Concha Velasco lo cuenta... casi todo

por © Actúa-NOTICINE.com
Velasco (E.Cidoncha)
A los 73 años, la actriz española Concha Velasco, que el próximo octubre recibirá un homenaje en la Seminci de Valladolid, su ciudad natal, está de vuelta de todo. Tal vez por eso, una de las máximas figuras del espectáculo ibérico se ha "soltado" en una entrevista con la publicación de la entidad de gestión de derechos de los actores, AISGE, Actúa, en la que revela historias inéditas, como las de sus colegas que buscaban sexo con ella o que los golpistas del 23-F le habían incluido en una "lista negra" de "ejecutables" junto precisamente a su colega José Sacristán, que también recibirá el mismo reconocimiento junto a ella este año en el certamen castellano. Seleccionamos algunas preguntas y respuestas de esa charla:

– De sus comienzos en la escuela de danza, las giras y las innumerables pruebas, ha dicho: “Mi cuerpo aprendió a no dormir”. Suena duro para una chiquilla.

Pero así es mi vida. De todos modos he hecho un concienzudo ejercicio para eliminar cualquier rastro de rencor. No quiero mirar atrás ni me arrepiento de nada.

– No hay cuentas que saldar.

No. Vivo una plenitud que ojalá hubiera tenido en el pasado. Yo tenía una vocación instigada por mi madre. Me tenía todo el día estudiando y de acá para allá, que si idiomas, que si el conservatorio, que si pruebas... pero reconozco que fue mi guía. De gira en el año 54 ganaba 45 pesetas diarias, de las que tenía que enviar la mitad a casa. Esas pesetas daban para lo que daban. Tengo claustrofobia y no puedo dormir en habitaciones sin ventanas. Dormía en la calle y perdí el sueño.

– ¿Hasta hoy?
Uf, para dormirme a mí hay que darme con un palo en la cabeza. Ahora bien, [categórica] soy una mujer de 73 años que no reniega de nada, que acepta su pasado y vive su presente. Solo me preocupa lo que afecte a mi familia.

– En 1958 tuvo su primer gran éxito con ‘Las chicas de la Cruz Roja’ y le pudo comprar una nevera eléctrica a sus padres.

¡Qué va! No era eléctrica. Era una Edelweiss buenísima, pero de hielo, amigo mío. Había que bajar a comprar las barras, subirlas con el gancho, picarlas... Lo mejor de aquella época era conseguir que mi familia viviera bien.

– ¿Era su obsesión?

Y lo sigue siendo. Cuando tienes tantas necesidades te sueles convertir en un agarrado, como Charlton Heston, que recogía los trozos de decorado para su chimenea de La Moraleja. Si no, te conviertes en cigarra. Me lo gasté todo y disfruté haciéndolo. Soy cigarra total.

¿Y si vienen mal dadas?
A veces he estado amargada, he tenido depresiones, he sido alcohólica...

– ¿Luis Escobar fue su Pigmalión?

Me llevaba a su casa y me enseñaba modales: “No te pintes en la mesa” (porque yo soy muy de sacar el espejo); “Niña, este cubierto va aquí”...

– Vamos, como en las películas de Berlanga.

Tal cual. Allí conocí a Dalí, a Nureyev, a Margot Fonteyn. Tony (Leblanc) me enseñó los números de baile y me introdujo en este círculo. Fue maestro y compañero, como Landa, López Vázquez, Fernán Gómez y, más tarde, Pepe Sacristán.

– ¿Para llegar a estrella hay que ser más ambiciosa que trabajadora?

Las dos cosas. El otro día preguntaban a DiCaprio en qué se parece a Gatsby, y él respondió: “En la ambición”. Por cierto, quiero corregir a los críticos que han despedazado "El gran Gatsby": es magnífica, un caleidoscopio de su época.

– Y declaró: “Gustavo Pérez Puig tenía una fe en mí como actriz dramática de la que yo carecía”. ¿Llegó al teatro serio por la televisión?

Por directores como Gustavo, Pedro Amalio López o Juan Guerrero Zamora. Este me dio mi primer papel con 18 años en "El bosque petrificado". Iba recomendada por Fernando Rey, que me quería meter mano, como todos. No les servía de nada, pero me recomendaban.

– Con la esperanza de...
Con la esperanza de... [zanja traviesa]. Yo no me dejaba, pero tampoco ellos eran mala gente.

– Sin embargo, su trabajo televisivo más importante fue una serie: ‘Teresa de Jesús’. ¿Cómo se hizo con el papel?
La serie fue una exigencia del cardenal Tarancón al nuevo gobierno socialista. Ana Belén iba a hacer la Teresa joven y Lucia Bosé, la mayor. El maquillador Julián Ruiz le dijo a Josefina Molina que yo podría interpretar a las dos. Me vio en el teatro y me contrató.

– ¿Se sintió marginada por venir del teatro de revista y la comedia ligera?
Tiene gracia, ahora voy a trabajar con José Pedro Carrión, al que conozco de la época de Layton. A mí no me dejaban matricularme en el TEI por haber hecho "Las chicas de la Cruz Roja". Solo podía ir de oyente. Llegué a renegar de mi pasado profesional. Hoy me enorgullezco de él.

– ¿Cuándo se notó de verdad dominadora del escenario?
Hay dos momentos. Principalmente en "Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?" (1981). Sacristán, Marsillach y yo lo teníamos todo tan claro que a los veinte días ya podíamos haber estrenado. En el 23-F estábamos en escena y pasamos miedo, y con razón. Hace poco se ha hecho pública una lista de personas que iban a ser ajusticiadas si el golpe triunfaba. Los tres estábamos en ella.

– ¿Y el otro momento?
En 1977, en Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca, también con Marsillach. Fue un montaje tremendo, con música de Enrique Morente, un autodidacta que componía con la guitarra delante de la grabadora, coreografía de Mario Maya y la voz de Carmen Linares.

– Los personajes pedían la amnistía para Mariana Pineda, un símbolo de lo que ocurría en la calle.

Si la amnistía hubiera llegado antes, Mariana Pineda no habría sido ejecutada. Recordemos que los últimos fusilamientos del franquismo, anteriores a la amnistía general, estaban aún muy recientes. En Sevilla se levantó un señor durante mi monólogo y subió al escenario con algo en la mano. Todos nos quedamos petrificados, aterrados. Era la bandera de Andalucía. Me envolvió con ella y se bajó entre los aplausos del público. En esta función pasó de todo.

– Usted ha visto cosas, como el replicante de ‘Blade Runner’…
Ja, ja. Es verdad, pero entonces no tenía hijos. Hoy debo tener más cuidado.

– Una última cosa. ¿Cuál ha sido el mejor momento de su vida?

Este. No tenga duda.