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Por Edurne Sarriegui

"Voley" es la segunda obra del argentino Martín Piroyansky, que en 2012 estrenó "Abril en Nueva York". Esta vez escribe, dirige y protagoniza una comedia que apenas consigue arrancar escasas risas utilizando un humor escatológico y chabacano. Tal vez quiere parecerse a esas películas de universitarios insensatos y alocados que Hollywood produce en cantidad. O tal vez no sea eso y solo pretenda mostrar a la juventud local a través de personajes arquetípicos, obsesionados por el sexo, por conseguir colocarse bajo los efectos de cualquier droga a su alcance y cuya habilidad verbal solo alcanza niveles de expresión grosera, soez y procaz.

Nico (Martín Piroyansky), Nacho (Chino Darín), Pilar (Inés Efrón), Manuela (Violeta Urtizberea) y Cata (Vera Spinetta) van a  pasar el fin de año a la casa que los abuelos de Nico tienen en una isla del delta del Tigre. A último momento se une a ellos Belén (Justina Bustos), amiga de Manuela y dueña de una belleza y desparpajo capaces de facilitar su aceptación por parte del grupo.

Hace tiempo que todos dejaron atrás la adolescencia, pero no mucho más allá de su documentación. Durante su estancia en la isla, el único afán de los protagonistas será el de tener sexo con todos y conseguir cualquier tipo de droga que les proporcione un buen colocón. En algún momento aparecerá un tenue sentimiento de culpa por caer en la deslealtad entre amigos. Pero será un leve atisbo. Enseguida se les pasa.

Y eso es todo. No hay más conflicto ni historia. Ese es el mayor reproche que se le puede hacer a "Voley". La falta de un hilo argumental que concite la atención del público o que transmita alguna idea nos deja la sensación de que vimos una mala comedia de enredos.

¡Ah! ¿Qué por qué se llama "Voley"? Debe ser porque en uno de los escasos momentos en que los protagonistas están sobrios, juegan un partido de vóley en la cancha que hay en la casa para amenizar las estivales reuniones familiares.

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