Crítica: "Hermanos de sangre", cuidado con lo que anhelas
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Por Emiliano Basile
Figura clave del cine de terror argentino contemporáneo, Daniel de la Vega realiza su primera incursión en la comedia con "Hermanos de sangre" (2012). Pero, para no defraudar a sus seguidores, se trata de una comedia negra con mucha, pero mucha, sangre.
Matías (Alejandro Parrilla) es un gordo tímido e introvertido enamorado inútilmente de una compañera de oficina. Un buen día aparece Nicolás (un genial Sergio Boris), oscuro personaje de conducta mafiosa autoproclamado su hermano, que aplicará sus ortodoxos métodos para concretar los sueños de Matías.
Daniel de la Vega demuestra su oficio para manejar los tiempos del relato. Un cine de género que trasmite las emociones correctas en los momentos justos. La excusa es la amistad -enmarcada en el literal sacrificio por el otro- como gran tema de la película escrita por Nicanor Loreti, Germán Bal y Martín Blousson. El "dream team" del cine de género argentino que ya está saliendo del underground. Y lo hace con oficio y perfección técnica que siembran los distintos climas y promueven la identificación con el espectador.
"Hermanos de sangre" cuenta con un humor desopilante, a la vez riéndose de las convenciones argumentales de este tipo de films: “Vos no existís, soy yo mismo” le dice el protagonista a su hermanos Nicolás quien arremete con una cachetada y retruca “Dejáte de decir boludeces”.
Humor negro, negrísimo por lapsos, gracias al conocimiento del director y guionistas del terror, proyectado en la materialización de los anhelos y miedos humanos. Cualquiera puede identificarse con Matías en sus deseos truncados: Lo que sigue es la explicitud consecuente de tales síntomas, de la forma más divertida y terrorífica posible.
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