar - juegue a favor de obra. Me doy cuenta, ahora que he acabado el trabajo, que lo difícil no ha sido hacer una obra conforme a lo que había imaginado. La película no se parece en nada a lo que había imaginado. Lo difícil ha sido hacer una obra a través de uno. Lograr convertirse en el medio a través del cual la obra se ha ido formando. Dejar que el azar y la realidad hayan sido parte del proceso creativo.

Me fascina la realidad humana. Lo absolutamente real. El retrato de lo cotidiano. La precisión en la expresión de las relaciones humanas. Me interesan los pequeños gestos, las miradas. Las emociones incontrolables. Me interesa observar detenidamente. Las personas tenemos un yo que ocultamos bajo varias capas. Dejamos que nuestra verdadera naturaleza salga a la luz de vez en cuando. Hay que estar muy atento. Todas las decisiones y la arquitectura de la puesta en escena han sido diseñadas para lograr retratar esa realidad con suma precisión.

El guión de la película no contiene diálogos. Los actores reciben el contenido dramático en el momento mismo de rodar la escena. No reciben tampoco direcciones sobre qué decir, cómo decirlo o qué hacer. No se repiten tomas, ni varios ángulos sobre una misma escena o situación. La improvisación inicial es la única, verdadera e irrepetible. Me dejo sorprender por lo que dicen y hacen los actores. A veces salen de campo inesperadamente quedando el cuadro vacío. Eso también es válido.

Toda la película ha sido rodada con una emulsión en blanco y negro de grano duro. El grano de la imagen en blanco y negro es muy hermoso. Le da una consistencia a la película extraordinaria. Una gran sensación física, matérica. Lo que se ve, está ahí. Ha ocurrido realmente. Se ha utilizado un tipo de película que permite rodar sin iluminación artificial. No se ha empleado luz de apoyo a pesar de rodar en 35mm. Todo ha sido rodado con luz natural. Esta manera de filmar concede mucha agilidad y produce una imagen muy bella y emocionante.

(*): Jaime Rosales, formado en Ciencias Empresariales, acabó decantándose por el cine, tras estudiar en Escuela de San Antonio de los Baños (EICTV) en Cuba. Sus películas, algunas tan crípticas y radicales como "Tiro en la cabeza", han participado en importantes festivales, especialmente en apartados paralelos de Cannes, como "Las horas del día", "La soledad" y ahora "Sueño y silencio", que este fin de semana se estrena tras pasar el mes pasado por la Quincena de los Realizadores.

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