Crítica: "Omisión", preguntas y dilemas

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'Omisión'


Por Edurne Sarriegui

Con "Omisión" (2013), el argentino Marcelo Páez Cubells inicia su carrera como director de una historia propia. Anteriormente escribió el guion de "Boogie, el aceitoso" (2009), basada en la tira cómica de Roberto Fontanarrosa. Su primera incursión en  la realización la hace con un policial con tintes de suspenso que consigue atrapar la atención del espectador a través de una historia donde se enfrentan un asesino sin escrúpulos y un hombre con un dilema ético.

Santiago Murray (Gonzalo Heredia) vuelve a Argentina convertido en sacerdote después de pasar los últimos diez años en España. Llega para ayudar en la parroquia de su antiguo barrio, un lugar donde muchos de sus habitantes viven en el límite de la ley. Un día recibirá la confesión de un asesino (Carlos Belloso), un psiquiatra que decide  eliminar a aquellos que considera despreciables, y la revelación de que seguirá matando. Enfrentando el dilema de ser fiel a su condición de sacerdote y respetar el sigilo sacramental o defender la vida de los amenazados por el asesino y no pecar por omisión, su vida se convierte en un torbellino donde se entrelazan el presente y un pasado cercano a la marginalidad. A cargo de la investigación de los crímenes se encuentra Clara Aguirre (Eleonora Wexler), abogada de la fiscalía que fue novia de Santiago tiempo atrás.

Los personajes de esta historia están bien definidos  tanto por el trazo fino del guion como por el trabajo actoral. La naturaleza de las relaciones de Clara y Santiago y de algunos personajes secundarios así como  la ubicación de la historia en un marco realista con personajes cotidianos y situaciones habituales, otorgan una gran autenticidad  a  esta ficción.

"Omisión", que este jueves llega a salas argentinas, es una película que genera preguntas. Páez Cubells se encarga de trazar un paralelismo entre el sacerdote y el psiquiatra. Ambos escuchan miserias ajenas, deben mantener el secreto y ayudan hasta donde pueden. Ambos deben responder bajo un  paradigma ético de convicción para cumplir con lo que se espera de sus respectivas profesiones. Sin  embargo entran en conflicto  con la ética de responsabilidad por sus actos. Uno trata de proteger a las potenciales víctimas de un asesino sin traicionar principios fundamentales de su sacerdocio. El otro quiere "limpiar  las calles de indeseables" desde cualquier lugar cuando su profesión no alcanza para redimir las culpas de sus pacientes.

Es en este punto donde el espectador queda involucrado, porque -obviando las situaciones concretas- en multitud de ocasiones esas mismas dudas asaltan a mayoría de las personas. Y muchas veces, permanecer con los brazos cruzados, pecando por omisión, no es la mejor solución  aunque parezca la más fácil y hasta cierto punto aceptable.

Inspirado en otros films que han tratado el mismo tema y con un final que remite al cine negro, este thriller se encarga de  mantener nuestra atención en lo que ocurre en la pantalla y de transmitir la sensación de angustia propia de su género. Al salir del cine, el debate está servido.