El cine español despide a Alfredo Landa, actor y símbolo

por © José Daniel Díaz-NOTICINE.com
Alfredo Landa
Pamplonés de nacimiento, muy vinculado a San Sebastián y residente profesionalmente en Madrid, Alfredo Landa, actor y símbolo de varias épocas del cine español, ha dejado de vivir este jueves a los 80 años, tras una larga enfermedad que le fue minando desde su retirada a finales de la pasada década. Protagonista de comedias muy comerciales y de discutible calidad en los 60 y 70, supo reinventarse y evolucionar hacia la profundidad como lo hizo el propio cine nacional, sin dejar de tener jamás el cariño y el aprecio del público. Afable y divertido pero capaz de sacar a pasear un genio temible, Landa no ha dejado ningún heredero artístico. No habrá nunca otro como él.

Realizar un perfil de Alfredo Landa no resulta fácil. Mucha información que hay que condensar en pocas líneas. Su filmografía alcanzó las 120 películas y fue creador simbólico y posiblemente inconsciente del “landismo”, término que procuraba abarcar una generación y un estilo de película que triunfó en España en los 70.

Pero de esa generación que surgió hace 40 años pocos han resistido el paso del tiempo. Es importante decir que Alfredo se retiró “por la puerta grande” como le gustaba decir. Dejó la interpretación tras un pequeño papel en "Luz de domingo", de su buen amigo y colaborador, José Luis Garci, el año antes de recibir un Goya de Honor por toda su carrera, no sin antes reconocer que el cine español había dejado de ilusionarle.

De eso ya han pasado cinco años en los que su salud se ha ido deteriorando, la física y la mental, hasta apagarse del todo este jueves. Fue una de esas personas que alardean de tener como hobby su propio trabajo y poder ganarse la vida con ello. Se consideraba sincero y, sobre todo, con principios, lo cual le ha llevado más de un disgusto.

Su carrera cinematográfica comenzó cuando decidió trasladarse a Madrid con 25 años. Obsesionado por ser actor y enfrentado a su familia que no aceptó esa decisión y su abandono de la carrera de Derecho que cursaba en San Sebastián, se buscó la vida en la capital para cumplir su sueño. Y, aunque sea sorprendente, se inició en el mundo del doblaje hasta que por fin llegó su debut cinematográfico de la mano de José María Forqué en “Atraco a las tres” (1962).

Se inició con papeles cómicos entre los que podríamos destacar “El verdugo” (1963), “Historias de la televisión” (1965), “Los guardamarinas” (1966), “El arte de no casarse” (1966) ó “Cateto a babor” (1970). Pero sus mayores éxitos llegarían con el desembarco de las suecas en las playas españolas; con hábiles interpretaciones Alfredo Landa personificó perfectamente al españolito medio de esos años.

Con los nuevos tiempos Alfredo empezó a emprender proyectos de otro tipo; películas más dramáticas que requerían de un mayor esfuerzo interpretativo. “El crack” (1981) resultó un cambio de registro llevado con éxito. Tras ésta le siguieron títulos tan importantes en el cine español como “Los Santos Inocentes” (1984) que le supuso el premio al Mejor Actor en el Festival de Cine de Cannes, “La Vaquilla” (1985), “El Bosque Animado” (1987) que mereció el Goya al Mejor Actor ó “La Marrana” (1992) que supuso su segundo Goya. Curiosamente estas dos últimas películas las interpretó a las órdenes de José Luis Cuerda.

No se arrepintió nunca de sus peores películas; de hecho solía decir: “He aprendido más de las películas malas que de las buenas” y puede jactarse de haber trabajado con los mejores directores del cine español. Nombres tan importantes como Luis García Berlanga, Mario Camus, José Luis Borau, José Luis Garci, José Luis Cuerda, Antonio Mercero y tantos otros que se rindieron ante la genialidad de este pequeño gran actor.

Tras su decisión de retirarse de la interpretación la Academia quiso rendirle homenaje entregándole el Goya de honor 2008; algo que él consideró “acojonante”. Su discurso, esa noche, dio mucho que hablar, y preocupó a la mayoría. El se limitó a decir, con ese orgullo "torero" que tenía mucho que decir y las palabras se le trabucaron. A partir de hoy, el cielo será un lugar probablemente más divertido.