Colaboración: Tardes de sesión continua en el Bellas Artes

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El Palacio de Bellas Artes donostiarra
Por Jon Apaolaza

Recibo por email un tríptico de Áncora Agrupación Cívica, entidad que lucha por la conservación de un edificio en el que probablemente nació mi amor al cine, el Palacio de Bellas Artes de San Sebastián, que resulta ser ahora mismo la sala de cine más antigua que se conserva en la Península Ibérica, y una de las pocas que queda en toda Europa anteriores a la I Guerra Mundial. Allí, en los años 60 del pasado siglo, yo y mis hermanas éramos "abandonados" por mi madre a primera hora de la tarde y recogidos cuando despuntaba la noche, momento en el que al menos habíamos visto una vez las dos películas que se proyectaban en sesión continua y programa doble. En el "Bellas" conocí a Gary Cooper, los hermanos Marx, Cantinflas y hasta a un Superman japonés.

No era el único cine donostiarra que frecuentaba, naturalmente. También estaban el Trueba, donde con pantalón corto y sin enterarme de casi nada ví con mi aitona (abuelo) "2001" de Kubrick, el Pequeño Casino o el Amaya, donde delante de María José Alfonso como "Genoveva de Brabante" besé por primera vez en la boca a una chica, o el Rex, el Astoria, el Novedades... muchos cines para una ciudad como la mía con poco más de 100 000 habitantes. Claro que eran otros tiempos.

La diferencia radicaba en que el Bellas Artes era el que estaba más cerca de casa, en la paralela calle Urbieta, y además casi siempre programaba programas dobles los fines de semana. Mi madre descansaba de nosotros, mientras según las posibilidades del momento nosotros veíamos las películas sobre un mar de cáscaras de pipas (entonces no existían las palomitas) en butaca, anfiteatro o las duras sillas de madera del gallinero.

En aquel cine, siendo adolescente y a pesar de ir acompañado por mis padres, no me dejaron entrar a ver "¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? / "Avanti!" porque tras pedirme el carnet vieron que no era mayor de 18. Años después se convertiría, como muchas otras cintas de Billy Wilder (casi todas) una de mis películas de cabecera.

Mis recuerdos no serán muy diferentes de los de cualquier lector por encima de los 40 años, sea cual sea la sala donde se crearon. Lo que hace diferente al Bellas Artes es su historia y el riesgo de que sea demolido para convertirse en un hotel de lujo.

El Palacio de Bellas Artes, según me informa el tríptico de estos defensores del patrimonio arquitectónico, es una réplica del mítico Gaumont-Palace de París, de la Place Clichy, la única que queda del que fue el cine más grande del mundo, en la primera década del siglo pasado, desaparecido en los años 70.

Algo más aguantó como sala cinematográfica el Bellas Artes, hasta que en 1982 dejó de proyectar películas para convertirse en sede de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y del Orfeón Donostiarra. Sin embargo, el magno edificio, de propiedad privada, lleva años cerrado y sin uso, más o menos protegido por la normativa municipal. Pero ésta ha cambiado, y ahora es posible dada su ambigüedad, tirar el viejo cine que empezó proyectando cine mudo.

Numerosas entidades y personas, entre ellas el cineasta vasco Víctor Erice, se han manifestado en favor de la preservación de este monumento histórico. San Sebastián ya ha sido testigo desde hace décadas de crímenes contra el buen gusto urbanístico, desde la Torre de Atocha al derribo de otro histórico cine, el Kursaal, ahora convertido en un cubo estéticamente peleado con su entorno. Ojalá no ocurra lo mismo con el "Bellas".

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