Crítica: "No quiero dormir sola", el encuentro de dos mundos femeninos

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'No quiero dormir sola'


Por Hugo Lara Chávez

"No quiero dormir sola", la opera prima de la mexicana Natalia Beristain, que este semana se ha estrenado en su país, es un entrañable relato de tonos agridulces sobre el encuentro entre una vieja y su nieta. Amanda (Mariana Gajá) es llamada inesperadamente por una vecina para ayudar a su abuela, Lola (Adriana Roel), otrora hermosa actriz del cine mexicano que vive ahora sola y abandonada en su desvencijada casa de la colonia Roma.

Más por obligación que por convicción, Amanda ayuda a su abuela a hacer frente a su crisis de salud, producto de su alcoholismo. Sin la presencia de su padre, un cineasta que se encuentra siempre muy ocupado (Arturo Beristain, padre en la vida real de la directora), Amanda se va involucrando sentimentalmente con su abuela, a quien poco a poco descubre hermosa y orgullosa como corresponde a una diva del cine, aún en su decadencia (inevitable traer a la memoria a Norma Desmond/Gloria Swanson de "Sunset Boulevard", Billy Wilder, 1950).

“No quiero dormir sola” es una película que posee distintos valores dignos de destacar, desde el guión, el cast, la dirección de arte (muy bien logrado el ambiente de la casa de la colonia Roma), la fotografía de Dariela Ludlow y desde luego la dirección de Beristáin, quien pertenece a una dinastía de figuras del cine nacional. De hecho, la directora ha asegurado que el argumento del film —de su propia autoría junto con Gabriela Vidal— tiene apuntes autobiográficos pues fue inspirado en la relación que tuvo con su abuela, la actriz Dolores Beristain, a partir de la cual desarrolló una ficción con diversas variantes originales.

La cinta observa el proceso de transformación que experimenta el personaje de Mariana Gajá, la joven que se va desprendiendo de su egoísmo cuando se deja tocar por la sensibilidad de su abuela, en la colisión de dos seres solitarios que se necesitan uno al otro como la chispa que detonan dos piedras para hacer fuego. Las buenas secuencias que logra la directora junto con sus actrices (sobresaliente actuación de Roel) alcanzan su mejor nivel en las escenas de la alberca y, especialmente, en la celebración del cumpleaños que le organiza la nieta a su abuela, ya hacia el final del film.

La directora se aboca a desentrañar el universo femenino de su relato, donde la presencia de los hombres es casi nula. De hecho, hay una deliberada intención de excluirlos, pues los dos personajes masculinos de cierta relevancia tienen presencia más bien intrascendente: el novio de Amanda, un barman que da más la idea de ser un amante ocasional sin relevancia; mientras que su padre apenas aparece en una escena.

Además de la carga emotiva que la película propone, se desliza una reflexión que busca reivindicar a las personas de la tercera edad, en los tiempos actuales en que parece ponderarse únicamente la etapa de la juventud.

Si bien "No quiero dormir sola" tiene un inicio ligeramente flojo, el ritmo y las sorpresas permiten que mejore y llegue hacia un desenlace consistente y bien logrado. Además, la directora consigue que sus personajes creen empatía con el público, mediante  sus tristezas pero también su humor. "No quiero dormir sola" se hizo acreedora del premio al mejor largometraje mexicano en el 10 Festival de Morelia.