Colaboración: Disney y la marca registrada del "Día de los muertos"

por © Correcamara.com-NOTICINE.com
Mickey, versión Día de los Muertos
Por Pedro Paunero

El anuncio sorprendió a todos: una querida compañía cinematográfica que parecía haberse comportado de manera "respetuosa" con el pueblo mexicano, que tenía en su haber algunas películas que idealizaban de manera condescendiente y con mirada turística a su vecino país, de la cual muchos guardaban felices recuerdos de la infancia, pretendía registrar el término "Día de los muertos" de manera legal como título de una de las películas que su filial Pixar está rodando como medida de protección a través de un "Trademark". Se trataba de la compañía Disney, la casa del ratón Miguelito (nombre que poco a poco fue cediendo terreno ante el Mickey norteamericano) y del Pato Donald (que en un principio se conoció como Pato Pascual) que, ese sí, nadie comprendía cuando hablaba pero que adoraban los niños a través de sus rabietas y malos entendidos.   

The Walt Disney Company (y por extensión Hollywood) que una vez, bajo la estrategia del panamericanismo otorgaría un trato condescendiente y ambiguo a México y América Latina a través de algunas producciones –productos de su tiempo: la II Guerra Mundial- ahora, bajo el tsunami globalizante y neoliberal intentaba adueñarse no sólo de un término sino de toda una antropología, de una celebración que había sobrevivido a los embates de la Conquista, de la Inquisición y del Halloween demostrando que detrás del pececito Nemo también había ambición y egoísmo capitalista.

Y como la globalización es un arma que corta por los dos filos el grito en el cielo comenzó en las redes sociales, en Change.org para ser exactos, que se anuncia como una plataforma de peticiones en todo el mundo con "carácter cívico, reformista, social y, en general reivindicativo del cumplimiento de los derechos humanos" a través de la cual organizaciones como Amnistía Internacional y Humane Society alojan sus peticiones previo pago y el servicio de "crowdsourcing". Su creador, Ben Rattray, un ex banquero convencido de ayudar a las personas y no sólo de acumular dinero, ha sido enlistado por "Time" como uno de los 100 personajes más influyentes del mundo y su plataforma ha recibido ya boicots del gobierno chino. En Change.org logró su objetivo la petición que hiciera Grace Sesma para detener a Disney.

Marcada ahora como "Victoria", alcanzó más de 20 000 firmas en menos de 24 horas cantidad que no parece mucha pero que fue suficiente para por su rapidez echar atrás las pretensiones de Disney para obtener beneficios económicos a través de los productos derivados de la película y de reclamar derechos y ganancias a través de quien utilizara dicho nombre. Estos derechos de marca se extenderían a alrededor de 100 productos: frutas, verduras, carne, juegos, juguetes, ropa, calzado, equipaje y mucho más.

Mucho de ese cariño que la Disney supo ganarse en México y América Latina y que estuvo a punto de perder con su iniciativa de volver "marca registrada" el Día de Muertos, provenía no de un "respeto" a los pueblos del sur del Río Bravo sino de una política de estrategia panamericanista y "de buenos vecinos" iniciada por la administración del presidente Franklin D. Roosevelt y el entonces director de la Oficina de Asuntos Interamericanos, Nelson Rockefeller.

Una de esas películas enmarcadas en este periodo es la un tanto olvidada "Saludos amigos" (Norman Ferguson, 1943) que combinaba actores reales con dibujos animados en dónde se exaltaban arquetipos sudamericanos como los gauchos argentinos, la Cordillera de los Andes, el lago Titicaca y hacía su primera aparición "José Carioca", un alegre periquito brasileño. Pero la cinta dónde se haría de México un mosaico delirante de luz, sonido y música folclórica sería "Los tres caballeros" ("The Three Caballeros", Norman Ferguson, 1944) que uniría al yanqui Pato Donald, el brasileño José Carioca e introduciría al mexicano "Pancho Pistolas", un enfebrecido pistolero que disparaba a diestra y siniestra para completar el trío de aves panamericanas. La cinta comenzaba en Argentina con un gauchito en un burrito volador, seguía el segmento "Bahía" dedicado a Brasil dónde Donald el yanqui se enamoraba de la hermana de Carmen Miranda, Aurora, al son de "Os quindins de yayá" para convertirse en un delirio orgiástico en el cual México era presentado como una visión de fumetas en el espacio y la tierra de Acapulco, Chihuahua, Veracruz e hileras de cactáceas, tehuanas y lluvias de sarapes, colación vomitada por piñatas, sombreros y niños cantando villancicos en las posadas, eso sí, constituyendo secuencias extraordinariamente imaginativas y talentosas en cuanto al uso del color y de la animación, dignas sucesoras del aún más psicodélico "trip" de la secuencia de los elefantes rosas de "Dumbo" (Ben Sharpsteen, 1941). La película gozo de un éxito inmenso en México.

¿Pero, por qué México y por qué Brasil eran tan exaltados en esta película? Emilio García Riera nos recuerda en su "México visto por el cine extranjero" que ambos países eran los aliados más importantes de los Estados Unidos en América mientras la Argentina permanecía neutral y señala algo muy importante: "Se apreció en Disney un visible empeño de documentación: sus estampas mexicanas remitían a los mismos lugares comunes manejados en México por un nacionalismo complaciente". Es este nacionalismo hoy erosionado –y que producciones como "5 de mayo, la batalla" (Rafa Lara, 2013) intentan resucitar al más puro estilo priísta-, el mismo capaz de indignarse (por otro lado con toda razón) por esta última acción de la Compañía Disney pero que cada vez cede más terreno en cuanto a sus costumbres, como la del Día de Muertos, ante algunas costumbres extranjeras, como la del Halloween, tan mal comprendida y tergiversada incluso en el mismo país del norte.