Crítica: "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas", dilema del nuevo milenio

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Parte del elenco de 'No se si cortarme las venas...'


Por Hugo Lara Chávez

De entrada, esta película mexicana tiene un título muy simpático, incluso a pesar de ser demasiado largo, pero que describe con puntería su tono de comedia sofisticada. Y desde ahí comienza un homenaje a Pedro Almodóvar y su cine, con una clara reminiscencia a "Mujeres al borde de un ataque de nervios" (1988), que se afirma como la mayor influencia a lo largo de "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas" (2013), con la exótica presencia de la narigona española Rossy de Palma con todo y gazpacho, chica Almodóvar por excelencia.

"No sé si cortarme las venas…" es la ópera prima de Manolo Caro, basada en su propia y exitosa obra teatral, con un puñado de actores que en su mayoría pasaron del escenario al set de filmación: Luis Gerardo Méndez, Raúl Méndez, Luis Ernesto Franco y Ludwika Paleta, además de Zuria Vega. Está situada en un entorno urbano y pudiente de la Ciudad de México (parece la colonia Roma pero por la presencia judía sería Polanco) y es un relato coral de cinco seres que se debaten tragicómicamente entre sus demonios interiores y los conflictos para relacionarse con los otros, en búsqueda del amor, de un hijo, de la fama o de simple sexo. Un referente mexicano previo de esta cinta sería la taquillera "Sexo, pudor y lágrimas" (Antonio Serrano, 1998).

El film relata el enredo emocional y sexual que se precipita entre cinco vecinos. Está narrado como un largo flashback, a partir de una noche en que se detonan dos disparos a raíz de ciertos pleitos de pareja. El cuadro de personajes está compuesto por la desparpajada Julia (Vega) y Lucas (Luis Gerardo Méndez), dos amigos íntimos que fingen estar casados para disimular la homosexualidad de él, quien se lo oculta a su castrante madre (la simpática Anabel Ferreira). Por otro lado, la depresiva Nora (Paleta) y Aarón (Raúl Méndez) forman un matrimonio de judíos en profunda crisis porque ella no ha podido embarazarse y él ha perdido el deseo por ella. Por último, está Félix (Franco) un famoso ex futbolista que tuvo que retirarse por una grave lesión y que llega a vivir al edificio, con el trauma de ver su carrera truncada.

La realización logra llevar convincentemente la forma teatral del argumento a una correcta puesta en escena cinematográfica, aprovechando los mayoritarios espacios interiores (muy pocos exteriores) y su breve reparto actoral, al que hay que agregar la participación de la ya mencionada Rossy de Palma, que interpreta a otra vecina, una española que sirve como intermediaria y pretexto del drama colectivo. También figuran algunos otros pequeños personajes que aportan una dosis valiosa al ritmo y gracia del filme, como los que interpretan José María Yazpik, Cecilia Suárez, y Mariana Treviño, como una secretaria del Ministerio Público.

Pero lo mejor del film es su humor de sutil picardía y su sabroso color para retratar a sus personajes, lo que desata abundantes risas francas entre el auditorio. Es muy eficaz gracias a la buena actuación de sus protagonistas, a sus astutos diálogos y a la frescura en general como corre la trama. El director demuestra tener un dominio casi perfecto de su propia obra y aprovecha los recursos de sus actores que llevan años interpretando esos mismos papeles en el teatro. Caro logra que sus personajes se muestren humanos, conmueven, causan lástima, empatía y risas (hay escenas muy chuscas, como la del table-dance o la del karaoke de una canción de Lupita D’Alessio). Y al final se vuelvan entrañables.

"No sé si cortarme las venas…" es una película cumplidora en su tipo y género, con escenas bien logradas, con buen sentido del timing que en la comedia es vital. Incluso por la banda sonora, que incluye algunos arreglos de temas del pop de los años noventa. Igual de eficaz es la foto de Daniel Jacobs, la edición de Jorge García y el arte de Maria Fernanda Guerrero. Eso sí, al film le viene sobrando su epílogo, un forzado intento por parcharlo con un final feliz innecesario y mostrar que sus personajes cumplen con el arco de transformación.

Otro comentario adicional, sobre la buena marcha que lleva este film tras su primera semana de exhibición, con 9 millones de pesos y cerca de 200 000 asistentes acumulados, que le permitieron ocupar el cuarto sitio de la taquilla mexicana. Tal vez en algo aportó el reciente efecto positivo de "Nosotros los Nobles", la más vista en la historia del cine mexicano, y el hecho de que uno de sus protagonistas, Luis Gerardo Méndez, aparezca en pantalla. Parece que el ánimo del gran público está inclinado a favorecer la comedia. Lo cual no es de extrañar. La película tiene sus propios méritos para llamar la atención de más público. Veremos si funciona el boca a boca.